Homenaje de Barcelona al genio catalán
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Homenaje de Barcelona al genio catalán
Miércoles, 06 de Marzo 2024
Tiempo de lectura: 10 min
Como a todo lo bueno, el tiempo —al que él robó perlados instantes— agiganta su obra. Ramón Masats (Caldas de Montbui, Barcelona, 1931-Madrid, 2024) fue para muchos el gran fotógrafo español de la segunda mitad del siglo XX. Un clásico —de formación autodidacta— que revolucionó el periodismo gráfico en nuestro país y que en los cincuenta y sesenta supo ver muchos de los tópicos que aún hoy nos definen sin legar por ello una sola imagen tópica.
Prolífico e inspirado como pocos, Ramón Masats produjo su célebre e inmortal obra en blanco y negro en apenas 12 años, entre 1953 y 1965. Entonces abandonó por completo la fotografía y se pasó al mundo audiovisual durante 16 años, a lo largo de los cuales dirigió numerosos documentales y un largometraje, Topical Spanish, de 1970, que aún hoy merece una revisión más atenta de la que recibió en su día. En 1981 regresó a la fotografía, esta vez, exclusivamente en color, hasta que ya la abandonó por completo en 2002. Estas (como la foto de apertura de su hijo Momo saltando en un acantilado en Cadaqués) son algunas de las muchas joyas que nos regaló.
¿Tenía Masats alguna foto suya favorita? Preguntado por ello, sonreía y decía: «Es que sería vanidoso si dijera que bastantes. No hay una sola. Hay 20 o 30 fotos mías que me gustan». Esta, de una mujer pintando el borde de su casa en Tomelloso, es una de ellas. Masats supo ver no sólo a un ser humano trazando el límite entre el final de su vivienda y el resto de la tierra, sino a cada uno de nosotros mismos en el intento de trazarnos, de dejar una huella de nuestro paso entre dos nadas, una sensación que refuerza el plano picado, la altura desde la que Masats disparó. Es una de las imágenes que más fielmente dejan ver lo que podríamos llamar la 'mirada Masats', que —sin perder un ápice del rigor documental del gran reportero que era— siempre está viendo la realidad de un modo simbólico, metafórico.
Algunas fotos de Masats se han convertido en icono, como la más famosa entre las suyas, del seminarista jugando al fútbol. «¡Estoy harto de la foto del cura! —decía en una entrevista con XLSemanal—. De verdad. Me la pide todo el mundo y eso es bueno, porque la vendo, pero es que verdaderamente la odio... No es que no me parezca buena, pero da la impresión de que solo haya hecho esta foto. ¡Que igual es verdad! —agregó riéndose—. ¿A que acaba usted también sacando la del cura?». Dicho y hecho. La publicamos y aquí volvemos a hacerlo. Masats la tomó en 1959, en el Seminario Conciliar de Madrid y se publicó por primera vez en el desaparecido diario Ya. Es una de las pocas fotos españolas que el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) guarda en sus archivos, suele recordar su gran amigo, el también fotógrafo y editor Chema Conesa, que rastreó y localizó a los protagonistas de la imagen: Lino Hernando, el portero de 21 años, y Mariano Enamorado, el autor del gol. Porque sí, fue gol: «La sombra de la foto delata que el balón ya había pasado», volvió a reconocer estos días Hernando, hoy de 86 años, y ya jubilado, a nuestros compañeros de Relevo.
Visita del presidente Eisenhower. Madrid. 1959. Toda una declaración de intenciones. Mientras la llamada ‘fotografía oficial’ de los cincuenta, de carácter estetizante, se centraba en los grandes acontecimientos bajo palio, Masats creía en mostrar la vida de la gente al raso, a pie de calle. Ese fue el gran cambio introducido por toda su generación: el grupo La palangana, más todos los fotógrafos del Grupo AFAL. Cada uno de ellos salió del estudio y recorrió los caminos para retratar la España de aquellos 50 y 60 del siglo pasado, acabando con el salonismo y el pictorialismo tardío de la fotografía de posguerra, puramente formal. «Aquella generación –escribió José María Parreño– dirigió la mirada a la periferia de la ciudad y a los pueblos con una actitud insólita y casi subversiva». Desde entonces, siempre se ha dicho de ellos que fueron el ojo de toda una generación.
