El artista con más olfato para los negocios

Jeff Koons, el fabricante de juguetes de los superricos

Es el artista vivo más cotizado, pero la crítica sigue cuestionando los méritos de su obra, inspirada en objetos de consumo. A él no le preocupa. «Autoaceptarse y no juzgar»; esa, nos dice, es su receta para el éxito en los negocios y en la vida. De cerca, descoloca tanto como sus obras. Lo mismo te pregunta si huele mal que te apabulla con su olfato para los negocios.

Domingo, 09 de Enero 2022

Tiempo de lectura: 12 min

El artista vivo más caro del mundo se abre paso lentamente por una plaza florentina. Los fotógrafos rodean a Jeff Koons como una bandada de gaviotas. Es la presentación de su primera gran retrospectiva en Italia y recibe la atención reservada a las estrellas de

Hollywood. Koons, de 66 años, es uno de los pocos artistas cuyo nombre atrae a multitudes a los museos. También es una de sus figuras más controvertidas, cuyas esculturas se venden a los superricos por decenas de millones de dólares.

En los últimos 25 años, el creciente número de personas con grandes patrimonios ha provocado una explosión en el mercado del arte contemporáneo. Según Artprice.com, el índice de precios se disparó hasta alcanzar un máximo histórico en el verano de 2021... con subidas de precios del 400 por ciento desde el año 2000. Solo en el último año obras contemporáneas por valor de 2700 millones de dólares han cambiado de manos en las subastas. Un tercio de estas ventas son generadas por un puñado de artistas: Koons es uno de ellos, Banksy es otro.

Delgado y con una melena perfectamente peinada, Koons parece más un banquero de Wall Street que un artista... quizá porque alguna vez lo fue. Pasó seis años negociando materias primas en Bolsa antes de dedicarse al arte a tiempo completo. En la actualidad, su obra divide a los críticos entre los que piensan que es un cínico vendedor que crea grandes trofeos superficiales y los que lo ven como una gran figura de la tradición del arte pop, el heredero de Andy Warhol.

"A los 3 años hice un dibujo y mis padres me elogiaron mucho. Mi hermana mayor hacía todo mejor, pero el arte era algo que se me daba bien a mí. Así empecé"

Cuando lo conozco en Florencia, Koons me pregunta nervioso si le huele el aliento. Al parecer, hubo una confusión en su desayuno. «Pedí una tortilla de claras de huevo con cebolla, espinacas y tomate y después de comerla me di cuenta de que le habían puesto ajo, así que si puedes oler algo, por favor, dímelo». Es un perfeccionista al que le gusta controlar su entorno. El inesperado ajo le ha descolocado.

Al igual que sus obras de arte, Koons está pulido por fuera, pero el caparazón es difícil de penetrar. Hablar con él puede ser una experiencia surrealista, ya que repite de forma robótica un relato ya preparado, independientemente de la pregunta que se le formule. Cuando le pregunto qué siente al exponer en Florencia, dice que está «encantado de participar en un diálogo con una comunidad más amplia sobre arte. Estoy encantado porque, cuando empecé, no sabía nada de arte». A continuación, cuenta una historia ensayada sobre cómo fue crecer en los suburbios de Pensilvania.

El conejo de los 91 millones. En 2019, Koons se convirtió en el artista vivo más caro cuando su Rabbit de acero inoxidable, modelado a partir de un conejo hinchable infantil [con el que posa en la imagen que, más arriba, abre este reportaje], se vendió por 91 millones de dólares.

Nacido en 1955, sus padres lo animaron a tomar clases de arte. «Recuerdo que a los 3 años hice un dibujo y mis padres me elogiaron mucho. Mi hermana mayor, Karen, siempre hacía mejor todo, pero el arte era algo que se me daba bien a mí».

Dice que aprendió la estética de su padre, que era decorador en una tienda de muebles. De niño, Koons se deleitaba con los cambios en los escaparates. Hacía copias de obras de arte famosas, que su padre exponía y vendía... una importante validación para un niño.

En 1972, con 17 años, Koons se fue de casa para asistir a la Universidad de Bellas Artes de Maryland, en Baltimore. Al principio se sintió como un pez fuera del agua. «Sobreviví a la escuela de arte porque fui capaz de aceptar mi propia historia cultural. Crecí en un entorno de clase media. Fui capaz de aceptar quién era y ver que, si algo tenía significado para mí, podía comunicarlo a otras personas a través de mi arte». Las referencias a la «autoaceptación» son un tema recurrente en el guion de Koons.

