François Pinault El emperador de la moda «Soy un antiburgués»

Es uno de los hombres más ricos del mundo, propietario de un imperio del lujo, con marcas como Gucci o Alexander McQueen. Coleccionista de arte, acaba de abrir un museo en París y sus obras no han dejado indiferente a nadie. Pinault piensa sorprender... hasta en su tumba. Lea.

Domingo, 11 de Julio 2021, 06:31h

Tiempo de lectura: 10 min

Esta mañana hay un Audi con las lunas tintadas aparcado delante de la Bourse de Commerce ('Bolsa de Comercio'), el antiguo mercado de cereales de París, no lejos del Louvre. Eso significa: hoy ha venido François Pinault. Durante estos últimos meses, lo

ha hecho casi a diario. Aquí se muestra por primera vez en París su colección de arte contemporáneo.

François Pinault, de 84 años, es autodidacta, empresario, coleccionista de arte y, según la revista Forbes, el tercer hombre más rico de Francia. En el ranking mundial se encuentra en la posición 23, su fortuna se estima en 46.000 millones de euros. La marca que ha creado las deportivas que lleva puestas es suya, igual que otras casas de lujo como Gucci, Yves Saint Laurent, Bottega Veneta, Alexander McQueen, Brioni y Boucheron.

La nueva Bourse de Commerce muestra una sorprendente selección de obras. Entre ellas, una reproducción fiel de una celda del 'corredor de la muerte' de la prisión de San Quintín, en California, obra del artista David Hammons. También 94 fotografías sobre la polémica Enmienda Helms de 1987, votada entre muchos otros por el senador demócrata Joe Biden y que prohibía el uso de fondos públicos para la prevención del sida. ¿Pura pose o la sincera plasmación de sus convicciones?


XLSemanal. Muchos creían que presentaría las joyas de su colección, por ejemplo, las obras de Damien Hirst o Mark Rothko. No lo ha hecho. ¿Por qué?

François Pinault. Habría sido un espectáculo de lo superlativo, con obras que cuestan una fortuna. Y eso era justo lo que no quería hacer. Mi intención es mostrar que el arte no siempre tiene que ver con el dinero.

XL. Un crítico ha llegado a decir que es la exposición de un anarquista, con artistas negros y outsiders, pensada para demostrar que un capitalista puede ser sensible. ¿Se reconoce en esta descripción?

F.P. Bastante, sí, aunque no sé si anarquía es la palabra adecuada. Siempre he querido cambiar las cosas. No quedarme quieto, mantenerme en movimiento, son los lemas que me han acompañado. De no haber sido así, hoy seguiría en el pequeño pueblo de la Bretaña en el que nací. A lo mejor hasta sería feliz allí, me sentaría todos los días a beber sidra con mis amigos. Nacer y morir en el mismo pueblo… es un camino posible. Pero no el mío. No estaba dispuesto a aceptar ese destino.

La familia.Con François-Henri, su hijo mayor y relevo en sus negocios, su esposa –Maryvonne– y su nuera, la actriz Salma Hayek.GETTY IMAGES

XL. ¿Quizá esa sea su vena anarquista?

F.P. No me gusta ese término, suena a alguien que busca pelea. Lo que yo quiero es cambiar las cosas, no aceptar sin más que el mundo es como es.

XL. ¿Se define entonces como una persona más bien de izquierdas?

F.P. Izquierda, derecha, ¿eso qué significa? No lo termino de entender. Lo que no me gusta es ver a los demás como inferiores solo por pertenecer a un mundo, a una clase diferente.

XL. Son palabras inusuales en alguien que ha hecho una fortuna gracias al sistema capitalista…

F.P. Sí, lo sé. Pero, aunque les sorprenda, soy un antiburgués. Me niego a seguir ese reflejo tan propio de la burguesía de instalarte en tu propio confort, sin mirar a tu alrededor. Además, se puede estar aburguesado con un nivel limitado de confort: una casa pequeña, un jardín pequeño, dejar de interesarse por lo que pasa en el resto del mundo. La única diferencia es que los ricos viven en palacios, conducen coches caros. Pero ellos también dicen que todo está bien como está, que qué me importan a mí los demás. Yo no soy así.

XL. Usted vive en un antiguo palacio aquí en París...

F.P. Así es, pero el destino de los demás, de las personas que viven en la pobreza, que llevan una vida de miseria y desesperación, no me es indiferente. No he olvidado de dónde vengo, me gusta ayudar a quienes se encuentran en situaciones difíciles.

XL. ¿Y cómo lo hace?

F.P. No le voy a dar un listado. Mi madre decía: «El bien no hace ruido, porque el ruido no produce nada bueno».