En 1957, Ramón Masats aterrizó en Pamplona decidido a captar con su Leica las fiestas de San Fermín. «Fui a probarme, era un aficionado». Apenas llevaba cuatro años trasteando, esporádica y autodidácticamente, con su cámara mientras trabajaba con su padre en el sector de la pescadería. La composición severa y rotunda de sus imágenes convirtió su trabajo en un hito de la fotografía española, aunque él entonces no lo supiera. «Le enseñé las fotos a mis amigos fotógrafos de Barcelona –Oriol Maspons, Xavier Miserachs, Ricard Terré, Colita– y me dijeron: 'Hombre, sí puedes ser reportero'. Me dieron una gran alegría y Oriol habló con el director de Gaceta Ilustrada en Madrid, que al ver mis fotos, dijo: 'Si quieres venir a Madrid, te encargaremos cosas'». Y así fue. Esta famosa toma se la pedían mucho a Masats, taurinos y antitaurinos por igual. «Yo nunca la he querido dar a unos ni a otros —contaba—. Los taurinos dicen: 'Fíjate la gallardía del toro, que no quiere morir y tal'. Y los antitaurinos: 'Mira qué bestialidad, el pobre animal, tan precioso, negro, delante de toda esa gente…'. Y nunca he querido darla porque creo que es una foto que tiene esas dos visiones».
Como Velázquez, Masats retrató con igual equidistancia y dignidad a célebres y desconocidos, de Franco o Buñuel a los barrenderos de Barcelona. Raros son sus retratos posados: confiaba en el gesto como expresión más fiel. «En cada una de sus fotografías, el artista, o artesano como Masats mismo se designa, transforma la banalidad en singularidad y proporciona autonomía a los pequeños detalles que capta (...) —ha escrito Laura Terré, doctora en Bellas Artes y comisaria de varias exposiciones del fotógrafo—. La espontaneidad de Masats, esa inquietud natural, es lo que más nos admira. El movimiento capturado entre un claro y definido antes y un inquietante después. Incluso sin saber de fotografía, 'notamos' que sus fotos tienen algo que estéticamente está por encima del estilo». | Imagen: Yves Saint Laurent. Palacio de Liria. Madrid. 1959.
«Nunca me he fijado en si había una diagonal que luego daba con esto o aquello —decía Masats—. Si componía, era algo instintivo, como tampoco sentí nunca estar retratando una época, eso que tanto me repiten. Solo salía a intentar a hacer una buena foto y, salvo alguna, yo siempre positivaba el negativo entero». Pura filosofía bressionana. Carlos Pérez Siquier no dudaba, de hecho, en llamar a Masats 'el Cartier Bresson español', el genio del instante decisivo. Y el poeta José Hierro dijo de su trabajo en el año 1963: «Lo suyo es un misterio claro, algo que baña sus obras, sin que sea posible aislarlo, atribuirlo a algo. Un misterio que se respira como el aire, y que convierte la realidad en sueño, en invención». | Imagen: Oficio religioso. Madres de la División Azul. Madrid. 1957.
«En aquellos años 50 —rememora Chema Conesa, exquisito editor gráfico de Visit Spain, uno de los últimos libros de Masats— no se hablaba de política ni se trasegaban sueños. Las palabras se convertían en susurros; las conversaciones eran escuetas, discretas, inmediatas. Atendían a las necesidades diarias de la triste vida cotidiana». «Ramón Masats —apunta a la vez Laura Terré— apenas ha teorizado sobre su obra, cuya justificación estética está ahí implícita: la fotografía habla por sí misma, es un lenguaje intraducible. Pero hay algunas frases que nos orientan en la lectura de sus imágenes. Dijo, por ejemplo: 'Ni calidades ni luces hacen que una fotografía sea buena, sino el 'alma' que encierra, la emoción que pueda producir en el que la contempla'. Dijo también en una entrevista de 1960: 'Verismo y no falseamiento. Ningún otro arte puede captar el momento con tanta autenticidad». | Imagen: Dirección General de la Seguridad. Juzgado de guardia. Madrid. 1958.
