Bandoleros al asalto de una aldea vizcaína
Güeñes, 1877. ·
Varios hombres con las caras tiznadas y cubiertas con pañuelos irrumpieron en un barrio aislado, saquearon las casas y mataron a un vecino que había identificado a uno de ellosGüeñes, 1877. ·
Varios hombres con las caras tiznadas y cubiertas con pañuelos irrumpieron en un barrio aislado, saquearon las casas y mataron a un vecino que había identificado a uno de ellosEl final de las guerras siempre ha sido un momento propicio para el bandolerismo, ya que algunos combatientes no encuentran la manera de reintegrarse a la sociedad civil y optan por vivir al margen de la ley. El fenómeno se volvió particularmente habitual en las ... guerras carlistas, y por eso cuando se produjo el asalto al barrio de Saratxo, tan solo un año después de que hubiese concluido la última de aquellas contiendas, los intelectuales debatían si se debía atribuir lo ocurrido a motivos ideológicos o a la simple rapacidad de unos malhechores que se habían echado al monte.
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La escena nos recuerda inevitablemente al Lejano Oeste, por todas esas películas en las que hemos visto cómo una banda de forajidos se adueñaba de un poblado y se entregaba al pillaje. Era el atardecer del 12 de junio de 1877 y en Saratxo se respiraba una tranquilidad que, desde nuestro mundo moderno, nos resulta difícil de imaginar: en el apartado barrio de Güeñes, un puñado de casas cercanas al límite con el término de Barakaldo, la vida transcurría lenta y silenciosa. Según recogió la prensa, los residentes ya estaban cenando cuando irrumpió la siniestra partida de bandidos, aunque, en aquellos tiempos de comunicaciones todavía poco ágiles, las crónicas periodísticas discrepaban en sus pormenores.
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El periódico 'Irurac-bat', por ejemplo, cifró la «gavilla de hombres armados» en una veintena de individuos con «buenos fusiles». También 'La Correspondencia de Vizcaya' hablaba de «unos 18 o 20 hombres». Pero las versiones posteriores redujeron esa cantidad a ocho: «Iban con la cara tiznada y algunos tapada con pañuelos», los retrataba 'El Noticiero Bilbaíno', además de especificar que siete de ellos portaban armas de fuego y el octavo no.
Los forajidos aseguraron a los vecinos de Saratxo que su banda era muchísimo mayor, en torno a cuarenta personas, y que darían aviso a los demás para que bajasen de la montaña en caso de encontrarse con resistencia. Les anunciaron también que, si se les ocurría hacer alguna tontería, los matarían a todos. Y, acto seguido, se dispusieron a saquear metódicamente los humildes hogares del barrio. «Al ver esto, los vecinos se pusieron a la defensiva, batiéndose a brazo partido con los bandidos», recogió 'El Noticiero'. Uno de los residentes –que ejercía de regidor del pequeño núcleo de población– reconoció a uno de los asaltantes y tuvo la mala idea de llamarlo por su nombre. «Irritado sin duda por esto, se arrojó sobre él y le asestó varias puñaladas, dejándole muerto», informó 'El Noticiero'. O, tal como lo expresaba 'Irurac-bat', le «dieron villana muerte». Otros dos vecinos resultaron heridos –uno de ellos grave, por un culatazo en la cabeza– y varios más sufrieron diversas contusiones. Los malhechores se quedaron en Saratxo hasta las dos de la madrugada, seleccionando todo aquello que les parecía valioso, y después «se retiraron tranquilamente» en dirección a El Regato.
Los diarios informaron sin mucho detalle de varios arrestos realizados los días posteriores, a la vez que analizaban la condición de los asaltantes. «La pequeña partida de ladrones no tiene color político, ni otra bandera que el robo y el pillaje», sostenía 'El Noticiero'. «No han dado ningún grito ni enarbolado enseña alguna, ni creemos que tengan derecho a cubrirse con ninguna bandera política», coincidía el 'Irurac-bat'.
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Pero, al repasar las informaciones sobre aquel suceso, lo que más nos sorprende es seguramente el empeño en quitar importancia a lo ocurrido... ¡para no espantar al turismo!, una postura que nos suena extrañamente contemporánea. Varios periódicos madrileños y franceses habían dado cuenta del asalto a Saratxo con un tono decididamente alarmista: en el país vecino, por ejemplo, se llegó a publicar que todos los habitantes del barrio habían sido «pasados por las armas» por «una partida compuesta de 40 a 50 hombres».
'El Noticiero', en una columna dirigida «a los forasteros y bañistas», desmentía que el bandolerismo se hubiese hecho fuerte en esta tierra y estuviese prolongando de alguna manera el clima bélico: «Debemos asegurarles del modo más categórico y terminante que en Vizcaya solo reina la paz, que solo se desea la paz y que no se piensa en perturbarla». Días después, en un artículo más amplio inesperadamente titulado 'Nuestras playas', el diario se extendía todavía más sobre el asunto. «Algunos 'apasionados amigos' del solar vizcaíno (...) no se permiten descanso por presentar a nuestro país como un anfiteatro de fechorías», criticaban, asombrados de que se brindase una visión tan errada desde un lugar tan cercano: «Cualquiera se preguntaría, y con razón, si los que redactan esos periódicos se proponen escribir para el Kongo y para la Mesopotamia, o para el país de los hotentotes, en vez de para el continente que les rodea».
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En respuesta a las informaciones publicadas en Francia, el diario bilbaíno contraatacó defendiendo que «Vizcaya es hoy el rincón más pacífico y tranquilo de España, donde ni siquiera fermentan cierta clase de gérmenes inquietos y turbulentos que se notan en Bayona, Burdeos y otras partes». El asalto a la aislada barriada de Saratxo dio lugar, de manera un tanto improbable, a una invitación «a los innumerables bañistas» a que siguiesen viniendo a Bizkaia para «buscar la savia regeneradora de sus cuerpos enfermos».
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