«Izquierda, derecha, ¿eso qué es? Lo que no me gusta es ver a los demás como inferiores solo por pertenecer a una clase diferente»


En política, resulta complicado situar a este multimillonario. Con el gaullista Jacques Chirac lo unió una amistad de años. El que fuera presidente de la República falleció en una casa propiedad de Pinault que el empresario había puesto a su disposición. Tras las elecciones presidenciales de 2012, Pinault declaró que había votado por el socialista François Hollande y no por Nicolas Sarkozy, del que le desagradaban sus aires de nuevo rico. El presidente actual, Emmanuel Macron, parece gustarle más, aunque dijo en el diario Le Monde que lamentaba que no entendiera a la «gente humilde».

Todos los que lo conocen bien confirman que Pinault nunca ha olvidado sus orígenes. De niño solo hablaba el dialecto local, dejó los estudios a los 16 años para ayudar a su padre en la serrería de la familia. Prosperó, creó su propia empresa, la vendió, se pasó al comercio de azúcar y ganó su primera fortuna.

Pinault empezó a moverse en el mundo del arte con la curiosidad y la energía que solo parecen poseer los autodidactas. Compraba cubistas y surrealistas, luego dio el salto al arte abstracto. En 1990 adquirió en Nueva York un Van Gogh y un Mondrian, los dos por ocho millones de dólares.


XL. ¿Cómo decide usted qué piezas compra?

F.P. No puedes reducir una obra de arte a su dimensión estética. La belleza puede ser una trampa, puede volverse rápidamente algo vacío. Y pasado un tiempo te preguntas por qué la compraste. Es un poco lo que ocurre con una mujer hermosa, un hombre atractivo a los que conoces durante una cena, pero luego…

Lo más moderno.El museo reúne más de 10.000 obras de casi 400 artistas. La colección abarca todos los campos creativos del arte desde la década de 1960. En la foto: instalación de Bertrand Lavier, 2020.BOURSE DE COMMERCE - PINAULT COLLECTION, PARIS 2021 - FOTO: AURÉLIEN MOLE

XL. En esta exposición de París exhibe usted muchas obras de artistas negros y fotografías sobre el tema de la igualdad de género. Es una exposición que va con el espíritu de los tiempos. ¿Ha sido esa su intención?

F.P. Este debate sobre el espíritu de los tiempos me molesta. No me gusta que la gente piense: «Mira, el viejo quiere ir de moderno». Al artista afroamericano David Hammons lo conozco desde hace casi 40 años. Mi colección no encierra ningún propósito, y mucho menos político. El factor impulsor siempre ha sido ver una obra de arte y querer tenerla como sea.

XL. ¿Cómo conoció a David Hammons, un artista que critica la América capitalista y la violencia policial y que una vez vendió bolas de nieve como obras de arte en las calles de Brooklyn?

F.P. Vi uno de sus body prints en una pequeña galería de Nueva York. Le pedí a la galerista que me organizara un encuentro con él. La respuesta fue: «No acepta encuentros con nadie». Pero como soy un bretón cabezota, volví a la galería en mis siguientes visitas a la ciudad. Y por fin lo conseguí. Y empezó a fraguarse una amistad que se ha vuelto muy estrecha.

«No me gusta que la gente piense: 'Mira, el viejo quiere ir de moderno'. Mi colección no encierra ningún propósito, y mucho menos político»

XL. El multimillonario francés y el artista nacido en una humilde familia de Illinois… ¿Qué los une?

F.P. Hammons sufrió durante los años sesenta muchas humillaciones por el color de su piel. Se reían de él, nadie lo tomaba en serio como artista. La pintura o la escultura eran cosas reservadas a los blancos. Lo pasó muy mal. Cuando se enteró de que yo vengo de familia de campesinos, dijo: «Somos iguales».

XL. Pero las penalidades que pudo pasar usted poco tienen que ver con las de un negro en los Estados Unidos de los años sesenta.

F.P. Hubo un tiempo en el que la gente se burlaba de mí y nadie me tomaba en serio. Pero no, seguro que no se puede comparar con lo que pasó Hammons. Me gusta lo radical que es. Vive al margen del mercado.

Estereotipos.Obra de David Hammons, 2000, artista que aborda en sus instalaciones los estereotipos y la cuestión raciaBOURSE DE COMMERCE - PINAULT COLLECTION, PARIS 2021 - FOTO: AURÉLIEN MOLE

XL. En 2005 le cedió a su hijo la dirección del consorcio Kering, bajo el que se agrupan todas sus marcas de lujo. ¿Cuánto tiempo le sigue dedicando a la empresa?

F.P. El 70 por ciento de mi tiempo se lo lleva el arte y el 30 por ciento, la empresa. Estoy al tanto de todo, pero François-Henri lleva muy bien el negocio, no tengo que preocuparme por nada.

