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Mi hermosa lavandería

'La ciudad y sus muros inciertos'

Isabel Coixet

Viernes, 31 de Enero 2025, 11:35h

Tiempo de lectura: 3 min

Tuve la fortuna de cruzarme en varias ocasiones con Haruki Murakami en Tokio y en Barcelona. No recuerdo que habláramos de cosas especialmente profundas: intentó convencerme para que saliera a correr cada día, cosa que no consiguió. Yo le invité al primer mojito de su vida. Le gustó, aunque no creo que haya repetido. Hablamos de John Coltrane y de Proust, y de cómo el disco A love supreme es el perfecto acompañante del primer volumen de A la búsqueda del tiempo perdido. 

«Sólo cuando abandonamos nuestra sombra nos damos cuenta de que tiene cierto peso», señala el narrador. ¿Pero somos realmente más felices sin nuestra parte de oscuridad?

Murakami es humilde, generoso y posee un gran sentido del humor. Amo sus libros. Desde que leí el primero, siento que parte de mi alma conecta con ellos de una manera inexplicable, como lo son las cosas verdaderamente importantes de la vida. Y este último libro lo he devorado, con pena de terminarlo, aunque cada noche me lo racionaba como un pastel que no quieres que se acabe. 

En este Murakami, como en los anteriores, encontramos su universo y su gusto por la cultura occidental. Está formado por pequeñas nadas, totalmente insignificantes si las miramos aisladamente. Por ejemplo, el personaje come muffins de arándanos, y eso cobra, gracias a una escritura engañosamente simple, una importancia capital. Están también la escisión de uno mismo, el onirismo, los sentimientos de extrañeza: los ingredientes queridos por Murakami están presentes en esta novela, que se divide en tres partes. La más bella de ellas, al menos para mí, es la segunda, que sitúa a su anciano narrador en la región de Fukushima en compañía de un espectro, una joven solitaria y un adolescente autista, candidato él mismo a la vida en la «ciudad de los muros inciertos», una metáfora del repliegue en uno mismo de los corazones rotos y de las personas que se resisten a la norma. «Sólo cuando abandonamos nuestra sombra nos damos cuenta de que tiene cierto peso», señala el narrador. ¿Pero somos realmente más felices sin nuestra parte de oscuridad? En la ciudad, el hombre trabaja como «lector de sueños» en compañía de la joven, congelada en sus 16 años. De vez en cuando visita su sombra, abandonada a un estricto guardián. «La ciudad está tratando de retenerte aquí. Usando todas las tácticas posibles», se queja a su dueño, quien eventualmente regresará al mundo de los vivos, siguiendo el sangriento rastro de los unicornios que pueblan los alrededores de la ciudad.

El motor de la novela es el amor juvenil y su recuerdo. Ella tiene 16 años, él 17, hablan mucho, sólo se besan, se escriben cartas y un día ella desaparece. Durante su conversación, ella le había hablado de una ciudad, lo que le permitiría conocer su verdadero yo, si quería entrar en ella. El chico primero circulará entre el mundo real y esta ciudad mágica donde su amada, que no lo recuerda, trabaja en una biblioteca privada. Allí se almacenan los sueños y él se convierte en un ávido lector de sueños.

Esta novela es un texto del que Haruki Murakami dice haber entregado una primera versión hace más de 40 años, cuando era un escritor principiante. Lo reescribió por primera vez antes de entregar esta versión final de 550 páginas.

Para mí, no le sobra ninguna de ellas, y el lector se puede sumergir en ellas como si se sumergiera en un cálido onsen del que se sale con las yemas de los dedos arrugadas y un sentimiento de gozosa plenitud.

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