Una moda explosiva Los jóvenes, enganchados Váper desechable: a veces estalla en tu bolsillo y es más tóxico de lo que crees

A veces explotan, sí, literalmente, y siempre provocan una lenta combustión de nuestros pulmones y sistema coronario. Preocupa especialmente su consumo entre jóvenes, seducidos por sabores como chicle o mango y un aspecto ‘cool’. Y con la moda del váper desechable, se suma también su impacto ambiental. Una combinación explosiva.

Viernes, 21 de Abril 2023

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Ocurre sin previo aviso. De golpe sientes una explosión y es como si llevaras una bengala roja en el bolsillo, de esas que se ven en los campos de fútbol». Raúl recuerda cómo le explotó la batería de un cigarrillo electrónico que llevaba en el pantalón. «Una señora me dijo después que pensaba que era un terrorista». Fue en junio de 2017 y le provocó quemaduras de segundo y tercer grado en una pierna, desde la rodilla hasta el estómago. Y en la mano al intentar apagarlo. «Tuve suerte porque la explosión fue hacia fuera; si no, podría haberme matado: se quedó muy cerca de la arteria femoral. Además, yo trabajaba de transportista en el puerto de Barcelona, llevando material peligroso. ¡Si me pasa en un carguero del muelle de inflamables, hago desaparecer media Barcelona!».

Aquello dejó secuelas, semanas después del incidente hubo que operar: extirparon piel del muslo izquierdo para hacer un injerto en la pierna afectada. Un tendón de su mano se vio dañado. Y dejó miedo, mucho miedo: un informe pericial recogía síntomas ansioso-depresivos, estrés postraumático, ansiedad, dificultad para conciliar el sueño y conductas hipervigilantes. «Dejé de vapear, claro. Dejé de fumar. Todo».

Graves lesiones. La explosión de la batería de un cigarrillo electrónico provocó a Raúl quemaduras de segundo y tercer grado en una pierna, desde la rodilla hasta el estómago, y en la mano al intentar apagarlo.

Raúl no está solo. A finales de 2018, una explosión provocó la alarma en la estación madrileña de Chamartín. Acudió rápidamente la Policía. Era la batería de un cigarrillo electrónico que llevaba un hombre en el bolsillo junto a algunas monedas. También él acabó en la Unidad de Quemados con lesiones de segundo grado. En un metaanálisis elaborado por científicos de la Sociedad Helénica contra el Cáncer –publicado en 2020 en Grecia– se identificaban 82 lesiones traumáticas por explosión de los vapeadores.

Y científicos de Carolina del Norte y la Universidad de Cork identificaron recientemente 100 casos aparecidos en la prensa norteamericana en un mismo año. ¿Por qué explotan los cigarrillos electrónicos? Por las baterías de litio: cuando se sobrecalientan, una reacción química en su interior comienza a generar gases que aumentan la presión sobre sus electrodos… hasta que explotan.

Los incendios en plantas de reciclaje y de tratamiento de basuras en España se han multiplicado, entre otras cosas, por este motivo

«Están compuestas por unas celdas que tienen un polo positivo y otro negativo. Si entran en contacto, una parte líquida que tienen entre medias para protegerlas se convierte en gas combustible», explica Josep Manel Escudero, jefe de guardia de los Bomberos en la Región Metropolitana Norte de Barcelona. Sabe de lo que habla. En verano de 2020 se enfrentó a un incendio de grandes dimensiones en una planta de reciclaje de Granollers. Hicieron falta 22 dotaciones de bomberos para controlarlo y que no se extendiese a las naves vecinas. La planta de reciclaje era insalvable.

El verano será peligroso. En teoría, los vaporizadores deben tratarse como dispositivos electrónicos y desecharse en un punto de recogida, pero no ocurre eso: acaban en la calle o en los matorrales, lo que es más peligroso cuando todo está seco. Y se augura un verano inquietante.../ Getty Images.

¿Origen más probable? Una estantería donde se conservaban baterías de litio. Su relativa inestabilidad es un problema creciente: las baterías de litio son omnipresentes. Desde teléfonos móviles, patinetes o coches eléctricos, una tarjeta postal que emite música al abrirla... Son, en realidad, bastante seguras. El porcentaje de accidentes es bajo, pero por mero cálculo de probabilidades su proliferación hará que vayan en aumento. Las baterías de litio son y serán cada vez más importantes: en 2019, el Nobel de Química recayó sobre sus inventores.

Pero la moda de los vapeadores desechables añade varios problemas más. El propio término 'desechable' ya da una buena pista: su esperanza de vida en uso es baja. ¿Una semana, dos? Lo que tarde el usuario en dar entre 400 y 800 caladas, que ofrecen de media estos dispositivos. Pero hay más: se trata de un residuo peligroso que tiene que ser tratado correctamente. En su lugar, a menudo se tiran por la calle, en una papelera, en la basura normal…

El peligro: en las baterías. El pasado 28 de febrero se produjo un gran incendio en una empresa de residuos en la ciudad alemana de Münster. Más de 150 servicios de emergencia tardaron nueve horas en apagar el fuego. Algo similar ocurrió en otros dos centros de reciclaje. Los bomberos tienen claro a qué se debe: las baterías de litio. No más grandes que una uña, se hallan en sencillos juguetes infantiles, en las tarjetas que reproducen el feliz cumpleaños cuando se abren... y en los cigarrillos electrónicos de un solo uso.

