Crédito en la vida son muchas las cosas que se basan en la confianza, hasta el punto de que sin ellas pierden todo su sentido. Es tan natural acudir a quien se ha ganado el crédito que inspira esa confianza como huir de quien por
el motivo que sea no lo tiene o lo pierde. Al final, pesa el crédito –o su falta– en todos los sectores económicos, pero en ninguno como en la banca. Y razona con motivo un lector que desde que los bancos se han convertido en interacciones electrónicas y telefónicas suplantables, y los siempre industriosos amigos del engaño y de lo ajeno han visto el filón, lo que más se ha resentido es la confianza que tenemos no solo en los propios bancos, sino en cualquier llamada o mensaje que recibimos. De la desconfianza al descrédito no hay más que un paso. Quizá alguien debería empezar a preocuparse un poco.
Me he enterado por un amigo que hace poco fue el Blue Monday. El día más triste del año. Se ve que unos expertos de la Universidad de Cardiff hicieron una encuesta que demuestra que un lunes determinado es el día más triste del año y que solo se cura comprando más cosas o haciendo viajes. Agradezco a la providencia que me enteré tarde y no me gasté nada más que lo ordinario. Para mí, fue un día normal: estuve con gente buena, que sé que me quiere; fui a trabajar; celebré la Supercopa; y, como me recuerda siempre que veo a mi madre, de 90 años, procuré sonreír. Ella va sonriendo siempre por la calle: en su silla de ruedas, agradece con una sonrisa que le cedan el paso; cuando va a la peluquería, sonríe a las personas que están esperando como ella; da la paz sonriendo... Y es que, cuando no sonríe, le cambia la cara. Es mucho más guapa cuando lo hace. Así le pasa a todo el mundo. Como dice Chesterton: «La verdadera rebelión es sonreír cuando todos esperan que estés triste». En un mundo donde abundan los problemas y los momentos difíciles, ser capaz de mantener una sonrisa desafía las expectativas y rompe con la norma social de dejarse llevar por la tristeza. Esta actitud rebelde muestra una fortaleza interior y una resistencia ante las circunstancias negativas que nos rodean y nos ayuda a contagiar alegría a los demás. Y, por cierto, no hay Blue Monday, no existen los días tristes con esa actitud. Pobrecitos, ya no saben qué hacer para que gastemos más dinero en tonterías.
Ernesto López-Barajas González. Valladolid
La cita de cada martes, claro, ¿cómo se me iba a olvidar? La verdad es que a veces da pereza salir de casa ya de noche, caminar hasta el centro y sentarse un par de horas en una terraza chupando frío porque alguna fuma. Además, algún día puede tocar esperar sola: niños o parejas que necesitan atención cuando te dispones a salir por la puerta, clientes de última hora, pacientes que llegan tarde, llaves que desaparecen... Hoy es uno de esos días. De modo que, tras algunos minutos que se me hacen eternos, van apareciendo una a una, cada cual con su excusa, cada cual con su sonrisa. Y, entonces, ponemos en común las novedades ocurridas desde el pasado martes. Recordamos cómo eran las cosas hace años y nos damos cuenta de cuánto hemos cambiado. Hablamos de música, de hobbies, de trabajo, de familias y de planes. Y, entre risas y llantos, contengo la respiración y observo la escena. Y me viene a la cabeza un sabio consejo: cuida lo que te hace feliz. En ese momento, sin venir al caso de lo que se está debatiendo en nuestra mesa, levanto mi copa y propongo un brindis. Por nuestra amistad. Por las alegrías y las penas compartidas.
Por lo que nos hace felices. Y así, tras entrechocar nuestros vasos y apurar la bebida que nos queda, nos despedimos hasta el próximo martes.
María Blázquez Sánchez. Getxo (Bizkaia)
Siguiendo el hilo de la carta Me temo lo peor, del nº 1892, a medida que la iba leyendo, recordaba la temática de Un mundo feliz, en la que Aldous Huxley ya en 1932 nos anticipaba el desarrollo en tecnología reproductiva, cultivos humanos clonados, manejo de las emociones por medio de drogas, que, todo combinado, cambiaban radicalmente la sociedad. El mundo se regía por un gran Estado Mundial que manipulaba la reproducción, totalmente artificial, en probetas, para garantizar personas perfectamente adaptadas a su posición social. Esta planificación de tipo genética se complementaba mediante el condicionamiento por medio de la hipnopedia, la enseñanza durante el sueño, y la gestación en probetas, que inculcaba consignas para que todo el mundo se sintiera feliz con el papel que el Estado Mundial había planificado y asignado para aquel individuo y que no se cuestionase su existencia, siempre en bien del conjunto de la sociedad. Para evitar que algún individuo pudiera tener la tentación de pensar por sí mismo, el Estado controlaba a sus súbditos bajo los efectos de la droga oficial del régimen, un narcótico llamado 'soma'. Por descontado no había familias, y al final de su vida útil los individuos eran desechados de la cadena productiva. Por tanto, no había que pensar en jubilaciones ni planes de pensión. Leí el libro en 1967, siendo un adolescente. Desgraciadamente, en este mundo global, la tendencia es evitar que los jóvenes piensen y sean críticos, para poder llegar a un mundo feliz.
