Varios cientos de personas se amontonaban en Audubon, el salón de baile más famoso de Harlem, en Nueva York. Habían ido a escuchar a Malcolm X, el legendario líder negro que, tras una agria disputa, había sido expulsado un año antes del grupo de segregación racial Nación del Islam (NOI).
Tras el escenario se veía a Malcolm X nervioso, como si intuyera ya lo que le iba a ocurrir. Desde su ruptura con la NOI había recibido muchas amenazas de muerte, pese a lo cual esta vez les había pedido a sus guardaespaldas que no llevaran armas. Ni rastro, además, de la Policía; algo raro ya que a sus actos acudían siempre docenas de agentes.
Malcolm X salió a escena y se acercó al atril. En la primera fila: su esposa, Betty Shabazz, y cuatro de sus seis hijas. «As-salaam alaikum», saludó. «Walaikum salaam», respondió el público. Entonces alguien gritó, explotó una bomba de humo, los guardaespaldas se abalanzaron sobre los alborotadores, desprotegiendo al líder, diana fácil para el hombre que sacó una escopeta recortada de debajo de su abrigo y le disparó al corazón. Otros dos sujetos lo remataron con pistolas. El forense contó 21 balazos por todo su cuerpo.
El 21 de febrero de 1965 sigue siendo para muchos afroamericanos en Estados Unidos una fecha tan traumática como la del 4 de abril de 1968, día en que fue asesinado el doctor Martin Luther King Jr. El atentado convirtió a Malcolm X en leyenda. Tras su muerte, se lo proclamó a la vez ángel y demonio del movimiento negro.
Leyenda que fue cuestionada, desmontada incluso, por un libro: Malcolm X. A life of reinvention (Malcolm X. Una vida de reinvención). En sus 594 páginas, el historiador norteamericano Manning Marable sacó a la luz una bomba informativa: la mayoría de los participantes en aquel complot criminal, no del todo resuelto incluso hoy, quedaron impunes. Más aún: el FBI y la Policía habrían conocido con antelación el atentado y no hicieron nada por impedirlo.
Marable dedicó más de diez años a estudiar los miles de informes del FBI y realizó cientos de entrevistas. Conversó nueve horas con el antiguo rival de Malcolm X y actual jefe de la NOI, Louis Farrakhan, a quien el biógrafo acusó de haberse beneficiado del atentado, ya que, una vez consumado, él se encumbró en la NOI, un lugar, según Marable, que correspondía al líder acribillado.
A diferencia de Luther King, Malcolm X vivía de la controversia. Como símbolo del movimiento Black Power, predicaba el separatismo, la militancia y la resistencia contra los blancos. «Tras su muerte –comenta Marable–, su figura sufrió una metamorfosis y se transformó en un icono multicultural».
Una visión hagiográfica reforzada por el libro The autobiography of Malcolm X, de Alex Haley (autor también del best seller Raíces) y por el filme Malcolm X, de 1992, en el que Spike Lee lo presentaba como un mártir de la lucha negra.
Según Marable, muchas de las historias sobre Malcolm X son «inventadas». Él, asegura, era un «actor genial» que había creado su propio personaje. «Tras su muerte –agrega–, tanto amigos como rivales habrían deformado aún más su vida y la habrían convertido en leyenda». No obstante, es evidente que tenía carisma, podía hablar con brillantez, ser encantador y motivar a la gente. Pero tras esa máscara se ocultaba, según Marable, un hombre atormentado.
En lo político no siempre actuaba de un modo inteligente, y en lo privado era un caos. «Dudaba de su vehemente defensa pública de una línea más militante, odiaba a las mujeres y se mostraba sexualmente inseguro», añade. Algunos de estos problemas provenían de su infancia y juventud.
Su nombre real era Malcolm Little y había nacido en 1925. Marable descubrió que su madre pasó 24 años en un psiquiátrico y que aquello marcó su imagen de las mujeres: «creía que el sexo femenino era débil y de poca confianza».
