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Pocos documentos dicen tanto de una ciudad como sus presupuestos municipales. En las cuentas de un Ayuntamiento se ven las necesidades y servicios a cubrir, la importancia que les dan sus regidores y los proyectos y preocupaciones que estos tienen en mente. Los presupuestos del ... Ayuntamiento de Bilbao para el ejercicio 1883 - 1884 ofrecen una fotografía de la villa hace 140 años, cuando estaba empezando a dejar de ser el «Bilbao chiquito y bonito» añorado por Unamuno, había aprobado su Plan de Ensanche y enfilaba su gran despegue industrial.
En 1883 en Bilbao vivían unas 32.000 personas. Aunque empezaba a tantear las anteiglesias vecinas de Begoña y Abando, y a crecer por Campo Volantín y Albia, la villa era entonces mucho más pequeña que ahora.
Todavía estaba recuperándose de las heridas del sitio sufrido entre el 21 de febrero y el 2 de mayo de 1874, en la última guerra carlista, y a curarlas se dedicaba un «presupuesto extraordinario por concepto de guerra» en el que se incluían «las consignaciones respectivas para atender a los gastos afectos al mismo –375.000 pesetas–, que son: los que originan la recaudación del arbitrio sobre el mineral y el pago de los intereses y amortización del déficit producido por la última guerra civil que aún queda por extinguir; consistiendo sus ingresos única y exclusivamente en los que produce el citado arbitrio». Así lo explicaba en sus consideraciones preliminares el alcalde, el liberal Eduardo Victoria de Lecea, que se encontraba en el segundo de sus tres mandatos (1 de enero de 1867 a 20 de octubre de 1868; 1 de julio de 1881 a 30 de junio de 1883; y 1 de julio de 1883 a 30 de junio de 1885).
El presupuesto ordinario aprobado por la Junta Municipal el 11 de mayo de 1883 contemplaba unos gastos que sumaban 5.393.046,93 pesetas y unos ingresos de 5.401.743,24, «resultando un sobrante de 8.796,31 pesetas». Vistas desde el Bilbao del primer tercio del siglo XXI, muchas de las partidas suenan familiares. Al fin y al cabo, se trata de la misma ciudad. Sin embargo, otras resultan llamativas e incluso exóticas, porque también se trata de una ciudad muy diferente a la actual.
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Un rasgo peculiar es el de los animales que dependen del Ayuntamiento. Por ejemplo, en el artículo de 'Limpieza y riegos', en el que el alcalde destaca la incorporación de cinco barrenderos hasta alcanzar los 42 que cubren toda la ciudad, figura la adquisición de «seis carros nuevos para la limpieza» y de «cinco caballerías», para cuya compra se derivaron 5.000 pesetas. O el capítulo de 'Conducción y transporte de materiales para Obras públicas', en el que 6.350pesetas «se destinan a la adquisición de dos carros, una cuba de riego, dos mulas, dos bueyes y aparejos para las mulas».
En el capítulo correspondiente a 'Policía y Seguridad' son más los serenos o «veladores nocturnos» –48 más 4 cabos y un jefe de cuerpo– que los propios guardias urbanos –36 más 4 cabos y un jefe–, con unos gastos de 52.000 pesetas para los primeros y de 45.355 para los segundos. En cuanto al personal del Ayuntamiento, es curiosa la presencia de un relojero, para el que se consignan 330 pesetas, y «una encargada de la limpieza del Salón» (150).
Las cuentas de 1883-1884 incluían los presupuestos del Ensanche con dos secciones, una para la zona de Albia –1.206, 860 pesetas– y otra para Campo Volantín –357.520–, con partidas para apertura de calles, construcción de alcantarillas, arbolado, instalación de alumbrado y expropiaciones, entre otras.
Del Ayuntamiento dependían también los 14 «profesores facultativos» del hospital civil, entre ellos un «cirujano de vacuna» y un médico para la «barriada de Buya y Castrejana», para los que iban 23.575 pesetas. Entre el personal del Consistorio figuran además un «agente en Madrid» (2.000 pesetas) y los alcaldes pedáneos de Artigas y Castrejana (100 y 80 pesetas, respectivamente).
Por las realidades sociales que revela, es interesante el capítulo de 'Beneficencia', al que se asignan 149.000 pesetas. Además de las casas cunas, a las que se destinan 40.000 pesetas, hay una partida para «lactancia de niños pobres y socorros extraordinarios y de perentoria necesidad» (12.000 pesetas), otra de «manutención y otros gastos de albergue y socorros, y conducción de transeúntes pobres y dementes» (5.000) y otra para «calamidades públicas y socorros de carácter urgente» (5.000). Existía también la «beneficencia domiciliaria» (40.000 pesetas).
El propio alcalde comentaba en sus consideraciones preliminares otra partida curiosa: «En el artículo de 'Funciones religiosas' se aumentan 60 pesetas por la asignación anual de una amortajadora que se había omitido anteriormente». Victoria de Lecea, obviamente, destacaba las «obras municipales de nueva construcción» –la casa consistorial actual empezó a levantarse en 1883–. «Para gastos de este capítulo que es otro de los que la corporación municipal mira con preferente interés á fin de dotar a esta población de buenos y espaciosos edificios públicos, de que se resiente en bastante grado, se han consignado 2.366.000 pesetas».
94.500 se dedicaron al alumbrado público, con una partida para «una bomba y dos manómetros para ensayar calderas de vapor, un contador de gas y otros aparatos», de 1.000 pesetas, pero destacó el incremento «de las 52.000 que se destinan para los gastos que ha de originar la instalación y ensayos del alumbrado eléctrico, cuya instalación está acordada por la Corporación municipal».
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