Miguel, a la izquierda, era el mayor de los once hermanos, de los que Tomás era el penúltimo.

Unidos por la familia, separados por la política y la guerra: los hermanos Zumalacárregui

Tiempo de historias ·

Miguel, liberal, y Tomás, tradicionalista, mantuvieron el contacto y la buena relación fraterna a pesar de militar en bandos opuestos

Miércoles, 5 de octubre 2022, 19:00

Suele citarse como curiosidad que Tomás Zumalacárregui tenía un hermano liberal. Así, Tomás Zumalacárregui y Miguel Zumalacárregui representarían las dos ideologías enfrentadas en la época, el liberalismo y tradicionalismo, dos trayectorias bien distintas que comenzaron en la misma familia.

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En lo fundamental esa imagen es ... correcta. Sin embargo, no siguieron caminos totalmente separados ni la figura de Tomás fue anecdótica, pues su papel político fue relevante. Aunque no bien conocidas, tuvieron relaciones personales y familiares y sus respectivas carreras presentan puntos de conexión, que pueden explicar algunos aspectos de su respectiva evolución.

Pertenecían a una familia de once hermanos, naturales de Ormaiztegi. Entre los dos había diferencia de edad. Miguel, el primogénito, nació en 1773, mientras Tomás vio la luz en 1789: era el penúltimo de la familia. Los otros dos varones fueron curas, en Ormaiztegi y en un pueblo vecino.

Miguel tuvo una sólida preparación, pues estudió filosofía y leyes en Córdoba, Sevilla y Osma. Se empleó después en la Administración e hizo carrera dentro del liberalismo. Fue diputado en las cortes de Cádiz y llegó a ministro cuando triunfó la revolución, de la que fue una figura señalada, no un político secundario.

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El contraste entre las trayectorias del hermano liberal y el absolutista invita a relativizar los determinismos que imaginan una relación estrecha entre las condiciones socioculturales familiares y las opciones vitales, por mucho que la carrera del primero se realizara lejos de su ámbito natal. Por lo demás, la relación entre los dos hermanos fue cuando menos cordial, quizás afectuosa.

Al parecer, a Tomás le tocó ocupar las posiciones públicas de su padre, muerto cuando él tenía cuatro años. Había sido escribano público. A ello se orientaron sus estudios. La mitificación posterior adjudicó a Tomás Zumalacárregui una temprana vocación militar, pero no hay datos fehacientes que lo corroboren. Con trece años marchó a Idiazabal para trabajar como aprendiz y ayudante de un primo de su madre, que era también escribano.

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La actividad de Tomás Zumalacárregui desde 1808, cuando empezó la guerra de la independencia, presenta incertidumbres. Algunas versiones le atribuyen una actuación heroica en el sitio de Zaragoza, pero resultan poco verosímiles, lo mismo que el posterior protagonismo guerrillero que le adjudican. Tuvo actividades de este tipo, pero sin el papel destacado que luego se le supuso.

Tomás de Zumalacárregui, en un grabado.

Le sorprendió la invasión francesa en Pamplona, donde seguía sus estudios para escribano. Se alistó en los voluntarios de Aragón, empezando en la lucha contra Napoleón su carrera militar, que ya no abandonó. Sin embargo, las acciones de armas que se le adjudican en esta fase forman parte de la leyenda.

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Por alguna razón indeterminada -se dijo que tras huir de los franceses, que le habían hecho preso, pero no están claras estas circunstancias-, al de unos meses de movilizarse Tomás volvió a Ormaiztegi. A finales de 1809 se incorporó a la guerrilla de Gaspar Jáuregui, el Pastor, natural de Urretxu, el principal guerrillero que hubo en Gipuzkoa durante la Guerra de la Independencia. Sería allí donde Zumalacárregui aprendió las tácticas guerrilleras. Lo hizo como ayudante y maestro de Jáuregui, al que enseñó a leer. Por lo que sabemos no realizó las operaciones brillantes que después le atribuyeron. En realidad, de momento no llegó a tener mando sobre tropas. Sabemos que tenía alguna ascendencia, pues le enviaron a Cádiz, donde estaban las Cortes, para que allí confirmaran los nombramientos de jefes y oficiales que había hecho el regimiento.

