La feliz ocurrencia de Antonio Serván, 'el Rana'
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El escudo del Athletic en uno de los 52 capiteles del campanario de la iglesia de Santa María la Mayor ha puesto a Trujillo en el mapa rojiblancoVisita ·
El escudo del Athletic en uno de los 52 capiteles del campanario de la iglesia de Santa María la Mayor ha puesto a Trujillo en el mapa rojiblancoSi la ruta rojiblanca hacia Sevilla ha llevado a los viajeros por tierras de Cáceres, la parada en Trujillo es obligatoria. Y no para admirar el pueblo natal del conquistador Francisco Pizarro, que es un lugar muy bello donde el visitante corre serios riesgos, como ... es bien sabido. Si le pilla el día sensible o le han sentado muy bien las migas extremeñas que se ha comido a mediodía no puede descartarse que acabe sufriendo el síndrome de Stendhal mientras visita el alcázar, el alcazarejo, la plaza mayor o cualquiera de los catorce palacios, siete conventos y seis iglesias de la localidad. No. La razón de la parada es volver a acercarse, con voluntad de peregrino, hasta la iglesia de Santa María la Mayor y detenerse a observar de nuevo el escudo del Athletic esculpido en uno de los 52 capiteles de su Torre Julia.
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Como la historia es muy conocida después de medio siglo circulando, casi todo los días aparece por allí algún hincha rojiblanco. Algunos vienen ex-profeso, con sus prismáticos para ver bien el escudo allá en lo alto, a 25 metros de altura. Otros reciben la información de los guías turísticos, que no pueden dejar pasar por alto una anécdota tan curiosa. El caso es que todos los athleticzales se van muy contentos de Trujillo. Porque ese escudo que en 1972 esculpió Antonio Serván, el 'Rana', un cantero trujillano que consideraba que Iribar era Dios, les toca una fibra íntima. Lo ven y lo interpretan como una demostración en piedra barroqueña de que el Athletic es único, de que su grandeza es incomparable. Al fin y al cabo, ¿qué otro club del mundo tiene su escudo esculpido en los capiteles del campanario de una iglesia? Y no en una iglesia cualquiera sino en una del siglo XIII situada a 647 kilómetros del estadio donde juega el equipo.
Esta historia comenzó en 1971, cuando la Dirección General de Bellas Artes decidió reconstruir los dos cuerpos superiores de la torre románica de la iglesia de Santa María la Mayor, que habían sido demolidos un siglo antes debido a su mal estado. Los terremotos de Lisboa de 1521 y, sobre todo el de 1755, le provocaron serios daños y la torre se convirtió en un peligro para los vecinos por los desprendimientos. El proyecto de reconstrucción lo acabó dirigiendo el arquitecto Dionisio Hernández Gil, en cuyo estudio madrileño había comenzado a trabajar como aparejador Germán Petisco. Tenía entonces 26 años.
Petisco, que a raíz de aquella obra se quedó a vivir en el pueblo y se convirtió en un trujillano más, es un hombre paciente. Ha contado muchas veces la historia de la que fue uno de los principales protagonistas, pero no se cansa de hacerlo. En realidad, no se cansa de aclararla, porque la del escudo del 'Atlético de Bilbao' en la torre ha dado pie a muchos equívocos y falsedades desde que trascendió seis meses después de su colocación, cuando un fotógrafo le hizo una foto y el periódico 'La Opinión' sacó una reseña que corrió como la pólvora.
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- «Se han inventado muchas cosas. Una vez oí a un guía decir que Franco había venido a inaugurar la torre. A otro le oí decir que Franco se había enfadado muchísimo cuando se enteró de la noticia y que 'el Rana' tenía miedo de ir a la cárcel. Y un día ya me cansé y le dije a uno: 'Mire usted, eso que dice no es así'. Y les explique cómo sucedieron las cosas».
La reconstrucción se hizo basándose en un grabado antiguo de la torre original y siguiendo todos los preceptos del arte románico. Como el presupuesto era muy ajustado, se colocaron andamios de madera que, según Petisco, le daban a la obra un aire medieval, como de novela de Ken Follet. 'El Rana' dirigía a un pequeño grupo de escultores y trabajaba bajo una lona al lado de la iglesia. No era el suyo un trabajo fácil. Especialmente, por el lado de la imaginación. Tenía que diseñar los ornamentos de los capiteles y, según las reglas del románico, debían ser todos distintos. Y había 52.
