El bloc del cartero

Normalizaciones

Lorenzo Silva

Viernes, 19 de Enero 2024, 11:02h

Tiempo de lectura: 6 min

Nos escriben dos docentes para denunciar cómo se intenta normalizar lo que a su juicio va contra la naturaleza de su función y cómo esa normalización forzada acaba repercutiendo en el deterioro de la enseñanza y menoscabando su resultado, esto es, el aprendizaje de los

alumnos y los conocimientos que adquieren. En un caso se trata de la normalización lingüística, de lo que el profesor juzga como una artificial opción por una lengua que no es la suya habitual ni tampoco la de muchos de sus alumnos; en el otro, de la normalización de una enseñanza burocratizada donde el papeleo pasa por delante de la transmisión de contenidos. Habrá, ya ha habido en este mismo espacio, quien discuta sus diagnósticos. Sin embargo, la reflexión de fondo no deja de ser interesante. ¿Debería medirse mejor qué se normaliza y cómo?


LAS CARTAS DE LOS LECTORES

El traje nuevo del profesor

Llega el dichoso informe PISA, caemos en los rankings nacionales y se buscan explicaciones. Se alude al empleo idiota de los dispositivos digitales, a la sobrecarga de funciones de los docentes, a la poca implicación de las familias, al uso de móviles que dinamita la experiencia y cultura lectora... Pero muy pocos –no les oigo, ¿dónde están?– señalan el cuerpo desnudo del emperador o, mejor dicho, del profesor que, como yo, está obligado a impartir sus lecciones (o, si os mola más, a 'diseñar situaciones de aprendizaje') en una lengua que no es la suya –y esto ocurre masivamente en Euskadi–, de modo que soporta la carga de humillarse y resignarse a ser un 6 o un 7 como docente, alejado de las competencias que potenciaría el empleo de su lengua natural. Por no hablar del grado en el que la implicación personal y el aprovechamiento podrían incrementarse entre los alumnos para quienes el euskera tampoco es su lengua natural. La reacción del entorno educativo vasco y de sus líderes en el Gobierno autonómico no contempla este argumento. El problema para ellos es que la obscena inversión económica e ideológica está siendo insuficiente. ¡Más madera! ¡Más pasta, más presión, que el problema es la falta de compromiso que los docentes tienen con el euskera y la única identidad vasca posible! Y llevan ya muchos años dispuestos a pagar el indignante precio de una educación maniatada y alejada de la realidad social de tantos estudiantes y familias.  

Chema Gutiérrez Landaburu. Lutxana-Erandio (Vizcaya)


Vamos a peor

Ahondando en la reflexión sobre la educación, creo que el principal problema son las leyes que nos imponen. Una peor que la otra. Se trata de aprobar a los alumnos a toda costa. Si no saben, ya adquirirán las competencias. Los criterios con los que evaluamos no los entendemos ni los profesores. Los contenidos van por un lado y los libros de texto por otro. Es evidente: no solo hay que enseñar con el libro, pero un estudiante necesita un texto de referencia, que favorezca la compren-sión lectora y facilite ejercitar la expresión escrita. El profesorado, en el que me incluyo, no para de hacer cursos: programaciones, situaciones de aprendizaje, actas, informes. Todo debe quedar absolutamente docu-mentado ante una hipotética reclamación. Preparamos las clases quitando horas al descanso, a esas 'vacaciones' que tenemos los fines de semana. Da igual: nadie se ocupa de la calidad. Lo que pongas en los papeles es lo que vale. Hace muchos años que soy profesora de secundaria y bachillerato. Vamos a peor. La educación es más que enseñar una materia. Pero eso no interesa: se busca que nuestros jóvenes sean personas manipulables, influenciables, desin-formadas, iletradas. Masa. Eso se pretende. Ya lo han conseguido. Y lo que es peor, siguen por el mismo camino.  

