Ai Weiwei "En China hay un líder, un partido, una idea, y todos tienen que seguirlos. Pero nadie cree en ellos"

Es el artista chino más conocido y uno de los más valorados del mundo, pero su infancia fue terrible. Desterrado con su familia por el maoísmo, vivió bajo tierra durante cinco años. Ya adulto tampoco escapó a la cárcel ni a la persecución, pero sigue sin callarse. Lo cuenta todo en su autobiografía y en esta entrevista en su casa en Portugal.

Domingo, 05 de Diciembre 2021, 01:20h

Tiempo de lectura: 10 min

Una soleada mañana en algún lugar de Portugal, una finca en medio del campo. Dos perros se acercan corriendo, se llaman Chico y Chica en el idioma de su amo, Ai Weiwei. El artista más conocido de China vive aquí desde 2020. En un momento

de la conversación, nos enseña en su móvil la foto de una casa subterránea, poco más que una cueva. En ella pasó varios años de su infancia. Su padre, el poeta Ai Qing, al principio muy apreciado por el propio Mao Zedong, acabó acusado de ser un «intelectual derechista» y expulsado de Pekín. Aquello ocurrió poco después del nacimiento de Ai Weiwei, en 1957.

Durante su largo destierro, nunca les permitieron permanecer mucho tiempo en el mismo sitio, ni siquiera aunque fuese en mitad de la nada. Entre otros lugares, Ai creció en una región conocida como 'la pequeña Siberia', dentro de un campo perteneciente a la división agrícola de una organización estatal paramilitar.

XLSemanal. Tenía 11 años cuando su padre y usted se vieron obligados a vivir en una casa excavada en el suelo. ¿Qué recuerdo no lo abandonará jamás?

Ai Weiwei. La sensación de vacío… y de una naturaleza extremadamente dura. En verano hacía mucho calor, 30 o 40 grados, y en invierno, mucho frío, hasta 40 bajo cero. La vegetación era muy escasa, había poco que comer, tampoco teníamos una luz que pudiéramos encender en las noches de invierno, solamente una lámpara de gas improvisada. ¿Sabe qué sigue pareciéndome un tesoro porque era algo que mi padre echaba mucho de menos?

XL. ¿El qué?

A.W. El papel. Podría haberlo usado para escribir a escondidas, porque oficialmente lo tenía prohibido. Hoy sigo teniendo cuidado de no desperdiciarlo, siempre escribo por las dos caras. Vivimos bajo tierra durante cinco años; año y medio mi padre y yo solos. De todos modos, cuando eres niño, siempre encuentras algo con lo que divertirte o distraerte, aunque sea buscando madrigueras de ratas.

"Mi padre fue humillado de todas las formas posibles. Limpiaba letrinas, los niños lo golpeaban con palos, los mayores lo insultaban. Es muy duro ver a tu padre así. Y ocurría todos los días"

XL. Su padre fue, primero, pintor; luego, un poeta aclamado; más tarde, un marginado, un paria. ¿Qué era para usted?

A.W. Al principio, para mí era un hombre sin un trabajo de verdad. No era ni albañil ni obrero, ni soldado ni profesor, y donde nosotros vivíamos todo lo demás no valía. Más tarde le endurecieron el castigo, nos obligaron a trasladarnos otra vez y acabamos viviendo en aquel agujero en el suelo. Mi padre se pasó años limpiando retretes públicos. Eran una especie de letrinas para un montón de hombres. No podía usar agua, solo tenía una pala. Un trabajo muy duro.

XL. Escribe que su padre fue humillado de multitud de formas, que lo obligaban a ponerse en la puerta de las salas comunes y repetir que era un derechista y un criminal. ¿Usted era testigo de ese tipo de escenas?

A.W. Oh, sí, eran parte de mi vida. Los niños lo perseguían por la calle, lo golpeaban con palos, le tiraban cosas, pero también lo insultaban personas mayores, formadas. Es muy duro ver a tu padre agachar la cabeza. Ocurría todos los días. Yo me esforzaba mucho en la escuela, era buen estudiante, me sabía de memoria todos los eslóganes de Mao, todavía los recuerdo. Pero daba igual, para todo el mundo mi padre era el derechista número uno. Y eso me convertía a mí en un niño de la peor ralea.

XL. ¿Cómo le afectó todo aquello?

A.W. Analizarse uno mismo es complicado, pero me considero un disidente desde la cuna. No lo decidí yo, me hicieron así. Sigo siendo un outsider, pero no solo en China, también lo soy en las llamadas 'sociedades democráticas' o en el mundo del arte, en todas partes. No encajo, no pertenezco a ningún lugar, en ningún sitio.

