TOMÁS ONDARRA
Tiempo de Historias

La Danza Macabra: los góticos bilbaínos de hace un siglo

La tétrica tertulia bilbaína nació con el plan de organizar conferencias de verdugos y sepultureros y merendolas en escenarios de crímenes

Domingo, 13 de noviembre 2022, 01:19

Algunas veces la hemeroteca resulta un poco frustrante y le deja a uno con la miel en los labios. Ocurre con nuestra historia de hoy, que llegó a merecer la atención de periódicos de otras regiones pero quedó tristemente inconclusa, sin que se sepa muy ... bien hasta qué punto acabaron cumpliéndose las expectativas que se habían generado. Pero, aun así, se trata de un asunto tan singular que da pena no recuperarlo del olvido.

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La sociedad de comienzos del siglo XX estaba sumida en plena transformación, con un pie en la tradición y el otro en la modernidad, y una de las manifestaciones más llamativas de aquel cambio era el asociacionismo. Había grupos tremendamente activos, como los esperantistas o los vegetarianos, que difundían sus mensajes con un idealismo inasequible al desaliento, pero el Bilbao de la época también alumbraba iniciativas con un marcado componente lúdico e irónico: sirva como ejemplo obvio el Kurding Club, la conocida agrupación de jóvenes burgueses que lo mismo organizaba veladas musicales que cenas romanas con libaciones en abundancia. Y en esa línea, cosmopolita y extravagante a la vez, se puede enmarcar también La Danza Macabra, algo así como los abuelos de la subcultura gótica.

La Danza Macabra, constituida en Bilbao en abril de 1909, era una tertulia de amigos de lo tétrico que se complacía en escandalizar a los elementos más timoratos de la sociedad. Su acto fundacional consistió en una visita en grupo al viejo cementerio de Mallona –donde Bilbao había enterrado a sus muertos durante buena parte del siglo XIX– y una comida posterior en el camposanto 'nuevo', el de Vista Alegre, en Derio. «Supongo que al destaparse el champagne se pronunciarían elocuentes... epitafios», bromeó un periodista acerca del chocante evento. De las actas fundacionales de la asociación trascendieron unas cuantas cláusulas de evidente trasfondo humorístico: que sus miembros lucían algo así como una vestimenta oficial (alpargatas y jersey de color negro con la inscripción R.I.P. en el pecho), que tenían estrictamente prohibido cantar y bailar (con la excepción de una 'danza macabra' que no era la famosa pieza clásica de Saint-Saëns, sino una composición propia del presidente de la tertulia) y que se contemplaban «fuertes multas» para cualquier socio que se permitiese «la emisión de un chiste que no sea fúnebre».

Besugos destripados

Pero lo más provocador era un programa de actividades que se le atragantó a más de uno. Para abrir boca, anunciaron una conferencia de Gregorio Mayoral, verdugo burgalés que también 'oficiaba' en Bilbao y que iba a disertar sobre las técnicas de su profesión: hay que tener en cuenta que, en aquella época, gran parte de la sociedad prefería evitar todo contacto con los encargados de las ejecuciones. Los siguientes en pasar por el estrado de la tertulia serían unos sepultureros locales. Y nuestros protagonistas también pretendían organizar una expedición a Sevilla para merendar en el Huerto del Francés, escenario de unos atroces asesinatos que habían conmocionado a toda España. La estancia andaluza les serviría, además, para depositar coronas en las tumbas de los dos ajusticiados por aquellos crímenes: uno de ellos, el propio 'Francés', que al ser condenado a varias penas de muerte preguntó «para qué tantas».

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Las reacciones a estas convocatorias oscilaron entre el rechazo y la mofa. El 'Heraldo de Zamora', por ejemplo, habló directamente de la «estúpida asociación» bilbaína y publicó una indignada columna del escritor y traductor Nicasio Hernández Luquero: «Los irónicos de Bilbao (...) se creerán en el mejor de los mundos y satisfechísimos de su propia vena humorística. Y no sé si ya tendrán por sus pueblos tejida una aureola de celebridad». El periodista Juan Pérez Zúñiga, por su parte, dedicó a la iniciativa un divertido poema: «Y después de aprenderse los epitafios / de los muertos ilustres y de los zafios (...), extendiendo sudarios en varios puntos / sobre las tapaderas de los difuntos, / comieron los manjares más adecuados: / ¡hasta besugos muertos y destripados!», relataba una estrofa. Y, según recogieron algunos diarios, entre el pueblo llano no faltaron personas que vincularon la nueva asociación con el supuesto avistamiento de una gran serpiente en Bilbao.

Por desgracia, ahí queda la cosa. El breve rastro de La Danza Macabra desaparece de las apretadas páginas de los periódicos de entonces, sin permitirnos comprobar hasta qué punto llegaron a hacer realidad sus oscuros proyectos: quizá apostaron por un funcionamiento más secreto, fuera del radar de la prensa y la opinión pública, o a lo mejor todo se quedó en peregrina ocurrencia de unos jóvenes desocupados. «Mi sensación personal es que la sociedad no tuvo mucho recorrido», apunta la historiadora y escritora burgalesa María Jesús Jabato, que menciona la estrambótica tertulia en su estudio sobre el verdugo Gregorio Mayoral. Parece que La Danza Macabra tuvo una muerte temprana, lo que no deja de resultar bastante apropiado.

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