¿Eres meteoro-sensible? Ansiedad, insomnio, artrosis, déficit vitamínico... Cuando el clima afecta más de lo normal a nuestra salud
El calor, la lluvia, el viento o la presión atmosférica alteran seriamente la salud de un tercio de la población e influyen en suicidios, robos y asesinatos. Y la cosa va a peor, advierten los expertos.
Treinta y cinco mil asesinatos y 216 mil violaciones tendrán lugar en los próximos cincuenta años en Estados Unidos debido al aumento de la temperatura por el cambio climático. Es un dato que puede parecer sensacionalista, pero es el resultado de una investigación de la prestigiosa Harvard Kennedy School (Crime, Weather and Climate Change, de Matthew Ranson) tras estudiar lo sucedido en los últimos 50 años en más de 2000 condados del país. Para ello han analizado las condiciones meteorológicas que existían cuando se produjo cada delito. Conclusión: sí, los crímenes con violencia se incrementan notablemente con el calor. Si se cumple esa pauta, el futuro se presenta peligroso...
Este estudio de Harvard es sólo uno de los muchos que abordan la biometeorología y su impacto en nuestra salud, física y mental. Qué el clima afecta a nuestro ánimo es bien sabido. Por ejemplo, el efecto que nos produce el llamado 'viento sur', o 'viento de la locura' o 'viento de brujas'. En Asturias se conoce como 'viento de las castañas' (o 'airín de les castañes') porque dicen que hace caer los frutos de los árboles.
El aire que proviene del sur provoca un desequilibrio en la electricidad atmosférica y viene cargado de iones positivos que interfieren con nuestro organismo. Los meteorólogos lo conocen como 'efecto Foehn' –por el Föhn, un viento que atraviesa los Alpes– y se ha demostrado que incide en trastornos depresivos, estados de ansiedad, irritabilidad, cefaleas, disminución de la atención, agotamiento… Es un fenómeno que tiene lugar en muchos lugares del mundo: en la Cordillera Cantábrica se conoce también como 'surada', 'zonda' en los Andes, 'chinook' en las Montañas Rocosas norteamericanas…
Ataques de ansiedad y pánico
El cuerpo humano es una máquina bioeléctrica sensible a las actividades electromagnéticas del entorno, y de ahí que un desequilibrio iónico ambiental provoque alteraciones en nuestro organismo: aumenta la producción de histamina y serotonina; se libera más adrenalina; se modifican los niveles de azúcar, sodio, fosfatos y magnesio... Por supuesto, otros factores alteran también nuestro organismo. Nadie escapa al efecto de la temperatura, la humedad, la presión o la carga eléctrica de la atmósfera, pero algunas personas son más sensibles que otras. Se calcula que entre un 30 y un 60 por ciento de la población es fuertemente sensible a los cambios de tiempo. Son quienes con más intensidad acusan los días de lluvia, relacionados con cefaleas o dolores de articulaciones; a otros les picarán las cicatrices o se mostrarán más nerviosos en días de viento. ¿La mala noticia? La cifra de personas meteorosensibles podría estar aumentando. El aire acondicionado y la falta de ejercicio no ayudan. Y el cambio climático empeorará las cosas.
«Se trata de un mecanismo evolutivo», explica el doctor Antoni Bulbena, jefe de la Unidad de Ansiedad del hospital del Mar de Barcelona. «Los que vivimos en ciudad solo vemos los aspectos engorrosos, pero puede ser muy útil en el mundo rural. Cuando uno está más cerca de la naturaleza, se da cuenta del gran valor que tiene para los animales esta relación». Y pone un ejemplo: en el tsunami de Indonesia de 2004, los únicos animales que murieron fueron los que estaban atados y no pudieron escapar. El resto lo detectó a tiempo. Del mismo modo que los tiburones detectan los cambios en la presión barométrica previa a una tormenta tropical y buscan refugio en aguas profundas. Como psiquiatra, Bulbena ha estudiado los efectos de la tramontana en Cataluña: los días en que sopla el viento cálido del oeste en la región son más frecuentes los ataques de ansiedad con pánico. ¿La causa? La reacción neurofisiológica y bioquímica a las condiciones atmosféricas: la tramontana activa el sistema vegetativo simpático, que da la señal de alarma.