XL. Parece una situación bastante más armoniosa de lo que suele verse en las empresas familiares.

F.P. Soy partidario del relevo temprano y ordenado. Desde que cedí el testigo, soy más libre.

XL. Uno de sus competidores también tiene un museo en París. Bernard Arnault, propietario del consorcio de lujo LVMH, abrió hace años la Fondation Louis Vuitton. ¿La guerra entre ustedes ya ha terminado?

F.P. No hace mucho hemos hecho un recorrido juntos por aquí, por la Bourse de Commerce. Él y yo hemos sido competidores muy duros. Pero la rivalidad y la competencia pertenecen al mundo de la economía, no al del arte. Somos dos personalidades muy diferentes, reconozco sus cualidades y respeto su éxito.


Su relación difícil con el otro emperador.Bernard Arnault, el dueño del otro imperio del lujo, LVMH, mantuvo un largo enfrentamiento con Pinault. En 1999, este compró el 42 por ciento de Gucci, operación por la que Arnault –en poder del 34 por ciento– se sintió engañado.GETTY IMAGES

Estas palabras son bastante más amistosas de lo que durante mucho tiempo fueron las relaciones entre los dos gigantes de la industria francesa del lujo. La guerra de años entre Pinault y Arnault, dos de los hombres más ricos del mundo, ha llenado libros enteros.

Su origen tuvo en 1999, consecuencia de una acción marcadamente hostil de Pinault: cuando, contraviniendo todas las garantías previas que había dado, compró el 42 por ciento de Gucci. Arnault, dueño del 34 por ciento de las acciones de la marca italiana de moda, se sintió engañado.

A partir de ese momento, los dos empresarios se embarcaron en una feroz rivalidad; se cuenta que llegaban a arrebatarse chóferes y mayordomos el uno al otro. El conflicto se prolongó hasta el año 2001, cuando la mediación de varios intermediarios llevó a la firma de los 'acuerdos de Gucci': Pinault compró las acciones de la marca italiana en posesión de su rival a un precio extremadamente generoso.

«Aquello puso fin a la 'guerra caliente' –dice Alain Minc, asesor de Pinault durante años y una de las personas que negoció aquel acuerdo–. Lo que siguió fue una 'guerra fría'». Los dos empresarios estuvieron ocho años sin dirigirse la palabra. El 'telón de acero' siguió vigente hasta una comida privada celebrada en enero de 2009, una vez más muñida por Alain Minc.

«Les explicamos a los dos que, a la vista de la difícil situación provocada por la crisis económica de 2008, deberían volver a hablar entre ellos», revela Minc. Con los entrantes bebieron un Château Latour de la bodega de Pinault; con el plato principal, un Cheval Blanc de Arnault. Los dos hombres de negocios acabaron acordando un documento estratégico para reforzar su cooperación en el sector del lujo. «La 'guerra de Gaza' en París ha terminado», fue la expresión que usó Minc cuando se cerró el acuerdo.


«Hubo un tiempo en el que la gente se burlaba de mí y nadie me tomaba en serio»

XL. Con la pandemia, algunos se plantean si los productos fabricados por la industria del lujo no son superfluos. ¿Cree que se notará en su negocio?

F.P. El lujo siempre ha pertenecido al reino de los sueños, de la poesía. Y, a pesar de que la pandemia ha sacudido los mercados, la industria del lujo ha sobrevivido. Se transformará, tendrá que prestar más atención que antes a la sostenibilidad de sus productos. Pero la industria sobrevivirá, lo dicen las cifras que nos llegan desde Asia. Son impresionantes.

XL. ¿El mundo será diferente después de esta pandemia?

F.P. Algunas cosas cambiarán, eso espero. La gente trabajará de otra manera, ya no habrá que coger un avión para cada reunión. En el mejor de los casos, las personas se volverán algo más razonables, las empresas también. En cuanto al resto, más bien estoy con mi amigo el escritor Michel Houellebecq. El año pasado, al final del primer confinamiento, le pregunté qué creía que iba a cambiar. Le dio una calada a su cigarrillo, me miró y dijo: «Será como antes, solo que un poco peor».

XL. ¿Es cierto que ya ha encargado su lápida?

F.P. La iniciativa no partió de mí. Un día vino a verme el artista italiano Maurizio Cattelan y me dijo: «Me gustaría diseñar tu sepulcro». Qué idea tan extraña, pensé, pero le dije que adelante. Cattelan lo organizó todo, incluida una losa en la que escribió «Why me» ('Por qué yo'). Ahora está en un cementerio en la Bretaña, pero a mi familia todo este proyecto no le entusiasma, así que no es seguro que al final se haga.

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