Mi hermosa lavandería

'Cansinamiento'

Isabel Coixet

Domingo, 09 de Enero 2022

Tiempo de lectura: 2 min

Ya me imagino al sin par Álex Grijelmo con una mueca de repugnancia ante el término que titula este artículo, pero no se me ocurre otro como no sea 'hastío', pero no sé si el hastío contiene todo lo que siento, lo que, creo, muchos sentimos. 'Cansinamiento': sensación de ir en una bicicleta estática con una instructora que te grita consignas en un idioma que no conoces para conseguir llegar a ningún sitio mientras contemplas cómo otros te miran perplejos porque saben tan poco como tú. 'Cansinamiento': mezcla de cansancio y hastío con toques de rabia reprimida y algo de bilis almacenada. 'Cansinamiento': cuando por muchos esfuerzos que hacemos para estar bien, nos sentimos a merced de variables que no podemos controlar ni siquiera entender.

El 'cansinamiento' te deja sin energía para discutir y, lo que es peor, te deja sin sentido del humor: te dejan de hacer gracia las guasas que siempre te salvaban el día o la tarde. No es divertido. Te vuelves cansina para ti misma. Te sumerges en una especie de apatía gaseosa en la que se te quitan hasta las ganas de opinar: estás en ese estado en el que ya no sabes ni qué opinas, si es que alguna vez tuviste opinión.

Te deja sin energía para discutir y, lo que es peor, te deja sin sentido del humor: ya no te hacen gracia las guasas que siempre te salvaban el día o la tarde. Te vuelves cansina para ti misma

No tienes ganas de sacarle punta a las imágenes que en otro momento hasta te hubieran noqueado: un amigo te envía una fotografía de una mujer haciendo striptease con mascarilla en un cabaret de Polonia ante un público de hombres también con máscara. La imagen ni siquiera es ya chocante: las mascarillas apenas acentúan lo grotesco de la fotografía, sólo la tristeza de toda la situación, esos rostros tapados que miran unos pechos al aire. Es muy raro, aunque ahora ya todo lo es. Lo que sabemos, lo que no sabemos, lo que los expertos dicen, lo que otros expertos contradicen. Las cifras, otra vez las cifras, esos números invariablemente engañosos con los que quieren ('ellos', esa entelequia) que hagamos esto o lo otro, o que dejemos de hacer aquello cuando lo único que queremos es un poquito de claridad y agua fresca del botijo, expresión que escuché una vez en un bar de Almagro y que, desde entonces, significa para mí una meta muy querenciosa. Otra cosa que escuché, esta vez en una terraza en Barcelona: «Al próximo que me pida un test de antígenos, le doy con la mano abierta».

Ahora me sorprendo leyendo novelas decimonónicas, viendo películas que hablan de cosas que ignoraba (como la excelsa Summer of soul), escuchando música barroca, cocinando sopas contundentes y especiadas, siguiendo la actualidad de países a 10.000 kilómetros del mío, y sé que detrás de todo eso hay una pulsión escapista y cobarde: no enfrentarme otra vez a esta realidad de bordes desdibujados que me supera, me convierte en una ameba y me hace sentir eso que yo llamo 'cansinamiento', cuando lo único que quiero es algo de claridad y mucha agua fresca del botijo.


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