El bigote 'a lo Dalí'. Koons lucía de joven un bigote al estilo de Dalí, quien, dice, influyó en su obra y al que conoció con 17 años. Lo vio brevemente en un hotel. «Lo cierto es que no hablamos mucho, pero con él comprendí que podía hacer cualquier cosa que quisiera».

Después de graduarse, se trasladó a Nueva York y consiguió un trabajo en el Museo de Arte Moderno (MoMA), en el que se ganó una reputación por sus impresionantes dotes como vendedor. De ahí que su siguiente destino fuera Wall Street, donde trabajó como agente de Bolsa. Forma parte de la mitología que rodea a Koons el que su pasado en Wall Street haya sido decisivo para su éxito. Pero es algo que el artista refuta, insistiendo en que no era más que un trabajo que desempeñaba para financiar su arte.

También niega que su obra trate del consumismo. De hecho, no critica el gusto suburbano, sino que lo pone en un pedestal. Trabajar con «imágenes que pueden ser despreciadas» es fundamental en su obra, ya sean juguetes hinchables, recuerdos de tiendas de regalos o electrodomésticos.

Me explica que no juzgar es fundamental para su filosofía de autoaceptación. «Cuanto más se elimine el juicio y se practique la aceptación, más abierto se estará a todo lo que existe en el mundo. El juicio conduce a la ansiedad y la segregación», me dice con una sonrisa zen. De entrada, no estoy segura de que se crea su propia frase, pero después de pasar un par de días con él concluyo que sí.

Ideal femenino... con retraso.Las Venus Globo, colosales esculturas de acero inoxidable inspiradas en símbolos de fertilidad de la Edad de Piedra, fueron motivo de una demanda porque Koons se retrasó años en entregarlas.

La mayoría de las esculturas de Koons se presenta en múltiplos: hay cuatro ediciones del famoso Conejo, de acero inoxidable, una de las cuales se exhibe en Florencia. Son conocidas por ser técnicamente muy difíciles de producir. Cada costura y arruga del juguete de plástico a partir del cual se crea se ha replicado en acero. Pero, en lugar de ser bonito o infantil, hay algo siniestro en sus orejas en forma de daga y en su falta de rasgos faciales. Cuando me pongo frente a él, una versión deformada de mí me devuelve la mirada como la distorsión de un espejo de feria. Es inquietante.

Alexander Sturgis, director del Museo Ashmolean de Oxford, cree que las obras de Koons deben verse en persona para ser apreciadas. «Es su presencia física... El cuidado y la atención al detalle son tangibles cuando se tienen delante. Algunas de sus superficies no se parecen a nada que puedas encontrar en cualquier parte del mundo, superficies reflectantes superbrillantes y coloreadas que son casi líquidas».

Koons tiene una fuerte conexión personal con Italia, pero es una conexión dolorosa. Su hijo mayor, Ludwig, del que estuvo alejado durante años, es italiano. Su primera esposa, Ilona Staller, era la estrella del porno italiana, nacida en Hungría, que fue diputada en los años ochenta. Conocida como Cicciolina, tenía un enfoque novedoso de la diplomacia internacional: una vez se ofreció a tener sexo con Sadam Huseín a cambio de dejar entrar a los inspectores de armas en Irak.

Se graduó en la escuela de arte y consiguió un trabajo en el MOMA, donde impresionó por sus dotes como vendedor. Su siguiente destino fue Wall Street, como agente de Bolsa

Koons conoció a Staller en un club nocturno y la contrató inicialmente como modelo para una serie de pinturas y esculturas sexuales muy gráficas que representaban a ambos en varias posiciones del Kama Sutra. Llamó a la serie Hecho en el cielo y dijo que esperaba que neutralizara «la vergüenza en torno al sexo». En cambio, causó indignación en el mundo del arte y consolidó la reputación de Koons como cínico autopublicista. La pareja se casó en 1991, pero tres años más tarde, después de que naciera su hijo, se divorciaron y mantuvieron una larga y amarga batalla por la custodia.

