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Ilustración: Tomás Ondarra

Un fiestón para celebrar el divorcio

Estas celebraciones son otra moda estadounidense que ha aterrizado en nuestro país, pero por ahora las adaptamos a nuestro talante

GERARDO ELORRIAGA

Domingo, 31 de octubre 2021, 00:01

El homo sapiens es un sujeto de transiciones. «En todas las culturas, esos procesos se acompañan de rituales sociales con los que el entorno reconoce el cambio que solicita el protagonista», desarrolla Miguel Hierro, profesor e investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad ... Autónoma de Madrid. Proclamamos que ya no nos deben ver como niños a través de la puesta de largo, que dejamos de ser solteros tras la boda o que hemos sufrido una pérdida en nuestro ámbito más íntimo por medio del funeral. «La fiesta de divorciados se puede comprender así, como un evento para informar del fin del sufrimiento y de que asumimos la apertura a otras oportunidades de vida», analiza el profesor.

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Esta nueva muda en nuestra existencia puede ser interpretada de diversas maneras. «El duelo es un fenómeno de adaptación natural que se produce cada vez que perdemos algo afectivamente significante y resulta más evidente cuando atañe a un ser querido», explica. La realidad cambia. «Se trata de un agujero y yo reubico un ladrillo para ocupar el vacío».

2,2 millones de parejas se han divorciado en España en los 40 años transcurridos desde que, en 1981, se aprobó la ley que lo regulaba.

Las ceremonias para hacer tabla rasa y apelar a un mejor futuro sentimental no son recientes. Las series de televisión preludiaron su éxito. «En un capítulo de 'Friends', las chicas se reúnen para quemar las fotos de sus ex novios –recuerda el profesor–. El significado es el mismo: algo que era muy importante ha dejado de serlo».

Pero no basta con una papelera llena de papel quemado y, quizás, una botella de champán consumida rápidamente. Del otro lado del Atlántico ha llegado la moda de las fiestas de divorciados en toda regla. En Estados Unidos, las dimensiones del evento pueden ser tan importantes que incluso cuentan con un 'divorce planner' –la persona encargada de la puesta en escena, que no suele escatimar ironía–, una temática concreta vinculada a la vida conyugal e, incluso, una tarta posnupcial culminada por dos personajes enfurruñados que se dan la espalda. Algunas son consensuadas entre los exesposos y en ellas predomina la concordia entre ambos y sus parentelas, mientras que otras suponen una exaltación de la liberación que experimenta una de las partes.

Cien al año

El sarcasmo y el gusto por la 'party' desmadrada no han calado –¿todavía?– en el ánimo español, mucho más circunspecto. La influencia cultural del gigante ha llegado hasta nosotros, pero con adaptaciones a la idiosincrasia. «Las fiestas de divorcios llegaron hace seis o siete años y, antes de la pandemia, ya celebrábamos casi un centenar al año», asegura Luis Sánchez, CEO del Grupo Diverocio, situado en Madrid.

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La imaginación y Hollywood pueden jugarnos malas pasadas. Si hemos asociado estas celebraciones con discotecas abarrotadas, globos, abundante espuma y 'boys' y 'girls' cimbreándose sobre tarimas, estamos muy equivocados. «El perfil de la demandante del servicio, porque suelen ser mujeres, está entre los 35 y 60 años, con alto poder adquisitivo y que requiere un espacio para seis u ocho personas –indica–. No, no se trata de algo multitudinario. Cuando tiene lugar en un club, quizás soliciten el servicio de una limusina, pero no es nada salvaje».

La reciente apertura de un complejo de cabañas en Salamanca destinado a este fin y a otro objetivo peculiar (la celebración de que se han superado enfermedades graves) avala esta tesis de que lo que demandan las recién divorciadas es empatía, el calor de las amigas íntimas y un ambiente 'chill out' para asumir pérdidas y abordar anhelos. La desconexión y la puesta en común de experiencias es el objetivo: «Contamos con una docena de estancias y, por la noche, facilitamos encuentros para que puedan relacionarse entre grupos distintos», indica. Quizás la liebre pueda saltar, de nuevo, en la dehesa charra. Nadie ha dicho que el duelo deba ser largo.

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