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- «Cuando estábamos a punto de acabar la obra me dijo que se le habían acabado las ideas, que le faltaba un capitel y que no sabía qué más esculpir. Yo le dije que era él quien tenía que decidirlo. Entonces me comentó que en su taller había empezado a esculpir el escudo de su equipo. A mí me pareció bien, y eso que soy del Atlético de Madrid, ja, ja. Y bueno, al final lo talló y Pepe Maganto, el maestro de obra, lo colocó en la torre. Así es la historia».
Cuando la noticia llegó a los periódicos de Madrid se produjo un cierto revuelo. Algunas voces pidieron la retirada del escudo, que consideraban una afrenta, casi un sacrilegio. El director general de Bellas Artes se trasladó a Trujillo y habló con el arquitecto y con Petisco. El aparejador estuvo muy convincente.
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- «Le dije que no era ninguna barbaridad, que el escudo era un motivo escultórico útil para que las generaciones futuras pudieran conocer la fecha de la rehabilitación. Y parece que le convencí», recuerda.
'El Rana' murió en 1982, de manera que no pudo disfrutar de los títulos del Athletic los dos años siguientes. Pero el club le premió por su iniciativa. El presidente Eguidazu le invitó en 1973 a los actos del 75 aniversario y el cantero pudo hacer realidad el sueño de su vida: conocer a Iribar.
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- «Cuando volvió, me dijo que ya se podía morir en paz», se ríe Germán Petisco.
El caso es que Trujillo se ha convertido en una referencia singular para los hinchas del Athletic, lo cual enorgullece a los que tiene en la localidad. El lugar de reunión de los rojiblancos es el 'bar Sandra', en el Paseo Jacinto Ruiz de Mendoza, junto a la Nacional 521, una de esas carreteras en las que todavía pueden verse los paneles de cerámica que invitaban a los agricultores a abonar con Nitrato de Chile. En su interior, aparte de un enorme póster de una garganta del valle del Jerte y un cartel del partido que enfrentará al Trujillo con el Olivenza, se ven algunos detalles que delatan al Athletic. Entre ellos, una placa de homenaje a Paco Cáceres. Sus amigos se la pusieron en el rincón en el que este forofo mayúsculo se sentaba siempre; un homenaje que, más allá de su modestia, recuerda al estilo de la estatua que le hicieron a Torrente Ballester en el café 'Novelty' de Salamanca o de los bustos que tiene Hemingway en cientos de bares repartidos por el mundo.
- «Paco era terrible.¡Cómo lo vivía! En cuanto el partido se complicaba salía del bar y se ponía a dar paseos por el parque», recuerda Antonio Muriel, encargado del 'Sandra'.
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Muriel es de la estirpe del 'Rana' y de Paco, un rojiblanco irredento y proselitista que ha hecho del Athletic a sus hijos y sus nietos. Con su yerno no necesitó porque ya lo era antes. Viene a Bilbao menos de lo que desearía, pero no se olvida de mandar recuerdos para su amigo Ritxi, de la peña Gamiz-Fika, un hombre del que hablan maravillas todos los peñistas de fuera de Euskadi, y también para Iñaki, de la peña Deusto. Asegura Muriel que la convivencia en el pueblo con los hinchas del Real Madrid, el Barça y el Atlético es buena, aunque a los primeros les considera «unos fantasmas». Eso sí, esta temporada los seguidores del Athletic pueden sacar pecho. Se les nota tan felices que el cronista se pone a imaginar cómo vivirían una posible victoria en la final de La Cartuja, y sólo acierta a verles paseando por el pueblo con un orgullo, un empaque y una autoridad ecuestre como la de Pizarro en su gran estatua de la plaza mayor.
- «La verdad es que estamos disfrutando de lo lindo. Aquí suelen venir algunos por lo del escudo de la iglesia y todos están encantados. Ahora nos queda ganar la Copa, que sería tremendo. Y yo no descarto la Champions», dice.
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