Little se trasladó a la casa de una hermanastra en Boston, donde, contaba Marable, «comenzaría su primera gran reinvención». Allí, y más tarde en Harlem, se ganó la vida como ladrón, traficante de drogas y proxeneta. Lo llamaban Detroit Red por el tono rojizo de su pelo.
Años después, señaló Marable, presentaría aquellos delitos de una forma muy exagerada para darse un aire de gánster. Infló conscientemente su pasado criminal. Por el contrario, ocultó otros detalles de su vida como su relación homosexual con un acaudalado hombre de negocios blanco que, según el biógrafo, le habría pagado por sus servicios. Un affaire que dañaría la imagen de macho que siempre se tuvo de él.
En 1946, Little fue condenado a seis años de cárcel por atraco a mano armada. Ese tiempo tras los barrotes lo marcaron a fuego. Se convirtió al islam, se unió a la NOI y comenzó a hacerse llamar Malcolm X. Otra vez libre, inició un rápido ascenso en la Nación del Islam hasta llegar a ser el orador principal del grupo y el hombre de confianza de su líder, Elijah Mohamed.
La NOI era, y es, un movimiento religioso y social creado en 1930 con el fin de resucitar la conciencia espiritual, económica y social de las personas negras de los Estados Unidos. Marable ha descubierto también que en aquellos años el FBI ya infiltró informantes en el grupo y documentó sus «conflictos internos» para espiar a Malcolm X, al que habían pinchado sus teléfonos. «Es osado y no se deja intimidar –informó un agente del FBI en 1958–. Cuidado con él».
Para Marable, su matrimonio con Betty Shabazz fue desafortunado: se casó con ella para favorecer su carrera y «raramente le mostraba simpatía». Shabbaz, por su parte, lo habría humillado sexualmente. «Me ha acusado de impotente –explicó Malcolm X en una carta–. Me dijo que éramos sexualmente incompatibles, que nunca había sido capaz de satisfacerla».
En su intento de politizar la NOI, Malcolm X cometió, según Marable, graves errores, como contactar con el Ku Klux Klan y el Partido Nazi de EE.UU.; ambos, como la NOI, reclamaban la segregación racial. «El Ku Klux Klan y la NOI veían ventajas en cerrar una alianza secreta», escribe Marable, pero descalificó este paso. «Sentarse a la misma mesa con racistas blancos fue algo repugnante».
La ruptura de Malcolm X con la NOI fue tanto política como personal. En 1963 hizo unas declaraciones desafortunadas sobre el asesinato de Kennedy, a raíz de las cuales la NOI se distanció de él. Pero Marable descubrió también que Elijah Mohamed, un hombre que no perdía ocasión de predicar la fidelidad, había mantenido una relación con una ex amante de Malcolm X, algo que le habría afectado profundamente.
Lejos de la NOI, Malcolm X fundó un grupo rival, difundió los ‘pecados’ de Mohamed, trabajó con el movimiento pacifista e incluso colaboró con blancos. Se granjeó así el odio de la NOI. El 14 de febrero de 1965, unos desconocidos arrojaron un cóctel molotov contra su casa.
En su asesinato, según Marable, hubo primero un complot y luego un encubrimiento: dos de los tres procesados «eran inocentes», mientras que los autores reales se libraron de la cárcel. «La Fiscalía se preocupó más de proteger la identidad de sus agentes infiltrados e informantes que de atrapar a los asesinos», añadía Marable.
Tal y como afirmaba Marable, el atentado fue realizado por cinco miembros de la mezquita de la NOI en Newark, con la bendición de la cúpula del grupo. «La confluencia entre los intereses de las autoridades –señaló–, los servicios secretos y la NOI hizo que el asesinato de Malcolm resultara mucho más fácil de ejecutar». El FBI y la Policía «estaban informados», pero miraron para otro lado. El propio Malcolm X tuvo también su culpa al desarmar a sus guardaespaldas y ordenar que no registraran al público. »Malcolm X –creía Marable– tomó la decisión consciente de no esquivar la muerte».