XLSemanal. ¿Los ganó todos todos?
Juan Pérez Floristán. Sí. Gané el primer premio, el del público y los tres de mejor interpretación: de Beethoven, de música de cámara y de una obra de un compositor israelí.
XL. ¡Vamos! Que no lo olvidará en su vida.
J.P.F. Sí, pero también porque me llevó cuatro días de pesadilla escapar del país por el conflicto bélico en el que ha estado Tel Aviv. Al final logré que me acogiera Atenas tras pagar muchos vuelos que luego eran cancelados.
XL. Habla usted muy rápido y no para.
J.P.F. Me gusta demasiado charlar y debo tener cuidado: enseguida me voy de la lengua y meto la pata. Creo que tengo hiperactividad y horror vacui.
XL. Usted no ha hecho la carrera oficial de piano en un conservatorio.
J.P.F. No la he hecho dentro del sistema, no. Lo que le hace falta a un artista es tener buenos maestros y mentores, y ojalá los encontráramos en el sistema público. Si los tienes que encontrar en el privado, pues a pagar, no hay más cojones. El gran secreto para formarte como artista es tener dinero.
XL. Su padre es director de orquesta y su madre, profesora de piano. Está claro que usted no iba para registrador.
J.P.F. Hubiera sido complicado [ríe], pero obligación de ser pianista no tuve. De hecho, mi hermana es farmacéutica.
XL. ¿Es verdad que de niño se ponía a bailar cuando escuchaba a Beethoven?
J.P.F. ¡Sí! [ríe], luego aprendí a bailar salsa y ahora tomo clases de expresión corporal. Me encanta moverme.
«Tomo también un tazón de leche de almendras con cereales, semillas y frutos secos; y dos tostadas de pan de centeno con aceite de oliva, aguacate, queso y tomate».
XL. ¿Tiene tatuajes y ha hecho 'botellón' alguna vez?
J.P.F. Sí; pero prefiero emborracharme indoor, a cubierto. Llevo un pendiente y tengo un tatuaje de mi perrita Nata. Soy demasiado raro para la profesión que tengo.
XL. Desde muy joven ha viajado solo.
J.P.F. Sí, y lo que peor llevo es volver al hotel solo con una buena dosis de adrenalina encima. Es una putada; pero la gente trabaja y no te puede seguir. Es caro...
XL. ¿Tiene novia?
J.P.F. Ahora sí; antes no había tenido ni la suerte ni la calma para ello, pero no me sigue [ríe]. Tiene su propia vida, es actriz y me pone los pies en la tierra.
XL. ¿La COVID le ha cambiado en algo?
J.P.F. De entrada, me he venido a vivir a Sevilla tras años en Berlín, allí me sentí muy solo, y estoy resucitando al niño que no fui y al adolescente rebelde que no lo fue. También me ha cambiado las prioridades: ahora sé que la música no es lo más importante para mí, sino mi vida personal.