Es difícil conciliar al hombre apacible que conozco con el exhibicionista que una vez posó con una estrella del porno. Se presenta como un hombre de familia, feliz cuando habla de sus hijos. Tiene ocho en total, de edades entre los 9 y los 46 años. La mayor, Shannon Rodgers, fue concebida cuando Koons era estudiante de arte. Él quería casarse con su madre, pero ella consideró que eran demasiado jóvenes, y el bebé fue dado en adopción. Koons se emocionó cuando Shannon lo localizó en 1995. Está en contacto regular con ella y con sus dos nietos.

Sus seis hijos menores están con su actual esposa, Justine Wheeler, una artista de origen sudafricano que en su día trabajó como asistente en su estudio y que ha demostrado ser una gran influencia estabilizadora tras el caos de los años de Cicciolina.

Dos mujeres muy diferentes. La primera mujer de Koons fue Iona Staller, Cicciolina, la estrella del porno, con quien protagonizó su primer éxito como artista y un escándalo mayúsculo. Tuvieron un hijo y un divorcio tortuoso. Ahora está casado con la artista Justine Wheeler (en la foto, con un bolso diseñado por Koons), con quien tiene seis hijos.

La batalla por la custodia de su hijo Ludwig fue una larga sombra. Cuando era un bebé, su madre se lo llevó a Roma contraviniendo una orden judicial de Nueva York y no vio a su padre durante mucho tiempo. Koons declaró que los costes legales casi lo llevaron a la quiebra. Está claro que fue un periodo muy doloroso para el artista, que creó el Instituto Familiar Koons sobre Derecho y Política Internacional para ayudar a otros padres en situaciones similares. Aunque me pide que no saque a relucir el tema, me asegura que él y Ludwig, que ahora tiene 29 años, mantienen una buena relación.

Se enorgullece cuando le pregunto si alguno de sus hijos es artista, y me dice que una de sus hijas, Scarlet, quiere ser actriz y cómica, y que su hijo menor tiene grandes dotes para el dibujo. «Los llevamos a museos de todo el mundo», dice sonriendo.

La familia Koons divide su tiempo entre una casa en Manhattan y una granja en Pensilvania; de hecho, la que había sido la granja de su abuelo, que compró hace 18 años.

«¿Un director de cine hace la película?»

Menos de una semana después de conocer a Koons en Florencia, visito su estudio en Nueva York, donde diseña sus obras con la ayuda de unos 50 asistentes. Es famoso por trabajar con tecnología punta y con los mejores artesanos. Cuando le pregunto si hace algo con sus propias manos, responde: «¿El director de cine hace la película?».

Su estudio ocupa dos plantas de un bloque de oficinas en el centro de Manhattan. Por dentro parece más bien un despacho de arquitecto. Hay maquetas de sus actuales exposiciones en Italia y Catar. Los asistentes están sentados frente a pantallas que trabajan en escaneos 3D de sus últimos diseños, conocidos como The porcelain series, que saldrán a la venta dentro de unos dos años.

La plastilina de su hijo. Play-Doh es la reproducción en aluminio de una creación de plastilina que le regaló su hijo Ludwig –el que tuvo con Cicciolina– cuando era pequeño. Se vendió en 2018 por 22,8 millones de dólares. Hay cinco iguales.

Cuando le pido a Koons que me explique su práctica paso a paso, me hace pasar a un pequeño almacén. Dentro de un armario alto hay docenas de pequeñas figuras de porcelana de colores chillones: bailarinas con tutús y pastoras que abrazan corderos. «Siempre estoy buscando cosas, mirando en eBay y en las tiendas de regalos de los aeropuertos». Revuelve en la parte de atrás y saca con entusiasmo un cenicero de porcelana de los años cincuenta. «Esto me encanta. Mis abuelos tenían uno. Se fabricaron en Japón después de la guerra». Es una mujer rubia en una bañera con las piernas levantadas en el aire. «Mira, puedes mover sus piernas hacia delante y hacia atrás y ella sostiene un abanico sobre su pecho. Es muy...». Busca la palabra adecuada antes de decidirse por «sensual».

Y, una vez que ha elegido un objeto, ¿cuál es el siguiente paso? En lugar de responder, empieza a contarme de nuevo su infancia. «Crecí en Pensilvania, en una familia de clase media...». Ahora me sé el guion palabra por palabra. Finalmente, me explica cómo utiliza la tecnología para captar cada detalle. «Hago tomografías, escaneos con luz blanca y con luz azul hasta tener todas las medidas. Fusionamos los diferentes escaneos, hacemos amplias fotografías de las superficies...».