El padre poeta. Weiwei con su padre antes de ser desterrados. Él era un apreciado poeta del régimen comunista hasta que cayó en desgracia. Sufrió durante años todo tipo de abusos. Luego fue perdonado. Murió en China en 2010, a los 95 años.

XL. ¿De verdad se ve así? Es usted uno de los artistas más solicitados de nuestro tiempo.

A.W. Y a pesar de ello, un paria, alguien cuyas raíces en realidad nunca le han interesado a nadie.

XL. Su padre fue un fiel defensor de la China comunista. Lo único que hizo fue obedecer cuando le pidieron que expresara alguna crítica –ligera– al Estado. Resultó ser una trampa.

A.W. Y pasó a formar parte de la primera generación en ser sometida a un proceso de reeducación.

XL. En el libro queda clara su admiración por él, pero ¿no cree que es una figura ambivalente?

A.W. Formó parte de la Revolución, eso es evidente, apoyó la idea de construir una nación nueva, y sus poemas movieron a muchas personas a pensar de forma parecida. Pero no había nada de malo en querer ser parte de una renovación. Mucha gente estaba harta de los viejos sistemas, y no solo en China. Picasso fue miembro del Partido Comunista en Francia. En aquella época, el comunismo iba asociado a muchas esperanzas.

"Lo que cambió mi vida fue Internet. En aquellos tiempos, cuando China todavía no sabía como ejercer ahí la censura, yo podía provocar un alboroto cada día solo con un par de frases"

XL. Hace cuatro años hubo una disputa entre usted y el escritor chino Liao Yiwu, que calificó en las redes sociales a su padre de 'esclavo poeta de Mao'. ¿Su biografía es en parte una reacción a aquella polémica? 

A.W. No, no me importa nada lo que diga Liao. Sus palabras son prueba de una comprensión superficial de la historia. Aplicar los valores morales del presente es muy fácil, otra cosa es cómo actuaría uno mismo en circunstancias similares. Tampoco los defensores de lo políticamente correcto respetan la historia en toda su complejidad. Destruir estatuas de esclavistas en Estados Unidos también es un error.

XL. ¿Qué quiere decir?

A.W. No hay un solo periodo de la Historia que no tenga sus cuestiones problemáticas. En mi opinión, retirar estatuas para acabar con una parte de la Historia y de la memoria es muy peligroso.

Tortura psicológica. En 2008 fue encarcelado durante dos meses y medio en una prisión secreta en China acusado de evasión fiscal. Estuvo en una celda de 16 metros cuadra-dos acompañado las 24 horas por dos militares que lo observaban mientras dormía, se duchaba o iba al baño. No le hablaban. En la foto, la representación de Weiwei de esos meses.

XL. El ejemplo de su padre le enseñó que el mundo de la cultura no es un lugar seguro y, a pesar de ello, usted quiso dedicarse al arte. Después de que su familia fuera rehabilitada, se marchó a Estados Unidos, estudió Diseño, experimentó con el arte... ¿Alguna vez se pregunta si su vida no habría sido más sencilla de no haber regresado 12 años después a China, donde empezó a tener problemas con el sistema?

A.W. No, no me lo he planteado nunca. No me marché de China porque odiara el país, no lo odiaba entonces y no lo odio hoy. Me marché porque pensaba que allí lo tendría más difícil dada mi historia familiar. En Nueva York vivía en un sótano, pero venía de vivir bajo tierra, así que no me importaba. En fin, que era joven y quería saber cómo vivía el enemigo, porque Estados Unidos era nuestro enemigo, así me lo habían enseñado. Cuando llegué allí, quise quedarme.

XL. ¿Por qué cambió de idea?

A.W. Me llevó mucho tiempo entender cómo funciona Estados Unidos. Me peleé con el país tras el comienzo de la guerra del Golfo. Solo por el hecho de que una persona o una nación sea fuerte y poderosa no puede intimidar al resto. Además, por aquellos días habían ingresado a mi padre en el hospital, en Pekín, y tenía ganas de verlo.

XL. Durante un tiempo, las cosas fueron bien en China. En 2007 lo invitaron a la Documenta de Kassel y se llevó a 1001 compatriotas como parte de una «escultura social» llamada Fairytale. Con aquel proyecto se convirtió en el niño mimado del mundo artístico. ¿Toda aquella atención le trajo problemas?

A.W. No, lo que me cambió a mí, y lo que cambió mi vida, fue Internet.

XL. ¿De qué manera?

A.W. En 2005 me preguntaron si querría escribir un blog. Dije que no, prácticamente no había tocado nunca un ordenador, aunque al final acabé haciéndolo. Lo primero que escribí fue: «Para expresarte, necesitas una razón, pero expresarte es una razón».