Fátima De la Torre Zarazaga. Sevilla


Empoderamiento y perreo

Dice la afamada canción: «Estoy enamorado de cuatro babis. Siempre me dan lo que quiero. Chingan cuando yo les digo y ninguna me pone, pero». La letra puede pasar desapercibida en inglés, pero en español se entiende clara. Este género musical que ya contamina otros muchos, se expande sin parar y triunfa entre un público muy joven. Antes eran casi siempre ellos los que le ponían voz, pero ahora, cada vez más, son ellas las que hacen suyas las letras y se muestran en una actitud claramente sexualizada perreando en videoclips y sobre el escenario. Lo curioso es que estas mismas artistas hablan del empoderamiento de la mujer y del suyo propio. Mujeres que cantan haciendo apología de la desigualdad y sexualización de la mujer. Como madre me veo obligada a alzar una voz disonante como la de la campaña colombiana: «Usa la razón, que la música no degrade tu condición». Quiero que mi hija, aún pequeña, entienda que esas mujeres y artistas empoderadas se han vendido en el potente mercado de una sociedad todavía muy machista, donde la expresión más grave es la violencia contra la mujer. Quiero que mi hija sea crítica y sepa que la cosa podría acabar con otra letra: «Agárrala, pégala, azótala. Sácala a bailar que ella va a toas». Y si es necesario se lo canto a ritmo de reggaetón, para que le llegue más. Al final, el ritmo y la melodía parecen ser lo que menos importa.

Alicia Hernando Rosado. Madrid


Falsa ecología

Algunos años atrás lo más ecológico que había era comprarse un coche diésel. Si preguntabas en los concesionarios por un gasolina, casi se reían de ti. Hace unos meses, por funcionalidad, por sentirme un poco más joven y sobre todo convencido de la movilidad sostenible, me compré un patinete eléctrico. Mi gozo en un pozo, toda mi ecología y buenas intenciones a la basura. Una nueva normativa prohibirá circular a mi vehículo en dos años por no estar homologado. ¿Es normal que se vayan a achatarrar miles de patinetes? ¿Ha compensado el coste de su fabricación y destrucción la reducción de emisiones por su uso? Pero si empezamos a repasar, nada tiene sentido: los pimientos o los plátanos envueltos en plástico valen menos que sueltos, algo que cuesta un euro se vende en un blíster impenetrable, las botellas se lanzan a un contenedor donde se rompen para hacer otras nuevas y así sucesivamente. Eso sí, vivimos continuamente atemorizados por el impacto de lo que hacemos. Sólo voy a dar una noticia escuchada en la radio: MSC Cruceros contamina tres veces lo que los coches de toda Europa. La única solución para frenar toda esta destrucción es la que nadie propone: reeducarnos y frenar el consumismo, que nuestra cocina no esté llena de aparatos que cada uno sirve para un uso diferente y acaban abandonados en un armario; que los productos se fabriquen con calidad y, cuando se estropeen, se reparen y que nuestro ropero no acumule mil temporadas. Todo lo demás son modas que no conducen a nada, inventos que un día alguien asegurará que eran equivocados o, como se dice ahora, cambios de opinión.

David Tuero Rodríguez. Gijón


LA CARTA DE LA SEMANA

EL PODER DE LOS DIOSES

+ ¿Por qué la he premiado?

Porque no faltan, por desgracia, quienes adoran a la divinidad sin escuchar su mensaje.

Este 2024 se prevé nuevamente bélico. Las religiones, entre otros poderes fácticos, continúan influyendo en los gobiernos, y los jefes de gobierno parecen ser los apoderados de Dios en la tierra. Estos tienen la capacidad de causar miles de muertos sin el consentimiento de la población, quizá para estos casos sí que sería necesario realizar un referéndum. Parece que la humanidad tiene la necesidad de ajustar vida social y espiritual a estamentos. Yo, como individuo, intuyo tener poca o ninguna importancia para el Creador. Con todo, apuesto más por la existencia de este que por la casualidad de nuestra existencia y de todo lo que nos rodea. Si despejáramos de la religión la parte sobrenatural, alcanzaríamos su esencia, que es, fundamentalmente, el humanitarismo. Sería positivo pedir menos a Dios y, por nuestra parte, ofrecer más a la humanidad. Que así sea.

Rafa Fernández. Barcelona

XLSemanal agradece la colaboración de sus lectores premiando al autor de la Carta de la semana con este esferógrafo Montblanc PIX, valorado en más de 200 euros. 

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