Borrar

Ecología El equipo B: La policía de las abejas

La apicultura urbana está conquistando grandes ciudades. Las abejas conviven con los vecinos, pero cuando se desmandan... hay que intervenir.

Policía apicultor. Daniel Higgins (en la foto) es detective de la Policía de Nueva York y también uno de los apicultores oficiales del cuerpo.

Jueves, 19 de Mayo 2022, 14:18h

Tiempo de lectura: 2 min

Enjambre de abejas en Times Square!». El aviso llega al 911, el número de emergencias de la Policía de Nueva York. Daniel Higgins acude raudo al lugar: un golpe de viento podría hacer que más de 20.000 abejas terminen atacando a los viandantes.

Aunque, en verdad, es detective de la unidad antiterrorista, Higgins (en la foto de arriba) pertenece a la vez al Equipo B (bee, abeja en inglés) desde que en 2010 Nueva York legalizara la apicultura urbana y cada vez más ciudadanos se animasen a tener sus propias colmenas en tejados, patios y jardines para el autoconsumo de miel y polen.

Es ilegal matar abejas, son especie protegida. hay que aspirarlas y reubicarlas en apiarios

Y es que aun cuando los nuevos apicultores sigan todas las normas, es inevitable que una mayor presencia de abejas en la ciudad haga que estos policías tengan trabajo cada verano: si las colmenas se hacinan, las reinas pueden marcharse en busca de un lugar más acogedor y formar su propio enjambre, como en el caso del manillar de esta bicicleta.

Higgins alterna estas labores con su trabajo en la unidad antiterrorista porque él y su padre son también apicultores y sabe cómo reducir estas colmenas sin daños para las abejas, una especie protegida a la que está penado atacar. «No las matamos, desde luego –explica el policía–. Usamos aspiradoras unidas a cubos de plástico y luego reubicamos a las abejas, donándolas a los apicultores».

alternative text
Abejas sueltas. Una mujer intenta proteger su rostro ante un enjambre alborotado.

Ciudades pioneras

Nueva York, Londres y París han sido pioneras en la legalización de la apicultura urbana. Según los expertos, las abejas aportan beneficios a la ciudad. La polinización, por ejemplo, ayuda al mantenimiento de la vegetación. Pero otros también recuerdan que pueden provocar situaciones de alarma si acuden a beber a piscinas o se acercan a las cocinas, atraídas por la comida, siendo así peligrosas para las personas alérgicas. Por último, la calidad de la miel urbana está en entredicho por el alto nivel de contaminación de las ciudades.

La legislación española no permite la apicultura urbana. Un real decreto regula las explotaciones que no excedan de las 15 colmenas, lo que se considera como autoconsumo, y establece las distancias que deben respetar respecto a centros urbanos y núcleos de población, de un mínimo de 400 metros, con el fin de evitar molestias. Sin embargo, la ley deja abierta la posibilidad de que las comunidades autónomas establezcan excepciones, como ha ocurrido en Galicia, que cuenta con un pequeño apiario urbano y didáctico, de cuatro colmenas, en el Jardín Botánico de Culleredo, en A Coruña.


MÁS DE XLSEMANAL