Se respira un caos pacífico y feliz en la casona de piedra de un pueblo de la sierra madrileña donde vive Carlos Saura. Campan por allí tres perros y dos gatos. Se acumulan premios, recuerdos de viajes, dibujos, libros, fotografías, antiguas cámaras de fotos y
ahora, además, hay allí pañales y baberos porque una visitante frecuente es Laia, de un mes, el bebé de su hija Anna, que nos acompaña en la conversación.
Se percibe una complicidad preciosa entre Anna, de 26 años, y su padre, de 89. Se adivina en cómo se miran, se entienden y se ríen. «¡Qué guapa eres! -le dice él todo el rato mientras posan para las fotos-. No pareces hija mía», añade Carlos Saura mientras se troncha de risa.
XLSemanal. Parece muy contento.
Carlos Saura. Soy un privilegiado, lo reconozco: porque he hecho las películas que quería hacer y vivo en esta casa con un jardín grande que me permite pasear y el aire que se respira es estupendo. Y nunca he tenido tanto trabajo como ahora. En enero hemos terminado las mezclas de una película mexicana, un musical que se llama El rey de todo el mundo.
XL. ¿Cómo se organizan para trabajar juntos?
Anna. No tenemos una metodología, le llevo la agenda, los compromisos, de todo. Ahora estamos haciendo una exposición de fotos y ahí lo ayudo muchísimo.
Carlos. Es una trabajadora infatigable. Siempre con el teléfono, que es una cosa que a mí me pone enfermo. Le cogí odio en la guerra española porque cada vez que llamaban por teléfono era para dar una mala noticia. Le he cogido mucho miedo al teléfono.
XL. La guerra fue peor que esta pandemia.
Carlos. Sí, no es comparable, pero yo siempre tengo mucho miedo de que se pueda repetir una guerra civil en España. No es tan complicado como parece. Me da miedo porque yo he vivido la guerra y sé lo terrible que es, aunque para un niño era una cosa fascinante también. El problema de España no es solo la COVID, que antes o después se va a arreglar, el problema son los conflictos que hay todavía entre las derechas y las izquierdas. Como decía Unamuno, este es un país cainita que tiene un componente de destrucción.
XL. ¿La clave para estar tan bien es conservar la curiosidad?
Carlos. El problema es que a mí me gustan demasiadas cosas. Voy mucho a Madrid, a ver cómo progresa la ciudad y a mirar a la gente. También pinto, escribo… Lo único que no he conseguido hacer es tocar un instrumento: me hubiera gustado tocar el chelo. El secreto es tener la cabeza ocupada con cosas que te gustan.
XL. Usted dice que el futuro está lleno de posibilidades para los soñadores.
Carlos. Es muy poético, ¿no? Defiendo muchísimo la imaginación. Lo he aprendido de Goya y de Buñuel. La imaginación es fundamental.
XL. Ahora se valora mucho la juventud. ¿Está la experiencia denostada?
Carlos. En las sociedades primitivas, las personas mayores controlaban la tribu. Yo tengo otra idea: yo pienso que la gente mayor no por ser mayor es más sabia; a veces es más torpe porque se pierde la agilidad mental, se pierden muchas cosas. Yo creo que es mejor tener un dirigente joven, pero inteligente, que no uno mayor que se va a morir dentro de cinco o seis años.
XL. Joe Biden, presidente de Estados Unidos, tiene 78 años.
Carlos. Bueno, es joven todavía [se ríe].
XL. ¿Le afecta la fatiga pandémica?
Carlos. Yo soy optimista. Como todo en la vida, pasará. Es un fenómeno tremendo, pero no va a acabar con la humanidad. Aunque la población cada vez va siendo más vieja y los jóvenes van a tener menos hijos porque ven que tener uno o dos hijos es muy duro para la relación de pareja y para todo en general. Yo he vivido eso. Tengo seis hijos.
Anna. ¡Siete!
Carlos. Siempre se me olvida. La última es esta [se ríen]. Es que la considero más que mi hija. Me lleva todos los asuntos. Y firma como yo, lo cual es gravísimo porque cuando yo me muera ella va a firmar todas las cosas y se va a quedar con todo.
XL. Con siete hijos, le dice a Anna que pare el carro con dos pequeños.
Carlos. Es que es otra época. A los 25 años tuve a mi primer hijo. Todo ha cambiado muchísimo. Antes era muy corriente tener cuatro o cinco. Nosotros éramos cuatro, pero mi madre tuvo varios abortos y una niña que murió con 2 años.
XL. ¿Se acuerda mucho de sus padres ahora?
Carlos. Siempre me acuerdo de mis padres. Además, una reflexión que yo me hago y que debe hacerse todo el mundo es que, cuando se muere una persona a la que quieres, piensas que no has estado suficientemente con ella o que no le has preguntado más sobre su vida. A mí me gustaría haber hablado más con mi madre, que era una chica de Huesca con una vida bastante insólita: se fue a París, empezó a tocar el piano y obtuvo un premio especial. Podría haber sido una gran pianista, pero se casó con mi padre, tuvo hijos y, aunque siempre tocaba en casa, dejó el piano como profesión. Es una pena porque habría sido una gran pianista.
