La cara y la cruz de los Williams

También está el gol, claro, porque los delanteros viven de celebrar los tantos, y el hermano mayor llevaba desde octubre sin encontrar la inspiración necesaria. Es cierto que contra el Barcelona le anularon uno injustificable, pero no cuenta. Ni con el Athletic ni con Ghana engordó sus estadísticas Iñaki. El pequeño marcó el último en febrero, en pleno invierno, y estamos en lo más florido de la primavera.

Lo del gol no es cosa sólo de los Williams, pero también, y en la noche que podría haber sido mágica pero no fue, los dos hermanos fueron la cara y la cruz, el yin y el yang. Y entre los dos, la cara fue Iñaki y la cruz Nico, sin crucificar a nadie, pero analizando lo que sucedió en el terreno de juego. No fue la única cruz del equipo, claro, porque Zarraga salió nervioso y perdió varios balones comprometidos, y Agirrezabala sembró sus dudas en los dos goles que ha encajado en la eliminatoria; el de Abde en Pamplona y el de Ibáñez en San Mamés. Queda la duda de qué hubiera pasado con Unai Simón.

El partido de Iñaki fue descomunal, completísimo, uno de los mejores que ha jugado con la camiseta del Athletic. Tiene experiencia, sabía lo que se jugaba el Athletic y lo que se jugaba él personalmente. Supo hacer las cosas bien o muy bien casi siempre. No es infalible, y como todos, cometió errores, pero los minimizaron los aciertos. Y no sólo en ataque, sino también en defensa. Trabajó a destajo cuando Osasuna tenía la pelota. Robó infinidad de balones y, además se impuso en casi todas las carreras en las que retó a los defensas osasunistas. Fue un trabajo perfecto, al que le puso la guinda con el gol del Athletic, metiendo la pierna al toque de cabeza de Vesga. Iñaki se hubiera merecido llegar a otra final, pero no pudo ser.

Y eso que de sus botas salió el centro que podría haber cambiado el signo de la eliminatoria. Tal vez fue el mejor pase en carrera que ha dado Iñaki en toda la temporada, un balón delicioso que superó a los centrales y le llegó a su hermano Nico, que eligió la peor opción, pegarle al balón a romper en vez de colocar. Herrera le miraba desde la línea de gol con cara de pánico, pero le volvió el color cuando vio que el disparo se iba a la grada.

Y le volvió a pasar minutos después, tras el chut de Raúl García que rechazó el portero de Osasuna. Otra vez optó por darle muy duro a la pelota; de nuevo el balón se marchó por encima de la portería. Fue la cruz de los hermanos Williams.

Y ahí surgió otra vez el hermano mayor, casi perfecto en su desempeño y que además tuvo arrestos para tratar de animar a Nico cuando falló los goles cantados. Se acercó a él, trató de levantarle el ánimo. Lo decía después Iñaki: quién mejor que él para saber lo que duele tener esos errores en momentos decisivos, pero es fútbol.

Probablemente, un resultado favorable habría hecho que a Nico se le juzgara de otra manera, pero los resultados mandan en el fútbol y los errores de Nico condenaron al Athletic. No hizo un mal partido el pequeño, pero se marcha a casa con el remordimiento de lo que al final no fue. Tendrá que seguir aprendiendo, como dijo Ernesto Valverde. Incluso se especulará con su renovación, con la decisión que tiene que tomar en los próximos meses, aunque tal vez no sea razonable mezclar una cosa con la otra, porque Nico, aunque fuera la cruz ayer entre los hermanos Williams, es parte del presente y del futuro del Athletic, al que le queda Liga por delante para intentar enderezar esa trayectoria que se torció un poco contra Osasuna en una noche que apagó un gol de Ibáñez.