Ballenas jorobadas El agónico canto de las 'sirenas'
Sus misteriosos cantos han dado fama mundial a la especie y tal vez originaron el mito del canto de las sirenas. Aunque su captura lleva prohibida casi 40 años, otro enemigo está poniendo contra las cuerdas a este impresionante cetáceo de 40 toneladas. Te lo contamos.
Miércoles, 25 de Octubre 2023, 14:00h
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Con los primeros calores del verano, el sufrimiento llegaba a su fin. Llevaba meses ayunando, dando de mamar a su cría y enfrentándose a orcas, barcos y galernas para protegerla. Pero ahora, con el estío, las aguas árticas abrían sus hielos poniendo a su alcance ingentes concentraciones de krill, los pequeños camarones que tiñen de rosa los mares helados que circundan los polos. Lentamente, con natación pausada y majestuosa, la yubarta y su hijo se acercaban a los refugios helados del norte. Allí nadie los molestaría. Los rigores del clima, las barreras de hielo y la dureza del mar boreal frenarían a sus enemigos naturales. A la madre apenas le quedaban fuerzas. Con sus últimas reservas de grasa producía la leche que necesitaba el pequeño. El krill le devolvería la energía, la fuerza, la vida.
Tras meses de viaje, por fin llegaron a su destino en las aguas que circundan el casquete polar ártico. Algo iba mal. El agua, los peces, la superficie... todo parecía de otro lugar. Y lo peor es que apenas había unas pequeñas manchas de krill allí donde el mar debía estar teñido del rosa del cuerpo de los crustáceos. El lugar había cambiado. Y el cambio suponía la muerte para ambas. Mientras la madre boqueaba intentando obtener en vano energía de los escasos peces y camarones que encontraba, la cría se esforzaba en sacar una leche que ya no fluiría más. Para ambas ballenas el viaje de sus vidas había llegado a su fin.
Cada verano, las grandes ballenas buscan las aguas frías de los extremos polares para alimentarse y recuperar las fuerzas tras el apareamiento y la reproducción. Las yubartas, también llamadas ballenas jorobadas, realizan para ello el mayor viaje de cuantos emprenden los mamíferos: 25.000 kilómetros anuales hacia sus refugios de cría o alimentación.
En verano estas ballenas reponen fuerzas en los polos, donde ahora el krill –su alimento vital– se está extinguiendo
Desde que se aparean en aguas tropicales o subtropicales en el invierno, pasarán 11 meses hasta que den a luz una sola cría. Esta pesará al nacer alrededor de 900 kilos, por lo que la madre debe emplearse a fondo para alimentarla mientras se somete a una dieta rigurosa. Las yubartas comen principalmente krill y algún pequeño pez oceánico, pero el krill solo se encuentra en concentraciones aceptables en las frías aguas polares.
Todas las especies de grandes ballenas migran, pero para las yubartas el viaje es toda una aventura. En las aguas cálidas reciben a los machos solitarios precedidos por los misteriosos cánticos que han dado fama mundial a la especie y que tal vez originaron el mito del canto de las sirenas. Todas las poblaciones del Atlántico Norte comparten las mismas canciones, mientras que las del Pacífico cantan otras diferentes. Y cada pocos años todas las poblaciones cambian de repertorio e interpretan nuevas melodías sin que los científicos hayan descubierto hasta hoy la función de ese cantar.
Cada pocos años, todas estas ballenas cambian la melodía de sus cánticos sin que se sepa el porqué
Cuando la época de los cantos termina, las ballenas migran hacia aguas polares. Pese a su gran tamaño –miden más de 16 metros y pesan cerca de 40 toneladas–, las yubartas nadan despacio –muy pocas veces sobrepasan los 15 kilómetros por hora– y lo hacen generalmente cerca de la costa, por lo que topan con embarcaciones. Para los amantes de las ballenas, esta lentitud es una bendición porque pueden verlas con facilidad desde los barcos. Pero para las ballenas supone un riesgo permanente, ya que con frecuencia colisionan con los barcos y, a veces, con algún mortífero ballenero.
Hasta hace pocos años los viajes entre sus refugios polares y los del trópico suponían el mayor riesgo para estos pacíficos gigantes. Pero con el calentamiento global la cosa ha cambiado radicalmente. El aumento de temperatura está provocando el deshielo de los polos. El agua dulce del hielo derretido cambia la salinidad del agua y afecta a todo el ecosistema.
Las poblaciones de krill, su principal alimento, disminuyen año a año. Según datos de 2021, se ha perdido un 80% desde 1970. Sin hielos en las latitudes boreales se han abierto nuevos pasos de navegación y se está haciendo rentable la explotación de recursos energéticos en áreas hasta hace poco inaccesibles. Las ballenas encuentran así sus refugios sin alimento, con nuevas fuentes de polución, con interferencias acústicas que las perturban hasta hacerlas varar en masa en las playas y con un tráfico de barcos que aumenta las colisiones mortales.
Antes de que se las empezara a cazar, había en los mares 125.000 yubartas. En la década de los 80, solo quedaban 12.000. Tras un gran esfuerzo de décadas, hoy son ya unas 80.000 en todo el mundo. Pero el calentamiento global puede hacer que su población y la de tantas otras especies de grandes ballenas caiga drásticamente. Tal vez las nuevas canciones de estas ballenas singulares estén enviando un mensaje que no lleguemos a descifrar a tiempo. Tal vez, únicamente, se despiden.
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