XL. Anna, ¿conociste a tus abuelos?
Anna. A mi abuela materna, que tiene la misma edad que mi padre y está también como una rosa.
XL. ¿Tu padre te ha hablado de sus padres?
Anna. No mucho, casi siempre hablamos de trabajo.
Carlos. Yo creo que tampoco le interesa demasiado a ella. Cuando hablo con mis hijos de la guerra española, veo que no les interesa nada. Es normal, la vida continúa y destruye el pasado. Lo único que queda es el milagro de la fotografía. Lo he dicho 40 veces, pero lo repito: cuando aprietas el obturador de una cámara, lo que guardas es el pasado; algo que no se va a repetir nunca más. Es una reflexión terrible. Mi hija, que tiene en su móvil millones de fotografías, el día que pierda ese teléfono se queda sin su pasado.
XL. ¿Nota alguna diferencia importante entre su generación y la de Anna?
Carlos. Ha habido una evolución, pero no me ha costado ningún trabajo escuchar la música que les gustaba a ellos, aunque yo he seguido con mi música clásica. Yo soy partidario del reguetón, me parece un invento genial porque tiene un ritmo bailable fantástico. A mí lo que más me gusta de la música es la posibilidad de que se baile.
XL. Es optimista por naturaleza.
Carlos. Sí, siempre he sido optimista conmigo mismo y un poco pesimista con los demás, porque veo que a mi alrededor hay de todo. Desgraciadamente, una de las cosas que veo peor es que se van muriendo los amigos. Buñuel tenía una lista donde apuntaba sus amigos que se morían; yo no lo hago, pero los tengo en el pensamiento y es una tragedia: muchos de mis grandes amigos se han muerto.
XL. Las pérdidas pesan.
Carlos. Sí y te quedas pensando si te has preocupado por ellos. A lo mejor son buenos amigos, pero nunca les has preguntado cosas de verdad. Hubiese sido bonito llegar a ese conocimiento con mi madre, me habría gustado. El problema es que te das cuenta siempre tarde, cuando ya se ha muerto esa persona.
Anna. Yo muchas veces pienso en grabarte, aunque a veces lo hacemos cuando probamos cámaras.
Carlos. Tenemos todos nuestros viajes grabados con una GoPro que llevaba Anna, de reportera. Otra de las cosas que tiene esta niña es que es una fotógrafa estupenda.
XL. ¿Cuántos nietos tiene?
Carlos. No sé, he perdido la cuenta, no me interesa saberlo y me niego a que me llamen ‘abuelo’, les digo: «Llámame ‘Carlos’ o ‘don Carlos’ o lo que te dé la gana, pero ‘abuelo’… ni hablar».
XL. ¿Es niñero?
Carlos. Creo que he sido un buen padre, sobre todo cuando cumplían 2 años y ya he podido dibujar con ellos, comunicarme. Me gusta mucho que dibujen conmigo. Aquí siempre hay una mesa preparada para ellos.
XL. ¿Sus hijos le preguntan mucho sobre su vida?
Carlos. No recuerdo que mis hijos me hayan preguntado sobre mi pasado jamás. Al contrario, ellos -con su egoísmo natural- estaban más preocupados con su presente, sus novias, sus cosas. Es normal.
XL. ¿Les pregunta usted a ellos?
Carlos. A veces. Pero es difícil comunicarse con un hijo tuyo cuando es mayor porque tiene su mundo secreto. Es más fácil tener una comunicación profunda con un amigo que con un hijo.
Anna. Hablamos casi más del día a día -de cámaras, de películas- que del pasado.
Carlos. El pasado hay que dejarlo a un lado. Lo respeto muchísimo: de hecho, guardo miles de fotografías, las máquinas de fotos, libros, películas… Pero el pasado hay que superarlo, hay que estar en el presente y proyectarse hacia el futuro. Es la única forma de poder vivir. Si vives anclado en el pasado, estás perdido. Lo que yo quiero es que no se repita la guerra ni sobre todo la posguerra, que para mí y para mi familia fue mucho peor, más difícil.
XL. Le preocupa la guerra.
Carlos. He vivido los bombardeos. He visto muertos en la calle y una casa derrumbarse delante de mí. Veo que el ser humano no aprende nunca. Incluso en la Prehistoria sucedía esa cosa tan elemental de que una tribu se creía mejor que otra. El hombre tiene que superar esa cosa que tiene de animal, de posesión, de celos. Llevamos dentro un ADN que nos marca desde hace millones de años. Somos animales territoriales y ese es el gran problema.
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