XL. ¿Y luego?

A.W. Me enamoré de Internet, podía decir todo lo que quisiera. En aquellos tiempos, en China todavía no sabían muy bien cómo ejercer la censura en la Red de forma eficiente, mientras que yo podía provocar un alboroto nuevo cada día solo con un par de frases.

"Insisto: no soy el héroe del anticomunismo. Lo que quiero, sobre todo, es ser yo mismo. La individualidad es algo muy valioso. A mí no se me puede comprar, ni siquiera con la libertad"

XL. Pero la Policía china sí que reaccionó, y de qué manera, cuando hizo públicas sus investigaciones sobre los miles de niños que murieron en Sichuan durante el gran terremoto de 2008, fuerzas de seguridad chinas lo apalearon y recibió un golpe en la cabeza que casi lo mata.

A.W. Fue en 2009. Empeoré durante un viaje a Alemania poco después. Chris Dercon, el director del Museo Haus der Kunst de Múnich, me envió al hospital. Si no me hubiesen operado, habría muerto.

XL. En Occidente, aquel episodio lo convirtió en un héroe de la resistencia. Dos años más tarde lo detuvieron en Pekín y lo encerraron en una celda durante 81 días. ¿Era consciente de que medio mundo estaba al tanto? 

A.W. No. En este tipo de casos, las autoridades actúan de una forma muy eficaz, enseguida te sientes aislado del mundo, como una bestia a la que alguien hubiese arrojado a un agujero oscuro y profundo. Durante aquellos días decidí escribir mi autobiografía, quería entenderme a mí, a mi padre, a mi país, saber cómo está interconectado todo.

Con su hijo. Weiwei tiene un hijo, Ai Lao, de 11 años ahora y que estudia en Cambridge. Weiwei está casado con la también artista china Lu Qing. El niño es fruto de una relación extramarital.

XL. Cuenta sus dos meses y medio de encierro de un modo que hace que el lector casi pueda sentir compasión por sus guardianes. 

A.W. Todos en China tienen el mismo problema. Hay un líder, un partido, una idea, y todos tienen que seguirlos. Pero nadie cree realmente en ellos. Eso, y el control constante, convierte a todos en víctimas, también a las personas que me interrogaron o que me vigilaron.

XL. En su libro dice que en los regímenes occidentales también se producen limpiezas ideológicas. ¿A qué se refiere?

A.W. Allí donde hay poder, hay juegos de poder. ¿Dónde queda el sentido de la humanidad? No hay fronteras para los flujos de dinero y mercancías, pero sí las hay para no dejar pasar a las personas más pobres. En todas partes hay comportamientos autoritarios, inhumanos. No solo en países como China, Corea del Norte o Cuba.

XL. ¿Por qué le molesta la etiqueta de 'artista disidente del régimen chino'?

A.W. Porque soy más que eso, pero la gente cree que solo debería hablar de China. Se me trata como si fuera una estatua antigua, y no me gusta, sigo vivo, tengo opinión sobre multitud de cosas, no solo sobre China.

"No hay fronteras para los flujos de dinero, pero sí las hay para las personas más pobres. En todas partes hay comportamientos autoritarios, inhumanos. No solo en China, Corea del Norte Cuba"

XL. Se lo acusa de haberse vuelto demasiado suave en sus críticas al régimen chino. 

A.W. Insisto una vez más, no soy el héroe del anticomunismo. También he rodado documentales sobre los estudiantes desaparecidos en México o sobre los campos de refugiados en Bangladés.

XL. En ese documental concreto, Rohingya, aparecen niños en la miseria. ¿Le recuerdan su infancia?

A.W. En el mundo hay muchos refugiados, y yo también soy la anciana subida a un bote hinchable o la madre que quiere llegar a la orilla con su hijo. Y como tengo la oportunidad de alzar mi voz sería un delito no hacerlo.

XL. El libro también está dedicado a su hijo. Si más adelante decidiera irse a China, ¿le aconsejaría que no lo hiciera?

A.W. No le doy consejos. Pero lo animaría a seguir su intuición, sus raíces están en China.

XL. Para usted fue un lugar peligroso.

A.W. Pero no fue el peligro lo que me hizo marcharme. Me marché porque echaba de menos a mi hijo, igual que echaba de menos a mi padre cuando vivía en Nueva York. Es cierto, en China no siempre me trataron bien, a veces incluso me trataron mal. A pesar de todo, allí también disfruté de buenos momentos.

@ Der Spiegel

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

MÁS DE XLSEMANAL