Y los incendios en plantas de reciclaje y de tratamiento de basuras en España se han multiplicado, entre otras cosas, por este motivo. Además, suponen una fuente importante de e-basura (o e-waste: 'basura electrónica'). Solo en Inglaterra se desechan dos de estos vapeadores al segundo: los desperdicios de un año servirían para elaborar las baterías de 1500 coches eléctricos. ¿Es este, un hábito dañino para la salud y el medioambiente, el mejor uso de un material necesario pero contaminante? Muchos creen que no. La UE estudia la prohibición de estos vapeadores desechables; y grupos ecologistas en todo el mundo, desde Australia a Reino Unido, piden lo mismo.

Lobo con piel de cordero

Hay otro boom que preocupa especialmente. La explosión del consumo de vapeadores entre jóvenes y adolescentes. Tanto es así que se ha invertido la tendencia de los últimos años de reducción de consumo de tabaco. Según la última encuesta sobre el uso de drogas en enseñanzas secundarias en España (Estudes), publicada en 2022, un 44 por ciento de los adolescentes entre 14 y 18 años ha probado los cigarrillos electrónicos: más del doble que en 2016 (aunque algo menos que en 2019: un 48 por ciento).

«Pero hablamos de edades incluso más tempranas: entre los 10 y los 12 años», explica Carlos Rábade, neumólogo y coordinador del área de tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ). «Tengan o no tengan nicotina, tienen una serie de componentes tóxicos que afectan a las vías respiratorias a corto y largo plazo». Dista mucho de ser la alternativa inocua que los fabricantes tratan de presentar desde que el vapeo se introdujo en el mercado a comienzos de los años 2000. Incluso su nombre falta a la verdad: no es vapor lo que emiten, sino aerosoles, que contienen sustancias tóxicas y compuestos carcinógenos (acrilaldehído, formaldehído, acetona…) y metales pesados, como níquel, cromo y plomo. Pero el mensaje cala entre los adolescentes.

Los vapeadores, que empezaron promocionándose para que los adultos dejasen de fumar, se venden ahora como un catálogo de vistosos colores y tentadores sabores (algodón de azúcar, incluido), diseñados para atraer a los adolescentes. Ya se han convertido en una adicción en sí mismos y en ningún caso son inocuos para la salud. De ahí que se reclame más regulación./ Daniel Méndez.

Y los fabricantes se encargan de que lo transmitan las personas apropiadas: influencers y tiktokers realizan publicidad pagada, mientras que youtubers como El Rubius normalizan su consumo. Algo impensable con el tabaco tradicional, sujeto a estrictas regulaciones en lo referente a publicidad. «Los fabricantes utilizan una gama cromática muy vistosa, muy cool», explica Antonio Molina, director del centro especializado en adicciones Fromm Bienestar. Añadamos a esto un precio asequible, entre 6 y 15 euros aproximadamente, y la mezcla explosiva está hecha.

«Es una puerta de entrada al tabaco, e incluso a otras adicciones, para muchos que nunca habían fumado porque veían en el tabaco algo nocivo para la salud y, además, desagradable en muchos sentidos», añade. Y así, mientras intentan convencernos de que sirve para dejar de fumar, se convierte en algo que puede servir para empezar a hacerlo. Y exponerse a patologías diversas. Parece cierto que es menos tóxico que un cigarrillo convencional (falta tiempo y evidencia científica para estar seguros), pero como dice el Comité Nacional para la Prevención de Tabaquismo en un documento: «La toxicidad de los cigarrillos convencionales es extraordinaria, por lo que algo 'menos tóxico' no significa de ninguna manera que no sea perjudicial para la salud».

Lo que emiten no es vapor, sino aerosoles, que contienen sustancias tóxicas y compuestos cancerígenos y metales pesados como níquel, cromo y plomo

Los cigarrillos electrónicos, en sus múltiples versiones (desechables o no), contienen elementos cancerígenos y pueden provocar patologías cardiovasculares: se incrementa el riesgo de padecer infarto de miocardio, trombosis, aterosclerosis... También se ve afectado el aparato respiratorio. Incluso se ha desarrollado ya una enfermedad específica ligada a su consumo: EVALI, que representa el acrónimo en inglés de 'daño pulmonar asociado al uso de e-cigs o vapeo'.

Se detectó en Estados Unidos en 2019, cuando empezaron a proliferar los ingresos hospitalarios por lesiones pulmonares asociadas al vapeo. «Urge una regulación adecuada», explica Regina Dalmau, cardióloga en el Hospital Universitario La Paz (Madrid). «Hay que informar correctamente sobre los riesgos que implica e intentar acotar su uso, tal como ya se hizo con el cigarrillo convencional». La salud de los más jóvenes está en juego.


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