Borrar
¡Abrázame! El robot que logre tocarnos como un humano revolucionará el mundo

En busca del tacto digital

¡Abrázame! El robot que logre tocarnos como un humano revolucionará el mundo

Las máquinas pueden ver y oír, pero no tocar ni transmitirte una textura a través de una pantalla. Científicos de todo el mundo trabajan en cómo integrar el sentido del tacto en el mundo digital. Quien lo logre revolucionará los videojuegos, la telemedicina, las compras on-line... ¿Y tus relaciones personales?

Viernes, 20 de Septiembre 2024, 10:19h

Tiempo de lectura: 7 min

El sentido del tacto es un misterio. Sabemos mucho de la vista, el oído, el olfato y el gusto, pero, curiosamente, desconocemos cómo 'tocamos' los humanos el mundo. Un dato: en un simple gusano, el nematodo, los científicos han localizado 17 genes implicados en el tacto; en los seres humanos, en cambio, hasta ahora hemos hallado exclusivamente 3. Solo eso da idea de cuánto queda por descubrir. 

El sentido del tacto es muy especial. Podemos sentir hormigueo, picor o cosquillas, pero también dolor, placer o ternura. Su significado emocional es intenso y diverso. De hecho, es el sentido más primitivo. Se encuentra hasta en organismos tan sencillos como las bacterias. También es el primero que se despierta en el ser humano. En la séptima semana de gestación, el embrión de poco más de diez milímetros ya muestra reacciones a los estímulos táctiles. Y también es el último que perdemos antes de morir. Es como ese amigo leal que está contigo desde el principio hasta el final.

alternative text
¡Choca esos cinco! La ingeniera Katherine Kuchenbecker dirige el Departamento de Inteligencia Háptica en el Instituto Max Planck. Sus robots bailan, abrazan y chocan los cinco. The New York Times la ha apodado 'la reina de la háptica'. Más arriba, en la imagen que abre este reportaje, HuggieBot y su entrenadora. Esta autómata ha sido creada por el Departamento de Háptica (ciencia del tacto) del Instituto Max Planck. Es una chica porque quienes participan en las pruebas con la máquina, que son de ambos sexos, se sienten más cómodos abrazando a una mujer. 

El tacto es un sentido escurridizo para la ciencia. Quizá porque existen órganos especializados en ver, oír, oler y saborear, pero, en su caso, es el cuerpo en su conjunto el que desempeña este papel. Los receptores táctiles se encuentran apelotonados en la boca, las yemas de los dedos y los genitales, pero, aunque más escasos, también los hay en zonas menos sensibles como el cuero cabelludo. Incluso están dentro de nuestro propio cuerpo registrando constantemente, como un notario, cada movimiento de los músculos, los tendones y las articulaciones. Gracias a esas señales, el cerebro construye la imagen de nuestro cuerpo. Sin ese dibujo sensorial, llamado 'propiocepción', no sabríamos dónde se encuentran nuestros brazos o nuestras piernas. 

Existen aproximadamente 10 millones de células olfativas y 120 millones de células fotorreceptivas en la retina. Pero se quedan cortos ante los 900 millones de receptores táctiles repartidos por el cuerpo

 De la especial importancia del sentido del tacto dan buena prueba los números. Existen aproximadamente 10 millones de células olfativas en la mucosa nasal y 120 millones de bastones y conos (células fotorreceptivas) en la retina. Pero se quedan cortos ante los 900 millones de receptores táctiles repartidos por el cuerpo. 

Históricamente, el sentido del tacto ha recibido menos atención científica que la vista o el oído. También la industria lo ha mirado por encima del hombro. Los fabricantes se preocuparon sobre todo por la apariencia; el diseño lo marcaba lo visual. La industria automovilística fue la primera en cambiar la tendencia. Martin Grunwald, director del laboratorio de investigación háptica –táctil– de la Universidad de Leipzig y autor del libro Homo hapticus, asegura que fueron los ingenieros automovilísticos los primeros en querer saber si un volante, un reposabrazos o una manija de puerta parecían de alta calidad con solo tocarlos. Grunwald recibe ahora consultas de fabricantes de herramientas, sartenes, muebles, móviles, cosméticos, calzado y textiles. Todos quieren saber cómo halagar el sentido del tacto de sus clientes. 

alternative text
Sensibilidad en los dedos del robot. Este sensor con forma de pulgar se llama Minsight, lleva una cámara en su interior y está entrenado para inferir información de contacto háptica; es decir, interpretar el tacto. El sensor, mediante una red neuronal, estima la posición del contacto, la intensidad de la fuerza y ​​la dirección de la fuerza en las áreas de contacto.

El mundo digital es rico en imágenes y sonidos, pero el tacto brilla por su ausencia. Los videojuegos simulan visual y acústicamente batallas y paisajes, pero la retroalimentación táctil es rudimentaria. Lo más que hace un joystick cuando tu videojuego te lleva por un camino de baches es vibrar. Los ingenieros quieren cambiar eso. Porque lo saben: solo tocar da a las cosas sensación de realidad. 

La háptica representa uno de los principales desafíos de la robótica. Si hasta ahora los robots no han logrado dominar las pequeñas tareas de la vida cotidiana, es porque no pueden agarrar bien las cosas y, por lo tanto, no pueden entenderlas. Faltan sensores que puedan explorar superficies con tanta sensibilidad y flexibilidad como la punta de tu dedo: un instrumento tan sensible que puede detectar irregularidades de solo 13 nanómetros de altura. Tampoco existen displays que puedan reproducir fielmente la resistencia, textura y rugosidad de la madera, las fibras vegetales, el plástico o el metal. Pero los científicos están trabajando en ello. 

Los investigadores han elaborado las once reglas básicas para abrazar. Por ejemplo, es importante que el robot libere el abrazo tan pronto como se relaje la presión del brazo del sujeto

La ingeniera estadounidense Katherine Kuchenbecker dirige el Departamento de Inteligencia Háptica del Instituto Max Planck. Su objetivo es integrar el sentido del tacto en el mundo digital. En sus laboratorios, los robots bailan o chocan los cinco con sujetos de prueba. También enseñan a los robots de telemedicina a proporcionar al cirujano retroalimentación háptica durante una intervención. 

En una esquina de su laboratorio descansa lo que parece un rudimentario maniquí. Está vestido con una capucha gris, suéter y falda larga. Es HuggieBot: un robot con el que los investigadores quieren descubrir el misterio de los abrazos humanos. HuggieBot es femenino porque los participantes de la prueba, que son de ambos sexos, prefieren abrazar a las mujeres. HuggieBot es suave, en lugar de una cabeza tiene una pantalla y cuenta con brazos largos con los que poder envolver a la gente.

alternative text
Mucho más que una imagen propia de 'Minority Report'... Una colaboradora realiza pruebas en el dispositivo que escanea manos y que permite la investigación pionera del Max Planck.

Gracias a ella, los investigadores han elaborado las once reglas básicas para abrazar. Por ejemplo, es importante que el robot libere el abrazo tan pronto como la persona a la que abraza relaje la presión sobre él. Al parecer, a las personas también les resulta agradable percibir que el robot es proactivo. Los abrazos funcionan como una medicina, dice Kuchenbecker: provocan la liberación de la hormona oxitocina, reducen la presión arterial, alivian el estrés y refuerzan el sistema inmunológico. Una palmadita en el hombro, un beso en la mejilla: el sentido del tacto fortalece las relaciones humanas.

En otra sala se encuentra Minsight, un dedo de color gris antracita. Este dedo robótico tiene el tamaño de la punta de un pulgar y es casi tan sensible a la presión como un dedo humano. Sin embargo, Minsight muestra dificultades para detectar vibraciones sutiles. Para que en el futuro también pueda detectar texturas, quieren equiparlo con un micrófono. Porque cuando un dedo frota una superficie se produce un sonido y este varía dependiendo de la rugosidad, pegajosidad o humedad de esa superficie. «A partir del ruido, el sensor puede sacar conclusiones sobre la textura», explica un investigador. Su objetivo es construir un dedo que pueda ver y oír: el tacto como una sinfonía de los demás sentidos. 

alternative text
'Tacto biónico'. El año pasado se publicó en Science un avance clave en el campo de las prótesis. Con un dispositivo de 'tacto biónico' llamado Mini-Touch, los pacientes –como Fabrizio Fidati (en la foto)– pueden experimentar en su miembro 'fantasma' si un objeto está frío o caliente y distinguir si tocan cobre, plástico o vidrio.

Aún más difícil que medir estímulos táctiles es recrearlos de manera realista. Kuchenbecker aún se encuentra en las primeras etapas del desarrollo de una superficie que pueda dar a los usuarios la ilusión de sensaciones táctiles complejas. Para ello han desarrollado unas almohadillas que son pequeñas bolsas llenas de aceite. Bajo la influencia de una fuente eléctrica, la piel de estas burbujas se contrae y la almohada adquiere el movimiento interno deseado. A estos 'cojines móviles' los llaman Hasel. Los investigadores del Max Planck construyeron una almohadilla que se puede sujetar al brazo y se configura con una docena de tipos de vibración. Al tocar la almohadilla, los sujetos sienten diferentes sensaciones. A veces le hace cosquillas o le frota el brazo; a veces un dedo parece acariciar su piel. 

Con esta tecnología podrían crearse textiles Hazel que proporcionarían la sensación de un tacto complejo en todo el cuerpo. Uno de los campos más apasionantes es integrar estos sistemas táctiles avanzados en prótesis que permitan recuperar la sensación de tacto a las personas que hayan perdido extremidades. Pero el desarrollo táctil digital abre también preguntas éticas. ¿Podría el desarrollo de robots con capacidades táctiles llevar a una disminución de las interacciones humano-humano? ¿Qué impacto emocional va a tener en entornos de cuidado? ¿Podríamos volvernos demasiado dependientes de la retroalimentación táctil artificial? ¿Los robots táctiles podrían manipular las emociones humanas?