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José Luis Mendilibar (Zaldibar, 60 años) llevaba más de treinta años en el mundo del fútbol cuando encontró, a solo unos kilómetros de casa, su lugar. Apenas quince minutos en coche separan su Zaldibar natal de Ipurua, el estadio del Eibar. Desde sus gradas, en ... lo más alto de la localidad, pueden verse las montañas. Parece, más que un campo de fútbol, una fortaleza alpina. Ahí ha construido su refugio el que será el nuevo técnico del Alavés en principio hasta final de liga. Hasta que el pasado verano puso fin, a la vez que el Eibar, a un brillante cuento de hadas en Primera.
El suyo fue un proyecto valiente con una escuadra muy modesta pero liberada de cualquier miedo y complejo. Año tras año, logró certificar la permanencia con un equipo que entraba en muchas quinielas por descender. Lo hizo gracias a un estilo muy claro. Es un entrenador ofensivo, al que le gusta estar siempre en el campo rival, mirando a la portería contraria y buscando que los goles lleguen pronto. Pero que también asume un notable pragmatismo a la hora de hacerlo. No tiene miramientos si el camino para jugar así pasa por buscar balones largos y olvidarse de sutilezas y pinceladas del fútbol más moderno y enrevesado. «Si yo tuviese los mejores centrales del mundo, lo mismo lo intentábamos un poco más. Pero cuando hay que pegar, hay que pegar», reconocía hace un año en una charla con el también entrenador Vicente del Bosque.
Mendilibar se confiesa un poco «cabezón» y reconoce que siempre le gusta «apretar» al rival. En esa presión asfixiante ha encontrado otra de sus señas de identidad. Con él, Ipurua era un campo muy difícil. Un asedio continuo del que muchos no lograban salir con vida. Era el profeta de un puñado de jugadores fieles a sus enseñanzas. Incluso contagió al japonés Inui, nacido en la otra punta del mundo, del orgullo y vehemencia que el de Zaldibar muestra en todo lo que hace. Si había que meterse en hielo para recuperar las piernas del esfuerzo -fue un pionero en eso-, todos lo hacían. El sueño armero se sostuvo mucho más tiempo de lo que nadie hubiera imaginado, aunque las carencias de un equipo modesto acabaron por derrumbar el castillo. En verano, el Eibar descendió a Segunda y el técnico decidió que había llegado el momento de descansar.
Pero, aunque los frontones -su otra gran pasión- sirvieron como sucedáneo, necesitaba la adrenalina del balón y no ha tardado mucho en volver. 'Mendi' es un hombre de fútbol que todavía encuentra en la dinámica diaria la ilusión del joven centrocampista que despuntó en el Sestao. Una vez retirado creció en la estructura del Athletic -dirigió al Aurrera de Vitoria en la 2001-02- y tuvo un breve e infructuoso paso por el primer equipo rojiblanco en 2005.
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Buscó rearmarse en el Valladolid, regresaron juntos a la élite, se convirtió en un ídolo en la ciudad -el propio presidente del club reconoció años después el error de su destitución- y desde entonces el técnico lleva casi quince años en Primera. Pasó por Osasuna, unos meses en el Levante... hasta que le llamó el Eibar en 2015, tras la exitosa etapa de Garitano y con el objetivo de asegurar la permanencia que el equipo había logrado el curso anterior gracias al descenso administrativo del Elche. Terminó dos veces entre los diez primeros y, casi siempre, lejos del descenso. Fue el artífice de una historia tan increíble como exitosa.
Ahora ultima su vuelta a Primera para insuflar aire a un equipo deprimido, falto de convicciones y limitado en lo técnico. Su receta es sencilla y ya ha dado resultados. El Alavés le ofrece el escenario adecuado para aplicarla. Solo pide un equipo volcánico, devoto y con mucho, mucho ritmo en todo lo que haga. Él es un enamorado de ese 'fútbol heavy metal' que una vez definió así Jurgen Klopp. Ahora quiere tocar en el Alavés otro estribillo pegadizo.
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