Llegó al trono tras casarse por poderes en 1554 con María Tudor, a la que desposó por intereses estratégicos. Si el matrimonio hubiera tenido hijos, podría haber cambiado la historia de España y de Europa. Fue Carlos V el que impuso a su hijo aquel enlace
con su prima, dado que María era hija de Catalina de Aragón. Buscaba que Felipe tuviera un heredero al trono inglés que uniera en el futuro los territorios de Borgoña, Flandes e Inglaterra en una sola Corona y los defendiera de las ambiciones de Francia.
Las capitulaciones matrimoniales establecían que María dispondría de las rentas del reino y que el príncipe español solo disfrutaría del título de rey de Inglaterra mientras ella viviese. De acuerdo con el Acta de Matrimonio, en los documentos oficiales, incluidas las leyes del Parlamento, debían figurar los nombres de ambos, y el Parlamento había de ser convocado bajo la autoridad conjunta de la pareja.
El tratado de matrimonio establecía que Inglaterra no estaría obligada a prestar apoyo militar a Carlos V en ninguna guerra y que las monedas debían mostrar las cabezas de los dos soberanos con una sola corona suspendida entre ellos como símbolo de reinado conjunto.
Como el nuevo rey de Inglaterra no sabía leer en inglés, se ordenó que las notas de todos los asuntos de Estado se hicieran en latín o español. En Irlanda e Inglaterra se aprobaron leyes que convertían en alta traición negar la autoridad real del rey consorte español.
En enero de 1558, las tropas galas tomaron la ciudad de Calais, la última posesión de Inglaterra en Francia. Pero siete meses después los españoles vencieron en la batalla de Gravelinas, con lo que se forzó al soberano francés Enrique II a firmar la Paz de Cateau-Cambrésis.
Pese a todo, el plan de Carlos V fue un fracaso, ya que María Tudor nunca se quedó embarazada. Y su marido español tampoco pudo influir en la política del país. Lo único que logró fue la ayuda del Parlamento inglés para atacar y vencer a los ejércitos del rey Enrique II de Francia en la batalla de San Quintín. Hoy su retrato, eso sí, se exhibe en la Cámara del Príncipe, un salón anexo a la de los Lores, en el londinense palacio de Westminster, junto a otros soberanos de la Casa Tudor.
Felipe convenció a su esposa, María Tudor, de que liberara de prisión a su hermanastra y de que no la condenara a muerte, lo que facilitó que llegara al trono como Isabel I.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión