Berthe Morisot El impresionismo femenino La impresionista silenciada..., pero cotizada
Accedió a territorios vedados a las mujeres artistas. Se codeó con Corot y Degas, intimó con Manet y la alabaron críticos de su época y, sin embargo, el talento de esta brillante impresionista apenas ha trascendido. Ahora que se prepara una gran exposición de Monet en Madrid, recuperamos la vida y la obra de Berthe Morisot.
Dado el talento natural de sus hijas, mi instrucción no las convertirá en pintoras de salón, sino en auténticas artistas. ¿Se da cuenta de las consecuencias? Será revolucionario e incluso catastrófico en un entorno burgués como el suyo. ¿Está segura de no lamentar el día en el que permitió que el arte entrara en su casa?».
El pintor Joseph Benoît Guichard, profesor de dibujo de las hermanas Edma y Berthe Morisot, escribe esta carta, alarmado ante el talento de sus pupilas. Sus augurios en parte se cumplen: Edma abandonará los pinceles; y el arte, como había predicho, regirá el destino de Berthe, pero sin dramatismos, convirtiéndose en la pintora impresionista más silenciada y cotizada de su época.
En la Francia burguesa de la segunda mitad del siglo XIX, las mujeres tienen vedada la enseñanza en academias de pintura, donde solo pueden entrar como modelos; por esa razón, las hermanas combinan las clases particulares en el estudio del maestro Guichard con las copias de los grandes maestros en el Louvre.
El poeta Paul Valéry dijo de ella que «vivía su pintura y pintaba su vida». El mundo femenino emerge en sus lienzos a través de escenas domésticas
París es el punto de encuentro de los artistas, la ciudad bulle, mientras el impresionismo asoma por el horizonte. Pintar al aire libre es la nueva modalidad, y Edma y Berthe ansían practicarla. Su profesor Guichard les presenta al gran maestro, Camille Corot, el paisajista de quien aprenden a captar la realidad a través del color y de la luz.
En los pasillos del Louvre, el único reducto donde las mujeres pueden comunicarse, tras un caballete, con sus colegas, Berthe conoce a Édouard Manet, el impulsor del llamado 'grupo de Batignolles', embrión del impresionismo, así los llaman porque se reúnen en el Café Guerbois, que está en la calle que da nombre al grupo.
A ese café donde se debaten las nuevas formas de creación, Berthe no puede acudir: es otro santuario prohibido a las mujeres. La joven pintora sabe que quedarse al margen es lesivo para su crecimiento artístico y toma la iniciativa: convoca en su casa, cada martes, veladas de pintores que se repiten los jueves en casa de Manet.
La “femme fatele” se rebela
Al poco de conocerse, Édouard Manet le pide a Berthe que pose para su cuadro El balcón. Ella accede. El lienzo es un homenaje al cuadro de Goya Majas en el balcón, que Manet había contemplado en uno de sus viajes a España. La figura principal es Berthe, con un vaporoso vestido blanco, alta y delgada, tal como la retrató Manet en más de diez lienzos. La crítica dirá que el pintor la ha retratado como lo que es, una femme fatale.
Manet es nueve años mayor que Berthe, un dandi ilustrado con aureola de rebelde; tiene una ayudante, Eva Gonzalès, de ascendencia española, a quien maneja a su antojo como modelo y discípula. Intenta hacer lo mismo con Berthe, pero topa con una personalidad tenaz, empeñada en su proyecto pictórico.
Cuando el pintor pretende retocar uno de sus cuadros, ella se lo impide, y comenta: «No creo que exista un hombre que trate a una mujer como su igual, y es lo único que pido porque sé de sobra mi valor».
No hay constancia de que hubiera una relación amorosa entre ellos, pero, al fallecer el pintor, Berthe exclamará: «Nunca olvidaré la intimidad de aquellos días que posé para él y en los que su fascinante ingenio me mantenía alerta».
El ingenio de Manet era proverbial, y en línea con la misoginia imperante, como atestigua esta carta a Fantin-Latour: «Las señoritas Morisot son encantadoras, es una pena que no sean hombres; sin embargo, como mujeres podrían defender la causa de la pintura casándose con un académico y sembrar así la discordia entre esos anticuados, aunque sería pedirles un sacrificio demasiado grande».
Edma se casará con un oficial de Marina y abandonará la pintura. Berthe cumplirá los 33 soltera y en 1874, para asombro de muchos, contraerá matrimonio con Eugène, el hermano menor de Manet, con quien tendrá a su hija, Julie.
La impresionista más pura
Con solo 23 años, en 1864, Berthe consigue que el Salón de París admita uno de sus cuadros, La lectura. En la primera exposición de pintores impresionistas, Berthe será la única mujer. Envía catorce óleos. La exposición es un éxito.
Berthe participará en todas las exposiciones del impresionismo que se sucederán hasta 1886. Es osada, no le da miedo dejar espacios sin tocar. El mundo femenino emerge en sus lienzos a través de escenas familiares. El poeta Paul Valéry lo resume así: «Vivía su pintura y pintaba su vida». La crítica la trata con condescendencia; su condición de casada y burguesa, carente de la aureola transgresora de sus compañeros, la arrincona. Sin embargo, en sus lienzos se perciben las señas de identidad del auténtico impresionismo, hasta el punto de que el crítico Paul Mantz la define como «el único y verdadero impresionista».
Durante años, Berthe fue silenciada, y paradójicamente seguía pintando, exponiendo –en Nueva York, en Londres, en Bruselas– y vendiendo. Al contrario que sus colegas masculinos, en su partida de defunción no aparecerá la palabra 'pintora', sino «sin profesión», y había pintado más de seiscientos cuadros.
'Monet. Obras maestras del Musée Marmottan'. CentroCentro. Madrid. A partir del 21 de septiembre de 2023.
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