Vivimos (digitalmente) en las 'nubes'... Pero es un término que tiene muy poco de etéreo. Nuestras búsquedas en Internet, conversaciones, fotos, finanzas, música, series… Todo está alojado en gigantescos centros de datos, instalaciones que albergan servidores que funcionan las 24 horas conectados a miles de kilómetros de fibra óptica y que tienen un hambre y una sed descomunales.
«Un centro de datos típico consume tanta electricidad como 25.000 viviendas y se 'bebe' 25 millones de litros de agua al cabo del año», cuenta Luis Costero (Guadalajara, 1992), profesor de Arquitectura de Computadoras y Automática de la Universidad Complutense. Ya hay más de 8000 data centers en el mundo (un centenar en suelo español), que consumen tanta electricidad como toda Francia. «Y el coste energético de la nube global se va a multiplicar al menos por cinco de aquí a 2030 debido a las ingentes necesidades de computación de la inteligencia artificial generativa (IA), la nueva robótica...», añade. El trabajo de este joven investigador fue premiado por la Sociedad Científica Informática de España y la Fundación BBVA en 2022.
«Lo que hago es ayudar a los dueños de la nube, como los gigantes de Silicon Valley, a gestionar la energía y los recursos de la manera más eficiente posible. Estas instalaciones son cada vez más grandes y pueden convertirse en insostenibles en un contexto de calentamiento global», advierte. Basten un par de ejemplos: compañías chinas están construyendo un centro de datos que ocupa la superficie de 140 campos de fútbol; y un modelo de lenguaje como ChatGPT necesita un litro de agua para disipar el calor que se genera cada cien consultas. «Cada vez hay menos margen. Además de optimizar los equipos, habría que ir hacia redes neuronales más pequeñas, pero con mejores algoritmos; y procurar que todo ese calor que despiden las máquinas se utilice, por ejemplo, para la calefacción de edificios», propone.
¿Y llevar estos centros a la Luna, como ya se está planeando? «No me parece bien. Lo que ganas a la hora de refrigerar lo pierdes porque surgen otros problemas, tanto técnicos (por ejemplo, empeora la conectividad) como éticos. Que la Tierra se nos quede pequeña no nos da derecho a contaminar el espacio».
«Uso técnicas de aprendizaje por refuerzo para reducir el consumo de energía y de agua en los centros de datos donde se alojan los servidores: eso que llamamos “la nube”»
«Enseño a las máquinas a encontrar sus propias soluciones mediante un sistema de recompensas: dándoles más puntos cuando lo hacen bien».
«Las empresas propietarias de la nube arriendan la instalación a otras compañías, como un banco, una clínica, un comercio…, y en ese espacio conviven muchas aplicaciones».
«Mi objetivo es garantizar que estas aplicaciones cooperen entre sí en lugar de competir por los recursos disponibles, es decir, por los chips y la memoria».