Ajedrecista y psicóloga Las otras ‘guerras’ del ajedrez María Rodrigo: «En los torneos me han dado patadas por debajo de la mesa»

«En los torneos no siempre impera la deportividad. Los ajedrecistas no solo deben estar atentos a las piezas del rival, sino a sus tretas. Una partida puede decidirse fuera del tablero», explica María Rodrigo (Madrid, 33 años). Ya no compite, pero asiste a campeonatos como psicóloga de la Federación Española. Ha coescrito Guía para padres y madres de ajedrecistas.    

Viernes, 26 de Mayo 2023

Tiempo de lectura: 4 min

XLSemanal. Cada vez hay más niños jugando en colegios, clubes... ¿Necesitan algún tipo de apoyo psicológico?

María Rodrigo. Sí, sobre todo si destacan, porque van a soportar mucha presión. Los vemos competir a un gran nivel,pero se nos olvida que son niños y que aún están aprendiendo a escribir, a sumar… No podemos exigirles que gestionen las emociones como si fueran adultos.

XL. ¿Sucede como en los partidos de fútbol donde hay padres que no se comportan?

M.R. Los papás no se van a meter con el árbitro, pero pueden presionar de otra manera. Muchos siguen las retransmisiones y van viendo en un módulo (programa de ordenador) las mejores jugadas. Es muy típico que el niño salga de la sala hecho polvo porque ha perdido y que, encima, el padre le recrimine no haber jugado lo que decía el módulo.

XL. ¿Cuando usted competía no pasaba?

M.R. Mis padres ni siquiera veían mis partidas. Ahora también hay mucha obsesión con el ELO, el ránking. La derrota supone una pérdida de puntos y muchos padres le contagian su preocupación al niño, que juega agarrotado. El fútbol es un deporte colectivo y la responsabilidad se reparte. En ajedrez, si pierdes, no puedes echarle la culpa a nadie.

XL. Pero en la vida hay que sobreponerse a los errores…

M.R. Sí, aceptar que has perdido y volver a colocar las piezas para empezar otra partida es uno de los grandes valores del ajedrez. Pero no es fácil. Puedes pasar de tener una partida ganada a que te la compliquen con un solo movimiento. Piensas que vas a reventar a tu rival y, de repente, eres tú el que está en apuros…

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XL. Lo de reventar al rival suena muy agresivo…

M.R. [Ríe]. Yo soy muy zen, pero cuando compito me cambia la cara. No sonrío. Voy a la yugular desde el principio. El ajedrez es un deporte violento y no puedes canalizar la energía. No puedes hablar, aunque sí que te puedes levantar, pero eso no te quita la tensión. Y va in crescendo hasta el desenlace; entonces baja de golpe. Muchos niños terminan una partida y se ponen a llorar.

XL. ¡Vaya panorama!

M.R. Que lloren es fantástico. En una partida no estás moviendo muñequitos. Se han esforzado. Hay que dejarles que pasen su duelo.

XL. ¿Hay algún aspecto que se suele pasar por alto?

M.R. La nutrición. Que no se atiborren a chocolate; mejor plátano, fruta... Ves a muchos niños comiendo bollos durante la partida. Te dan un pico de azúcar, pero no es lo ideal. También es importante hidratarse. Una partida puede durar cinco horas. Yo adelgazaba en los torneos.

XL. Pero se juega sentado…

M.R. Ya, pero hay mucho desgaste. Todo tu cuerpo está en tensión. Y el cerebro es el órgano que más energía consume. Por eso se permite comer en competición, aunque no se debe masticar con la boca abierta, mascar chicle, ingerir alimentos con olores fuertes... Pero no todos respetan las normas de etiqueta.

XL. ¿Hay jugadores que te buscan las vueltas?

M.R. Sí. Lo normal es ser elegante. Pero hay quien se te queda mirando, desafiante; o quien hace aspavientos para fingir que la ha pifiado...

XL. Por lo menos, no se dan patadas, como en el fútbol…

M.R. ¡Sí que se dan! A mí me han dado muchas pataditas por debajo de la mesa. Tienes a alguien muy cerca que está nervioso, y se le puede escapar alguna. Pero cuando un rival te ha dado cuatro o cinco, ya te plantas.

XL. ¿Y qué haces?

M.R. Pues le dices: ¿puedes parar con la pierna, por favor?

XL. ¿Hay algo que le moleste en especial?

M.R. Hay ajedrecistas que cuando tienen una buena jugada atornillan la pieza, o le dan un porrazo para que todo el mundo se entere de que es la mejor jugada. Yo, a veces, contesto con otro porrazo.

XL. ¿Le ha sorprendido ver tantos errores en las partidas del Campeonato del Mundo?

M.R. Sí, pero ha sido divertido ver quién la liaba más. Para las nuevas generaciones, que tienen tan mal visto el fallo, es una lección. Hasta las personas que mejor juegan en el mundo meten la pata.

XL. Con los apuros de tiempo los errores se multiplican. Y aparece el famoso efecto túnel: el tablero se oscurece en la mente y el ajedrecista solo ve unas pocas casillas…

M.R. En efecto, el tablero puede parecer gigante y otras veces, muy pequeño, como la portería en un penalti de fútbol, ya sea para el portero o para el que va a lanzar. Cuando te enfrentas a movimientos rápidos en cuestión de segundos, es una cuestión de supervivencia. Juegas por instinto, sin analizar.

XL. ¿Normalizar el fallo es una manera de aprender a perdonarte a ti mismo?

M.R. A ver, no todo el mundo vale para competir. Si no te duele perder, no avanzas. Pero el ajedrez tiene otros muchos valores a nivel educativo, social, terapéutico…

XL. Ding Liren empezó a competir con cinco años. No es algo excepcional.

M.R. No lo es. Pero primero deben ser los estudios. La realidad es que, en España, del ajedrez viven cuatro gatos. Si tus ingresos dependen de los torneos, el estrés se multiplica.

XL. Carlsen se negó a defender su título, entre otras cosas, porque el formato de partidas largas le aburre…

M.R. El ajedrez rápido es más espectacular, aunque el lento sea más correcto, lo que no quiere decir que sea más bello. Yo juego partidas de tres minutos en internet; de cinco ya me parecen largas…

XL. Ding Liren va con su madre a los torneos, como hacía Kasparov…

M.R. La sensatez del entorno es muy importante. El padre de Carlsen también es una persona que ha ejercido una gran influencia en su carrera. Los padres quieren lo mejor para sus hijos, pero muchas veces no les ayudan. No hay que centrarse en los resultados, sino en la progresión.


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