El bloc del cartero

PISA

Lorenzo Silva

Viernes, 22 de Diciembre 2023, 10:42h

Tiempo de lectura: 5 min

A diferencia de nuestros dirigentes, tan distraídos con sus cosas, a los lectores les inquieta una vez más, y cómo, el retroceso que en los conocimientos adquiridos por nuestros estudiantes señala el último informe PISA. Seleccionamos dos cartas procedentes de dos de las comunidades que

salen peor paradas, pero lo principal aquí no es de dónde vienen ni si las razones que dan para el descalabro son certeras o no. Lo que debería interpelarnos es que, salvo honrosas excepciones, en esto de la educación no estamos dando la talla, y cuesta creer que nada tenga que ver con el revés lo poco que la cuestión ocupa el debate público, comparado con lo mucho que otros asuntos ocupan y preocupan a quienes nos gobiernan. Al que mira tanto al tejado, al tiempo que descuida los cimientos, oscuro futuro le aguarda.



Las cartas de los lectores

El informe PISA

Pocas noticias deberían preocuparnos más que los resultados del informe PISA 2022. Nuestro país obtuvo los peores datos históricos. Y ahí no valen excusas. Es urgente atacar de raíz las causas de estos malos resultados. Los problemas del resultado catalán son diversos, pero todos conducen a una misma conclusión: nuestros adolescentes perden pistonada en Matemáticas y Lectura, esenciales en su formación y en su conversión en personas que contribuyan a la mejora de la sociedad.

Anna Maria Muntada Batlle. Granollers (Barcelona)


El dolor de la verdad

Más allá de las esperpénticas razones del oficialismo vasco para justificar los resultados PISA en una comunidad autónoma que controla desde hace décadas, existe una cuestión que llama la atención: la laxitud con la que los padres del alumnado parecen recibir, una y otra vez, estos resultados. En principio, esta cuestión no debería ni plantearse: son los padres los que eligen libremente el modelo educativo e idioma de aprendizaje para sus hijos; ahora bien, ¿libremente de verdad? Para que así fuera, deberían ser capaces de aceptar el actual modelo educativo (muy mayoritariamente, en vasco) o de rechazarlo al considerar más beneficioso un aprendizaje escolar en su lengua materna y familiar, el castellano. Todo hace pensar que no todos pero sí muchos padres prefieren ahorrarse el dolor de la verdad y acomodarse para no contravenir los postulados de la ideología dominante. Esta situación, análoga a otras mucho más importantes, no solo ahoga la libertad: provoca una sociedad esclerotizada al servicio de sus dirigentes. Al menos, y como nota positiva de este informe PISA, cabe destacar su precisión al señalar a alguno de los mejores europeos, de cuya experiencia y buen hacer podríamos, al menos, intentar aprender; serían, en este orden: Castilla y León, Asturias y Cantabria; todo un triunfo para la humildad de unos y un castigo para la arrogancia de otros.

 Javier M. Pernía Casas. Vitoria (Álava)


Los infelices años veinte

Cómo será recordada la década que vivimos. Qué paralelismos existen con los alegres y despreocupados años veinte del siglo pasado. En contraposición, como lección mal aprendida, afloran conflictos bélicos en el corazón de Europa y en Oriente Próximo, con los derechos humanos más elementales vulnerados a diario mientras la primera potencia mundial se empeña en obviarlo; con una inteligencia artificial en ciernes que, si no es regulada desde un prisma ético y responsable, dejará la distopía de Aldous Huxley en una fábula infantil. Mientras tanto, seguimos soslayando la responsabilidad climática y dibujando un escenario apocalíptico para las futuras generaciones. Quizá, en un siglo, cuando algún humanoide nos analice, refleje en su visor una herida abierta como el rastro que deja un bolígrafo que no pinta.

 Álex López Menduiña. Pontevedra


Una necesaria mirada atrás  

Desde los albores de la humanidad, la educación ha sido la piedra angular para lograr avances y hacer posible la evolución humana. Sin embargo, jamás se ha encontrado tan corrompida. El sistema educativo se ha convertido en un vehículo transmisor de ideologías políticas y nido de gurús de la innovación que pretende rebajar la exigencia al mínimo para convertirlo en una suerte de filtro de RRSS y no en una herramienta respetable que forme personas que cambien el futuro. Quizá es la forma más sencilla que existe para sembrar el veneno de la manipulación a largo plazo, creando personas sumisas y carentes de inquietudes. Las leyes educativas deberían ser intocables, manteniendo una apuesta firme por las matemáticas, las ciencias, la historia, los idiomas, el arte o la filosofía, todos convertidos en convidados de piedra que han ido perdiendo protagonismo a favor de didácticas efectistas y de algodón de azúcar; además, convendría acompañar esta apuesta con inversiones efectivas y reales en recursos materiales y reforzando la autoridad del profesorado. Probablemente, en un mundo obsesionado con la innovación y la imagen, el verdadero paso adelante deba venir de un vistazo atrás que abarque una verdadera formación integral y útil para el alumnado, que le permita comprender este mundo maquillado en el que cualquiera puede salir en una pantalla, políticos incluidos, adulterando los pilares de tres mil años de evolución a su antojo; o que el resultado del 'clic' inmediato haga pasar a un segundo plano el Método Científico. Solo así se haría posible formar personas con el suficiente pensamiento crítico como para construir sociedades que puedan elegir su futuro y no ser esclavas de los intereses de unos pocos.

Basilio Freán Bernedo. A Coruña


Como casi cada jueves fui a mi peluquería de toda confianza, parecía todo cotidiano, pero no… Al entrar, coincidí con una señora de avanzada edad, acompañada de su cuidadora, que la dejó allí para recogerla al término del servicio. En el curso de la conversación, una de las peluqueras la llamó por su nombre: «Teresa». Yo me volví hacia ella y, sonriendo, le dije: «¡Qué gracia! Nos llamamos igual». Lejos de alegrarse, o mirarme, me ignoró. Pensé que no era simpática, estaba seria y ausente. Casi terminando mi peinado, me llamaron por mi nombre familiar, el que utilizan todas las personas que me tienen cariño y confianza: «Mary Tere». Fue entonces cuando Teresa se transformó y, con una emocionante sonrisa, empezó a repetir sin parar «'¡Mary Tere, Mary Tere!'. Así me llamaba mi madre para todo». Sin yo proponérmelo, la transporté a su infancia. Su expresión era otra, más dulce y alegre. Se despidió de mí con una bonita sonrisa, me dio la mano y comentó que hacía días había cumplido 90 años. Pensé que la vida es ir hacia delante, claro, pero que lo que vivimos de niños no se olvida jamás.

María Teresa García. Irún (Guipúzcoa)


Por qué la he premiado… Por recordarnos, una vez más, dónde tenemos la mejor manera de limpiarnos la mirada.


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