Desayuno de domingo

Karra Elejalde: «Soy actor por casualidad. Yo quería ser cura o pelotari. Y trabajé como electricista»

Vitoria, 1960. Mi nombre real es Carlos Elejalde Garay. Soy actor, director, guionista, electricista, me gusta pintar y escribir canciones: un hombre orquesta. El día 16 estrenamos en cines La vida padre.

Sábado, 03 de Septiembre 2022

Tiempo de lectura: 2 min

XLSemanal. Lo llaman 'Karra' por karramarro. ¿Qué apodo es ese?

Karra Elejalde. Mucha gente cree que Karra viene de Carlos, pero no. Mi madre era pescatera, vendía pescado, y a mí me llamaban ‘cangrejo de mar’, que en euskera se dice karramarro. Un día, en un mitin político, hablé de la masturbación del karramarro, la gente se rio mucho y me quedé con Karra.

XL. Dice que es actor por casualidad.

K.E. Sí, yo quería ser cura o pelotari [ríe]. Luego hice una FP de electricista y trabajé como montador eléctrico.

XL. Y tras 85 películas rodadas, Koldo (de Ocho apellidos vascos) lo hizo famoso.

K.E. Eso sucede la mayoría de las veces. Además, yo empecé en el teatro y, luego, fui alternando. Ahora tengo cinco películas pendientes de estreno.

XL. Estaba algo cansado de Koldo, pero su personaje en La vida padre lo recuerda...

K.E. Son totalmente distintos: Koldo era un armador nacionalista obsesionado con la heráldica y con muy mala leche. Juan Inchausti es un hombre anclado en los 90 con el síndrome de Korsakoff. Lo que pasa es que, cuando trabajo en Euskadi, no suelo controlar el acento vasco y eso quizá te lo recuerde.

XL. ¿Se identifica más con Juan, un chef vasco que se tira a la ría y reaparece en Bilbao treinta años después sin memoria?

K.E. Sí, sobre todo porque mi madre, con noventa y pico años, está con una senilidad tan avanzada que ya ni nos conoce. Con esta película me pareció que podía hacerle un homenaje al encarnar un poco esa situación.

XL. La vida padre enfrenta la cocina tradicional vasca de Juan y la vanguardia molecular de su hijo.

K.E. Sí, yo sería un Julián de Tolosa, y mi hijo un Arzak, un Adrià. Pero cualquier chef de la nouvelle cuisine reconoce que necesita tirar de la cocina tradicional para después esferificar, deconstruir...

XL. Así que no es un duelo vasco-catalán...

K.E. No, no, es un homenaje a ambas cocinas, y a la francesa. Pero, sobre todo, a Bilbao, moderno y precioso, sin olvidar el encanto de aquel Bilbao oscuro con las sábanas colgando para, después, llevártelas grises a casa [ríe]. Se mantienen los dos encantos.

XL. Y tiene una hija actriz.

K.E. Sí, de 21 años, y ya va a castings; va a ser muy buena. Lo ha mamado: su madre, actriz [Silvia Bel], su padre... Ya sabe que no hay justiprecio: puedes pasar por ahí sin esfuerzo y lograr una maravilla o dejarte la vida en el empeño sin salir airoso. Es una profesión muy injusta y absorbente, y estoy aquí para alertarla de que hay que echarle ovarios y pelotas.


«En casa: zumo de naranja, un colacao y unas magdalenas. En hotel: zumo de naranja y huevos fritos con beicon. En Madrid: un chocolate con churros».

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