Masats siempre se consideró ante todo un lector. «No en plan erudición —decía—. Me gusta el acto de leer. Cualquier cosa: una revista, una receta, libros, prospectos de medicamentos... Leer lo que sea». Algo de ese afán lo llevó a publicar en 1962 Neutral Corner, sobre el mundo del boxeo, con textos de Ignacio Aldecoa, y en 1964, Viejas historias de Castilla la Vieja, con textos de Delibes. Sin embargo, nunca buscó plasmar en imágenes lo leído. «Eso de esta foto es para ilustrar tal cosa… No. Nunca. Hay un poso que te queda de todo cuanto vas leyendo y que luego se traduce en lo que fotografías, pero nunca de un modo directo». Tampoco creía en la sentencia 'una imagen vale más que mil palabras': «Eso es una estupidez». Y siempre ponía un ejemplo: «Os doy una palabra y pensad en ella: 'puerta’. Cada uno ha pensado en una completamente distinta. No hay dos puertas iguales. Cada uno pensará o en la puerta de su casa, o en la del baño… Y esto es la imaginación, lo que es diferente a la fotografía, que te da sólo una puerta. Una en particular, concreta. Eso de que una imagen vale más que mil palabras muy pocas veces sucede». | Imagen: Neutral Corner. Madrid. 1962
Ramón Masats recorrió España en una motocicleta, primero, y en un Seat 600, después, observando las fiestas y los ritos, religiosos o folclóricos de toda España. En ellos vio siempre algo que los demás, mirando lo mismo, no veían. Supo abordarlos sin hacer una sola imagen tópica y legando, por el contrario, de cada tópico una imagen mítica. «Los tópicos siempre me han gustado —admitía—, y han sido para mí un reto: cómo hacer algo distinto de una cosa tan sobada». En su prólogo al libro Visit Spain (La Fábrica), el escritor Sergio del Molino afirma incluso que Masats «ve más allá de lo que retrata, sin retratar nada más que lo que retrata. Todo lo que expresa está contenido en el encuadre, pero la imagen expresa una verdad que trasciende todas las nociones del oficio para convertirse en algo parecido a la magia». | Imagen: El Rocío. Almonte, Huelva. 1959.
La actual exposición Ramón Masats, El fotógrafo silencioso en la Fundación Foto Colectania de Barcelona presenta 138 imágenes entre las que se incluyen más de veinte inéditas, como esta, tomada por Masats durante una «excursión con la Real Sociedad Fotográfica», según su propio apunte, sin fechar. La muestra comenzó a ser preparada hace ya un año y medio, cuando el fotógrafo aún vivía, por el director de Foto Colectania, Pepe Font de Mora, y Sonia Masats, la hija del autor, quien trabajó codo con codo con su padre en el reordenamiento de su archivo durante los últimos años. De ese proceso, reemergió una serie inédita que Masats tomó en Arcos de la Frontera, Cádiz, «un encargo de un antropólogo francés —ha contado Sonia—. Mi padre fue allí varias veces durante tres años, pero este hombre desapareció, no le pagó y entonces guardó las imágenes. Hay bastante más material inédito de este trabajo, que da para una exposición». La presente —que puede visitarse hasta el 25 de mayo y que incluye alguna de las tomas inéditas de esa serie recuperada— es la primera muestra importante en España tras la que le dedicó, con gran éxito, el festival Paris Photo en noviembre pasado.
Ramón Masats nació en Caldas de Montbui, Barcelona, en 1931. Allí trabajó de los 16 a los 27 años en la bacaladería de su padre, quien, creía, la heredaría como correspondía a l'hereu. Entonces, Ramón lo dejó todo para hacerse fotógrafo. Antes, le había ido sisando a su padre el dinero para comprarse su primera cámara al descubrir la fotografía en la mili. Poco después conoció a los fotógrafos Xavier Miserachs, Oriol Maspons y Ricard Terré, que lo animaron en sus inicios, y en 1957, en Madrid, se convirtió en reportero de Gaceta Ilustrada, la gran publicación de entonces. Se sumó a la par al grupo AFAL, liderado por Carlos Pérez Siquier, que lo abrió al reconocimiento en Europa. Creó, a su vez, con Ontañón, Cualladó, Paco Gómez, Cantero y Camín, el grupo La Palangana, contestatario de la fotografía oficial. Tras sus primeros doce años como reportero, Masats abandonó la fotografía y se convirtió en director de cine y televisión entre 1965 y 1981. Curiosamente, nunca operó la cámara. Sólo dirigía. Su única película de ficción, Topical Spanish, una auténtica perla olvidada del cine español, es una surrealista comedia a caballo entre el mejor Berlanga (al que conocía y admiraba) y el José Luis Cuerda que, una década más tarde, deslumbraría con Total y Amanece que no es poco. En 1982, Masats volvió a la fotografía, ya solo en color. En 2002 lo dejó todo. Y en 2004 recibió el Premio Nacional de Fotografía. Murió a los 92 años en Madrid, el 4 de marzo de 2024. Fue acaso a la fotografía española lo que Berlanga al cine. Un clásico inmune al tiempo, bendecido con los dones de la ironía, el desenfado y el humor, esa forma superior de la inteligencia, esa curiosa ligereza de la más compleja hondura. | Foto: Masats en Cádiz, 1960
Retrato de Ramón Masats tomado por Carlos Carrión, para XLSemanal, durante la pandemia.