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Cuando comenzó el bombardeo de Bilbao, el 21 de febrero de 1874, el fotógrafo Charles Monney estaba cerca del fuerte de San Agustín, en el lugar que ocupa ahora la casa consistorial de la villa. Los carlistas disparaban desde la cordillera de Artxanda, con sus ... morteros y cañones, sin mayores miramientos, porque se trataba de desmoralizar a la población sitiada. Monney giró su cámara, montada sobre un trípode como el que se puede apreciar en otra toma suya del propio fuerte, y captó las explosiones sobre el casco urbano. Acababa de convertirse en el primer fotoperiodista de guerra de Bilbao.
La imagen, vista hoy, resulta algo desconcertante, porque no parece ocurrir nada. Solo el humo de las explosiones, en el aire, indica que se trata de un bombardeo. El muelle de Sendeja y enfrente, el de Ripa, aparecen desiertos. Lo que se entiende no solo porque los bilbaínos estaban advertidos de lo que iba a ocurrir, sino también porque la larga exposición que requirió la toma convertía en 'invisible' a cualquier persona en movimiento. Sobre todo si corría en busca de refugio. Esta es la razón por la que se han perdido muchas fotografías de la última guerra carlista a pesar de que fue cubierta por no pocos fotógrafos, varios de ellos de medios extranjeros: sus placas se usaban como base para realizar grabados o dibujos, en los que se podían 'corregir' las figuras movidas o eliminar elementos borrosos, y luego eran desechadas sin más.
La foto del bombardeo es una del cerca del centenar que Monney sacó durante el sitio –que duró hasta el 2 de mayo de 1874– y que acabaría publicando en tres álbumes. Algunas son muy conocidas, como la fotografía de la famosa 'batería de la muerte', instalada en Sendeja, o las de los fuertes que defendían Bilbao. Son imágenes en las que el fotógrafo, por lo novedoso de su actividad, es tan protagonista como los propios soldados y auxiliares que salen en ellas, que miran con atención y curiosidad a la cámara.
Es imposible saber si Monney imaginó alguna vez que iba a ser recordado como reportero de guerra. Parisino nacido en 1830, trabajó como fotógrafo más o menos itinerante en Murcia, Andalucía y Madrid, donde también mantuvo cierta actividad política, en la que demostró su proximidad a los republicanos. Según documenta César Estornes en su excelente blog, «desde muy joven se dedicó a la fotografía, primero como ambulante, como muchos otros. Después se estableció en un sitio propio». Parece ser que recorrió buena parte de las ciudades andaluzas realizando vistas y retratos costumbristas que luego comercializaba a través de otros profesionales. «En el año 1860 se anuncia en Murcia como pintor y fotógrafo en la calle Garnica,12», precisa Estornes. En 1865 aparece asociado en Córdoba con otro fotógrafo francés, Eduardo Jolivot, y al año siguiente en Granada, colaborando con Charles Mauzaisse Weelher, con el que desarrolló un método de impresión sobre papel de porcelana que quisieron patentar, sin éxito.
A principios de 1874 Bilbao estaba defendida por 4.800 hombres a las órdenes del general Ignacio María del Castillo, con el apoyo de unos 1.100 voluntarios del Batallón de Auxiliares, creado por el Ayuntamiento y formado por civiles de 16 a a 60 años de edad, la mayoría liberales fueristas. Muchas mujeres colaboraron como cantineras, cavando trincheras o atendiendo a heridos.
En 1869 se había establecido en Madrid, de lo que queda constancia por fuentes diversas, a veces tan curiosas como esta noticia publicada en el periódico 'La Discusión' el 31 de marzo de 1869: «Resurrección | Mr. Monney, fotógrafo, acusado por algunos periódicos de haberse arrojado de una ventana a la calle, quedando muerto en el acto, está bueno y sano, come y bebe mejor que nunca, y se halla en Pozuelo dirigiendo su taller de ampliaciones de fotografías».
En 1870 tenía su estudio muy bien situado, en la calle Arenal esquina con la puerta del sol, y se anunciaba con frecuencia en la prensa. Pero quizá incómodo por el turbulento ambiente político de la capital, en el que se había significado por sus simpatías republicanas, acabó por establecerse con su mujer, Juana Aurin Tou, también francesa, en Bilbao en 1873, donde nacería su hijo, Casto Monney Aurin. Según precisa Estornes, vivían en «la calle Correo,15-4 derecha y tenían dos buhardillas como estudio fotográfico».
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Como en las demás ciudades por las que había pasado, y era costumbre entre los fotógrafos, Monney se hizo notar en BIlbao a través de una muestra de su trabajo, anunciada en prensa en junio de aquel año. «Está llamando extraordinariamente la atención del público junto al Kiosco-cigarrería del Arenal, una exposicion de retratos fotográficos del artista D. Carlos Monney. Estos retratos imitan el estilo y colorido de Rembrandt con perfección admirable. El retrato de tamaño natural, por el sistema de ampliación de un caballero muy conocido y respetado en Bilbao, es también obra que basta por sí sola para acreditar al señor Monney de artista de primer orden». Y así, como fotógrafo de cierto renombre, se vio atrapado Monney en el sitio de Bilbao, que documentó con su pesadísimo equipo, que debía de incluir hasta un carrito con un cuarto oscuro portátil de revelado.
Monney sobrevivió a la guerra, pero la muerte le alcanzó repentinamente en 1875, en Madrid, donde se encontraba para resolver algunos negocios que había dejado pendientes en la capital. Su viuda mantuvo hasta 1886 el negocio bilbaíno en la misma dirección de la calle Correo, y, además de su especialidad en reproducciones, ampliaciones y retratos de niños, siguió ofreciendo «grandes vistas de los mejores puntos de la capital y toda la coleccion de cuando el Sitio de Bilbao».
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