Parte de la cultura popular. En 2017, Jay-Z actuó delante de un perro inflable de 12 metros. Y en la canción Picasso baby, el rapero canta: «Oh, qué sensación, joder, quiero mil millones de globos de Jeff Koons». Aparte de Banksy, es difícil pensar en otro artista que haya entrado en la corriente sanguínea de la cultura popular de la misma manera.

El estudio de Koons se dedica a la ingeniería inversa. Aunque hace algunos cambios, el parecido auténtico con la pieza original es importante. Algunas de las esculturas se realizan en piedra y otras, en metal en fundiciones especializadas de Alemania. Pueden tardar años en hacerse. Uno de los peligros de este tipo de obras es ser demandado por violación de los derechos de autor. Koons se ha enfrentado a varios juicios. Parte de su defensa fue que las esculturas estaban «hechas con la intención de parodiar», algo contradictorio dado que también dice que su obra no es una parodia del consumismo.

Lo más que ha tardado en crear una escultura fueron 20 años. Descrita en un catálogo de Christie's como una «recreación meticulosa y épica de un juguete infantil», Play-Doh se inspiró en una creación multicolor de plastilina que le regaló su hijo Ludwig cuando era pequeño. La ilusión es perfecta, parece suave y orgánica; dan ganas de tocarla y apretarla, pero es dura como una roca y está hecha de aluminio. Hay cinco. En mayo de 2018, Christie's vendió una por 22,8 millones de dólares. Damien Hirst, que es fan, tiene una en su gran colección de obras de Koons.

Los inversores compran a partir de un boceto y Koons tarda años en entregar sus obras. Algunos se ponen nerviosos y demandan. "Miguel Ángel también tardaba años y el Papa se impacientaba", responde él

Pero los largos tiempos de producción han sido un problema. La Galería Gagosian, que representaba a Koons hasta 2020, se enfrentó a una demanda de un fondo de inversión que encargó obras de arte a partir de un boceto y se impacientaron cuando, varios años después, aún no habían sido entregadas. Comprar a Koons se convirtió en un juego de futuros. Cuando le pregunto sobre esto, me dice: «Si miras la historia, esto no es inusual. Miguel Ángel tardaba años en hacer sus piezas. ¿Recuerda cómo el Papa se impacientó con él por la capilla Sixtina?».

Las obras de arte que protagonizaban las demandas eran sus Venus Globo, colosales esculturas de acero inspiradas en pequeños símbolos de fertilidad de la Edad de Piedra. Cuando le pregunto por qué tardó tanto, Koons explica que le llevó meses trabajar con un artesano de globos para dar con el modelo perfecto. Después tuvo que esperar a que hubiera un hueco en una fundición específica para hacer el fresado, el pulido y la pintura. «Hay que examinar la idea de que Koons tiene éxito comercial –dice Sturgis–. Gasta cantidades increíbles de dinero para desarrollar sus obras de arte y ha estado a punto de quebrar varias veces. Si solo le interesara ganar dinero, podría haber hecho mucho más».

Contraste y equilibrio. Koons protagoniza ahora una exposición en Florencia y otra en Catar. Tiene galería propia en Nueva York, Pace, después de romper su relación con la Gagosian en 2020. En la imagen posa con su obra Gazing ball, bird bath, de la serie de sus bolas azules sobre esculturas de escayola blanca.

Georgina Adam, autora del libro El lado oscuro del boom: los excesos del mercado del arte en el siglo XXI, afirma: «Las esculturas monumentales de Koons son obras trofeo. Si tienes un Balloon dog o el Rabbit, estás entre unos pocos elegidos. Si tienes una megafortuna, hay pocas cosas en las que puedas gastar tu dinero que no puedan hacer los demás. Estas esculturas se hacen muy lentamente, con cuidado, para los superricos, como se hacían los huevos de Fabergé en el pasado».

Koons también se ha entregado a lo que se conoce como 'estiramiento de la marca' en el mercado de artículos de lujo, por ejemplo, diseñando los bolsos de Louis Vuitton. Su última colaboración es con BMW: una edición especial del Serie 8 Gran Coupé.  Está deseando presentarlo en la Feria de Arte Frieze de Los Ángeles este año. «Me siento como un pavo real cuando lo conduzco. Quiero que la gente mire y diga: '¡Guau!'». Puede funcionar para los coleccionistas. Está por verse qué dicen los críticos de arte.


© The Sunday Times


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