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La fórmula de la felicidad

¿Todos tus sueños están resumidos en esta fórmula? El neurocientífico inglés Robb Rutledge cree que sí. Su revolucionaria ecuación no solo permite entender qué es lo que nos hace sentir bien, sino, además, realizar predicciones correctas y mejorar los trastornos emocionales.

Miércoles, 29 de Junio 2022

Tiempo de lectura: 4 min

Los libros de autoayuda están llenos de recetas para ser feliz inspiradas en la filosofía, la psicología, las religiones y vaya usted a saber… Pero ¿existe una fórmula científica que defina la felicidad? Pues sí, existe; es una ecuación. Fue formulada en 2014 por Robb Rutledge,

un neurocientífico del University College London (Reino Unido), que recientemente ha fichado por la Universidad de Yale (Estados Unidos).

La ecuación de la felicidad. A primera vista, impone: variables, incógnitas, símbolos… Para calcular la felicidad (t), se diseña un juego (j) en el que el sujeto recibe una recompensa (CR). Si el botín es mayor que las expectativas (EV) del jugador, su alegría se incrementa. Y viceversa: si recibe menos de lo esperado, el chasco hará que disminuya. La fórmula incluye el nivel de dopamina (r) y la memoria (w). El símbolo griego sigma es la desviación típica en los resultados. En una revisión posterior fueron incluidas la envidia y la culpa.

Rutledge llamó a la ecuación de marras 'modelo computacional y neuronal del bienestar subjetivo momentáneo'. Tuvo su momento de gloria cuando publicó su artículo académico en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y periódicos de todo el mundo se hicieron eco. Desde entonces ha revisado su ecuación y ha seguido investigando. Sus artículos van llegando a las revistas científicas sin prisa pero sin pausa. Ya ha 'mojado' dos veces en Nature.

¿Qué se le pide a una ecuación? Que permita hacer predicciones. Y que esas predicciones sean correctas. No solo en un experimento, sino en todos. Newton no hubiera pasado a la historia si no pudiéramos calcular la aceleración de una pelota de la que conocemos su peso y la fuerza con la que ha sido golpeada. Y Einstein no estaría sacándonos la lengua desde millones de camisetas si en un átomo no hubiera energía en potencia para destruir una ciudad, como predice E=MC².

Así pues, ¿qué es lo que consiguió Rutledge con su ecuación? Ni más ni menos que convertir una disciplina basada en apreciaciones subjetivas en algo que se puede medir objetivamente.

En este campo, lo habitual era preguntarles a los sujetos: «¿Cómo está usted de contento con su vida del 0 al 10?». Luego era cuestión de analizar las respuestas estadísticamente y extrapolar con imaginación. «Tuvimos que repensar cómo hacemos los experimentos psicológicos. Necesitamos teorías que funcionen para todos porque, si no es así, ¿cómo íbamos a ayudar a entender la salud mental?», explica Rudtledge.

Los científicos sospechan que el cerebro utiliza la felicidad como estrategia para tomar decisiones

Que se pueda predecir con una alta precisión el grado de felicidad de miles de individuos ya es meritorio, pero las implicaciones van más allá.

La ecuación sirve para alertar de si una persona padecerá depresión y otros trastornos emocionales. Pero, sobre todo, nos enseña qué es lo que nos hace sentir bien, aunque solo sea un rato. La primera conclusión es que las recompensas importan, sí. Aprobar un examen, ganar un partido… Pero también tienen suma importancia las expectativas. Si no esperabas aprobar o ganar, la alegría es mayor. Ojo, no vale hacer trampas. Si reduces tus expectativas a cero y siempre te pones en lo peor, no vas a obtener tanta satisfacción como supones, porque la anticipación forma parte del juego. Hacerse ilusiones es algo que también se disfruta.

Esta estrecha relación entre las expectativas y las recompensas hace sospechar a los científicos que, en realidad, la felicidad solo es una estrategia del cerebro para tomar decisiones, no un fin en sí misma.

«Algunas personas piensan que las emociones no deberían tener cabida en nuestras decisiones, pero la felicidad no es un objetivo, es una herramienta. Nos ayuda a entendernos a nosotros mismos. Y conocer nuestros sentimientos, a su vez, nos ayuda a tomar decisiones alineadas con lo que realmente nos importa. El trabajo de tu cerebro es ayudarte a sobrevivir, no a hacerte feliz», comenta Rutledge.

Robb Rutledge. Profesor en la Universidad de Yale. Autor de la fórmula.

En su trabajo más reciente, el equipo de Rutledge ha descubierto que fluctuaciones espontáneas en el nivel de dopamina (el circuito del placer) nos impulsan a asumir riesgos, lo que sería una prueba más de hasta qué punto la felicidad está involucrada en la toma de decisiones. Este mecanismo anida en la parte límbica del cerebro desde la noche de los tiempos. Si continúa guiándonos, es porque la evolución lo considera útil para la supervivencia.

«La evolución no obtiene resultados por planificar a largo plazo, sino más bien a base de arrojar sin más a un número ridículamente abultado de organismos hambrientos y cachondos a un mundo peligroso y despiadado, y esperar a ver cuáles fracasan menos», ironiza Tom Phillips en Humanos (Paidós). Equivocarse un poco menos que el vecino evita, a la larga, la extinción. De las siete especies de humanos que poblaron la Tierra, solo queda una… Quizá porque, desde siempre, aspiró a ser feliz.


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