La sensibilidad al clima es un mecanismo de la evolución que nos avisaba de los peligros cuando vivíamos cerca de la naturaleza
Mar Gómez ha podido experimentar en sus propias carnes los efectos del viento en la localidad madrileña donde vive. El viento racheado del verano le provoca mal humor y fuertes dolores de cabeza. También tuvo problemas de piel y en el cuero cabelludo. Lo cuenta en Meteorosensibles. Cómo el tiempo influye en nuestra salud física y mental (Península), que acaba de publicar, pero hubo más síntomas. «Todo empezó a raíz de una operación en el tobillo derecho. Tenía una cicatriz bastante grande y, cuando cambiaba el tiempo, notaba que molestaba más», explica esta meteoróloga de profesión. «Podía incluso ser una ventaja frente a mis compañeros», bromea.
También hay muchos bulos. «Por ejemplo, no hay una evidencia científica que muestre una relación entre las fases de la Luna y la frecuencia de los partos o nuestro comportamiento». Pero sí está demostrado que la presión atmosférica puede agravar los síntomas de la artrosis o la artritis. En Japón, explica, se ha comprobado que se produce una mayor venta de medicamentos contra las migrañas en los días previos a la llegada de bajas presiones.
Mar Gómez menciona en su libro diversos estudios sobre la relación entre criminalidad y factores atmosféricos. En Sudáfrica, por ejemplo, se publicó un estudio en 2019 que asocia el aumento de la temperatura con los homicidios: cada grado de aumento provocaba un incremento del 1,5 por ciento en la tasa de homicidios. En otro estudio realizado en Estados Unidos vieron que la temperatura aparecía como un predictor significativo en los delitos contra la propiedad: los ladrones eran más agresivos cuando hacía más calor.
Entre un 30 y un 60 por ciento de la población es muy sensible a los cambios de tiempo. La cifra aumenta: el aire acondicionado no ayuda
Por otro lado, un estudio realizado en la Comunidad de Madrid demostraba que el riesgo de feminicidios en la pareja aumentaba en un 40 por ciento tres días después de una ola de calor. Por cada grado de temperatura por encima de los 34 grados centígrados, los feminicidios aumentaban un 28,8 por ciento. El suicidio, aunque es un fenómeno complejo, también arroja datos significativos: las tasas más bajas, por ejemplo, se encuentran en países con temperaturas medias anuales de 20 grados centígrados.
Emergencias hospitalarias
Pero lo que parece evidente es que hay una zona de confort climático, unos umbrales que inciden en nuestro bienestar y tienen consecuencias sobre la salud física y mental. Se sitúa entre los 20 y los 25 grados, con una humedad relativa de entre el 40 y el 70 por ciento, poco viento, ionización negativa y presiones atmosféricas normales. Por encima o por debajo de estas cifras, todos sufrimos.
Por eso hay quien promueve que se ponga en marcha un sistema de alerta temprana. ¿El parte meteorológico nos debe hablar de crisis migrañosas o el posible aumento de accidentes cardiovasculares ligados a la temperatura? No exactamente. «Pero la biometeorología lleva más de 60 años estudiando la relación entre los procesos atmosféricos y el bienestar de los seres vivos» y basándonos en esos conocimientos «podemos crear sistemas de alerta que sirvan a los sistemas de emergencia hospitalaria o que avisen a personas con determinadas patologías», explica Pablo Fernández- Arroyabe, director del Grupo de Biometeorología de la Universidad de Cantabria. Lo explica con un ejemplo. El 14 de abril de 2015 hubo un pico de pacientes que saturó el servicio de urgencias del hospital de Valdecilla (Cantabria). Las causas por las que acudían eran muy heterogéneas y nadie se explicaba los motivos. Pero coincidió con un fenómeno de hipoxia extrema: un descenso del oxígeno en la atmósfera. Y la aplicación móvil OxyAlert, que ha creado el equipo que dirige Fernández-Arroyabe, emitió una alerta que anunciaba este fenómeno de hipoxia unos días antes. Si su uso hubiese estado más generalizado, quizá nos habríamos ahorrado algún susto. Especialmente los meteorosensibles.
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