Alfredo Benosa Majos. Sant Lluís (Menorca)
La gata tenía dibujado en el lomo el mapa del Baztán a tres colores: negro, blanco y naranja. Tenía ojos amarillos, como los lagartos, y cuando te mirabas en ella percibías que ella sabía. La gata nos traía a su gatito. Negro como la huella del fuego en la madera. Redondito aún. De cerca, un diminuto felino; de lejos, un pompón que se lleva el viento a saltitos. Llegaban al alféizar de la ventana a las horas de las comidas. Las noches heladas la gata y la luna se contemplan con miradas brillantes. Yo miraba a la luna y la veía como una estrella redonda, miraba a la gata y ella me devolvía destellos amarillos. El gatito siempre cerca, la gata siempre al acecho. El gatito lloraba aunque no tuviera ganas porque sus ojos, reflejos de helechos, lagrimeaban como ellos. Felinos valientes. Las gallinas en el gallinero, marrones, con tantos matices como sus bosques. El gallo, siempre orgulloso, igual aquí un poco más. Los senderos llenos de vida, porque la vida se arraiga al Baztán. Senderos que aparecen y desaparecen en un verdor de otros tiempos. Senderos en los que perderse es una buena oportunidad y esconden un silencio casi místico que te reconforta. Casas fuertes y grandes, bien estructuradas como sus habitantes. El fuego de la chimenea me hipnotiza, las vigas de madera de los bosques, que compartieron las amatxis, me guían como traviesas de vías en este adormecimiento al que me ha llevado una cena con buenos productos de la tierra y una excelente familia. El amanecer en Azpilicueta es sentirte parte del paisaje, bello, generoso. Su tierra que no para de concebir su verdor con distintas formas, que no cesa de expandirse, a mí me ha dado alcance y ya me han empezado a brotar raíces. Pero al atardecer nos fuimos y vinieron a despedirse la gata con su gatito. Solo les dije al oído: Espero volver pronto.
Betisa Lancho Muñoz. Pamplona
Uno de mis rincones preteridos de la ciudad de Palencia es la Dársena. Un pequeño 'lago' cercado de piedra, expansión del ramal sur del Canal de Castilla, cercano al cauce del Carrión a su paso por la ciudad, que facilitaba las maniobras de las barcazas, flanqueado por viejas construcciones que operaban como almacenes, de aquella arteria excavada a pico y pala a mediados del siglo XVIII, para que fluyera el trigo desde Castilla. Vivi allí hace años; desde un piso detrás de un ciprés enclavado en la orilla del Canal, aprendí a disfrutar de los cambios que las estaciones traían a aquel pequeño universo. Hoy amanece el día con una niebla espesa, que se pega al agua y que apenas. Hace años, al llegar las frías noches, entre los juncos y espadañas, los patos se acurrucaban alrededor de un pato blanco, al que llamábamos 'gran pato'; este de notable tamaño, blanco, como de granja, sin parecido alguno con los que frecuentan el canal: ánades azulones y fochas, mientras todos dormían con la cabeza debajo del ala, montaba guardia, alerta de depredadores. Cuando desapareció gran pato, se disolvió la compañía y aún hoy, nostálgicos por su desaparecido rey, los patos, rodean a los cisnes, en una ilusoria confusión. Por la orilla, espaciadamente, pasea siempre gente: deportistas, parejas sin prisa y niños, jóvenes almas ruidosas, qué asombrados dan de comer a patos y cisnes, y observan beber a las golondrinas o corren sin rumbo, felices. A las tres y cuarto pasará por la orilla derecha, la rubia del banco, elegante como los cisnes, apresurada, con un mohín en los labios que pienso obedece a una pesada mañana entre seguros y reclamaciones; dentro de un rato, de sport, volverá a pasar con su perro y un cigarro, con un gesto ya más distraído, fruto seguramente de olvidar quehaceres, prisas y rutinas absurdas y a la noche, otra vez, ahora mirando las estrellas, embelesada, o al gran pato y su familia, y en agosto a las luciérnagas que por allí aún perviven, paseará y disfrutará de mi rincón favorito.
Carlos José Esguevillas González. Palencia
LA CARTA DE LA SEMANA
¿Por qué debemos desconfiar de cada e-mail que recibimos y estar en alerta si suena el teléfono? ¿Por qué los bancos nos envían aún correos electrónicos si no sabemos si proceden de ellos? ¿Por qué ya nadie se escandaliza de que nos llegue un SMS con un enlace fraudulento desde del mismo número que el banco usa para sus notificaciones? ¿Por qué hemos normalizado vivir en guardia? ¿Por qué uno es el único responsable de lo que le pase con su dinero y no quien lo custodia? He llamado a mi banco y, tras diez largos minutos con una música de espera, les he dicho que alguien me escribía en su nombre y no me han prestado la menor atención. Tampoco la Policía se sorprendió al escucharme. ¿Cuándo se tomará esto en serio: cuando 'piquen' también los más ricos; cuando la sociedad se vuelva totalmente paranoica y desconfiada? No se puede normalizar lo que no lo es bajo la excusa de que Internet es así. Los bancos deben saber que, si ya no podemos fiarnos de los e-mails, SMS y llamadas, solo nos queda acudir a las sucursales. Esas que están cerrando para aumentar sus beneficios.
David Tuero Rodríguez. Gijón
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión