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El nuevo negocio
Tamara Falcó, Dulceida, Marta Díaz, Lola Lolita y su hermana Sofía Surfers, María García de Jaime y Tomás Paramo... Y por supuesto, la familia Pombo, con dos temporadas de su propia vida a la espalda. Más de una decena de 'influencers' españoles se han sumado en el último año a la nueva tendencia en redes: sacar un documental sobre ellos mismos.
Estos 'biopics' serializados narran la vida de los creadores de contenido, presuntamente para mostrar su lado más íntimo. En teoría, se 'arriesgan' a que todo salga a la luz, incluso que su día a día no es tan de color de rosa como nos quieren hacer creer. Aunque teniendo en cuenta que o son ellos mismos los productores o tienen la última palabra en la edición del documental, es poco probable que se emita algo que realmente no quieren que se emita.
Eso no impide que ante la cámara evidencien sus discusiones con familiares y amigos, algunos momentos incómodos, expresen sus inseguridades o hablen de su salud mental... Se presentan como si el espectador fuese un amigo de toda la vida. Casi a 'cara lavada', pero la realidad es que estos documentales están guionados para mantener los estándares de estilo de vida que sus protagonistas promueven en sus redes sociales.
¿Por qué arriesgarse a mostrar algunos de sus 'defectos'? Puede ser una poderosa herramienta para desmentir prejuicios y reafirmar una imagen positiva, pero el motor detrás de estas docuseries es, fundamentalmente, el dinero. Un nuevo nicho empresarial de los creadores de contenido como, anteriormente, ocurrió con los pódcast.
Lo que resulta innegable es que estas docuseries están siendo un éxito. Con otras reconocidas personalidades como Robbie Williams, los Beckham, Selena Gómez o Harry y Meghan ya había funcionado internacionalmente, pero la sorpresa se ha dado con los resultados de personajes mucho más cercanos y no tan conocidos del panorama nacional. Por ejemplo, el documental de las Pombo se mantiene en la segunda posición del top 10 de Amazon Prime Video, incluso semanas después de su estreno.
En un país donde dos de cada diez españoles son influencers —España ostenta el título de ser el país con más influencers—, diferenciarse y revalorizar la marca personal se vuelve esencial para los creadores de contenido que compiten por la representación de marcas. Y las docuseries resultan un método efectivo para conseguirlo.
Si no, que se lo digan a Tamara Falcó, quien con su documental La Marquesa, en Netflix, además de embolsarse 90.000 euros, conseguía medio millón de seguidores en apenas semanas y revalorizaba el coste de cada post de publicidad en su Instagram. Aunque la guinda del pastel llegó con los nuevos acuerdos publicitarios con Chocolates Pancracio o el anuncio de su papel como embajadora de Kia.
A Aida Domènech –más conocida como Dulceida– le ocurrió más de lo mismo con el lanzamiento de Dulceida al desnudo, su docureality. En poco tiempo, alcanzaba más de 400.000 seguidores y firmaba un contrato con la firma de zapatos española Krack, sacando su propia colección. Lo mismo le ocurría a María Pombo con un aumento de más de 300.000 seguidores y una posible revalorización de sus publicaciones, pasando de los 7500 euros a los 10.000 por cada post en Instagram.
La prueba más evidente de que este formato es rentable es que sean los propios famosos los que lo financien. Saben que lo van a rentabilizar de forma directa o indirecta. Casi todos son productores o coproductores de su biopic, una forma de asegurarse también la última palabra en la edición de la serie. Es evidente en los casos de Taylor Swift con Miss Americana o de David y Victoria Beckham con la docuserie que lleva por título el apellido (y ya marca) que los une. Pero incluso cuando las celebrities no son los productores de sus documentales, se aseguran por escrito y ante notario de tener la última palabra en la corte final del contenido. Así lo ha hecho, por ejemplo, Georgina Rodríguez —autodefinida como madre, influencer, empresaria y pareja de Cristiano Ronaldo— en su documental producido por Netflix. Si no tienen ellos la última palabra, simplemente no permiten el acceso a su vida privada ni a material inédito.
Esto ya quedó también claro con el documental de The Last Dance, que narraba la mítica temporada 1997-98 de los Chicago Bulls, con el lógico protagonismo de Michael Jordan. La serie, emitida por Netflix, contó con un extraordinario metraje, nunca antes visto, y con acceso a Jordan, pero como era él quien coproducía el trabajo, fue también él quien decidió el 'enfoque' del guion y la edición final para mosqueo –cuando no indignación– de algunos de sus excompañeros.
Para evitar esos 'problemillas', Jennifer López ha decidido financiar y 'asesorar' la producción de su propio documental. La artista ha invertido 20 millones en The Greatest Love Story Never Told, un proyecto con Prime Video sobre su relación sentimental, de ida y vuelta, con Ben Affleck. Se estrenó el pasado 27 de febrero, haciéndolo coincidir con la publicación de su álbum This Is Me... Now y otro documental con ese mismo título. J.LO, por partida triple, lo tiene claro: describe su proyecto como «una película en torno a su viaje de veinte años hacia el amor propio».