La gestión le llevó unos meses y tuvo éxito. Según cuenta uno de sus principales biógrafos, trató allí con su hermano Miguel: este le presentó al ministro de guerra y por su «recomendación» obtuvo «el despacho de capital efectivo». Seguramente fue falsa la acusación posterior de que su promoción se debió a que por entonces era «liberal» y «masón», pero parece indudable que en el primer nombramiento militar pesó la recomendación de su hermano, bien situado en el régimen liberal.

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Zumalacárregui siguió en el ejército tras la guerra, algo excepcional entre los que habían sido guerrilleros, que de momento volvieron a la vida civil. Prosperó en el ambiente absolutista, ideología que sin duda asumía. Miguel, por el contrario, fue confinado, juzgado y desterrado a Valladolid.

Miguel recuperó un puesto político durante el término constitucional (1820-1823) y tuvo su influencia en la situación de su hermano. Logró impedir que Tomás fuese expulsado del ejército por su antiliberalismo.

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Al final del trienio, Tomás Zumalacárregui participó en la sublevación realista y apoyó el absolutismo de Fernando VII. Durante la década absolutista, 1823-33, llegó a coronel, aunque sin un papel militar destacado y con algunas tensiones con los mandos, fruto de un carácter fuerte. Mientras, su hermano Miguel permaneció en Cádiz con los movimientos restringidos.

En bandos opuestos pero en contacto

En octubre de 1833 estalló la sublevación carlista, en la que pronto Tomás Zumalacárregui se convirtió en el principal líder militar. Era el carlista con mayor graduación entre los sublevados y, ya como general, dirigió las tropas con extraordinaria eficacia, lo que exigió formarlas en las tácticas guerrilleras, dotarlas de la disciplina y llegar a cabo sucesivas acciones de armas bien concebidas y saldadas con éxito.

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Los dos hermanos estaban en bandos opuestos, pero volvieron a tener contacto (de sus cartas se deduce que lo habían mantenido los años anteriores). En febrero de 1834 a instancias del gobierno o del general Quesada -hay dos versiones distintas- Miguel le escribió a Tomás, animándole a abandonar el campo sublevado.

En esta coyuntura, la relación fraterna fue la razón de que Miguel fuera promovido a un cargo importante. Le nombraron regente de la Audiencia de Burgos, que se creó entonces. Lo hicieron por sus convicciones políticas y también para que lograra atraerse a su hermano, con el encargo expreso de que marcharse al norte e intentara la aproximación. Y, así, aunque fuese a la contra, el hermano tradicionalista influyó en la carrera del hermano liberal, lo mismo que años atrás había sucedido a la inversa.

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Miguel y Tomás intercambiaron algunas cartas, que sorprenden por la escasez de argumentos. El primero se limitó a aconsejarle que abandonara a Carlos V, mientras Tomás le confirmaba sus convicciones ideológicas. Seguramente una de las versiones de su carta más importante fue manipulada por Miguel antes de hacerla pública, pues diluye las convicciones carlistas e implícitamente reconoce la legitimidad de Isabel II, lo que no encaja en las actitudes que le conocemos a Tomás. Otra versión de la misma misiva no incluye estas prevenciones.

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La correspondencia no dio más de sí, salvo cuando Tomás le comunicó a Miguel que su mujer estaba presa. Fue inmediatamente liberada, quizás para buscar algún tipo de negociación. No llegó a producirse.

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Tras la muerte de Tomás Zumalacárregui (junio de 1835), Miguel proporcionó informaciones para una biografía del general carlista y quizás la patrocinó. Toda vez que quería rebajar el entusiasmo ideológico de su hermano, la imagen final que proporciona resulta confusa. Contribuyó así a una imagen histórica de Miguel Zumalacárregui contradictoria y dubitativa, circunstancias que verosímilmente no se dieron.

Miguel Zumalacárregui hizo después carrera en el liberalismo. Diputado a cortes por Guipúzcoa en 1836, defendió la modificación de fueros con el traslado de las aduanas, según los criterios de los comerciantes donostiarras. Fue vicepresidente de las Cortes, miembro del tribunal supremo, alcalde de San Sebastián (1840), ministro de Gracia y Justicia (1842-43), impulsor de la desamortización y miembro de la comisión foral que preparó en 1839 la ley de modificación de fueros. Murió en Madrid en 1846, con 73 años.

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