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'Paper Mario: La Puerta Milenaria' es pura magia Nintendo

Crítica ·

El clásico de 2004 regresa con un apartado gráfico deslumbrante y sin perder un ápice de comicidad

Viernes, 7 de junio 2024, 11:16

Si los incondicionales de PlayStation tenían en el remake de 'Final Fantasy VII' uno de sus sueños más húmedos, los fans de Nintendo hacían lo propio con 'Paper Mario: La Puerta Milenaria', un RPG para GameCube que pasó algo desapercibido entre el gran público por las discretas ventas de la plataforma. Esto último le valió la categoría de culto, hasta el punto de convertirse en la petición más recurrente previa a los respectivos Nintendo Direct.

A nadie se le escapa que las últimas entregas de la franquicia han despertado sentimientos encontrados entre los usuarios más veteranos: todas cumplen, pero a menudo se pasan de frenada a la hora de innovar mecánicas; hasta el punto de perder ese 'algo' mágico de las primeras iteraciones. Algo que queda patente si confrontamos la última ('The Origami King') con el remake que nos ocupa, anunciado por sorpresa para rellenar el calendario de lanzamientos de Nintendo Switch en los últimos compases de su vida comercial.

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Quienes jugamos al original de 2004, hace ya dos décadas, sabemos que nos enfrentamos a uno de los desarrollos más hilarantes de la multinacional japonesa. Los guionistas de Intelligent Systems gozaron de plena libertad creativa a la hora de diseñar personajes y trastocar los cánones más férreos del Reino Champiñón, lo que dio lugar a una cantidad ingente de guiños y referencias que alegraron el corazón de todo buen 'nintendero' que se precie. Al tiempo, también en la nueva versión, os harán llorar de risa en varias ocasiones.

Quizás la mejor prueba de la genialidad que tenemos entre manos sean las circunstancias en que he reseñado el juego: perdí a mi compañero felino hará unas semanas -después de 11 años de amor incondicional- y plantarme frente a la consola era lo que menos me apetecía. Sin embargo, con los días, encontré en ello algo de consuelo; una forma de no ahogarme en los recuerdos. En semejante estado emocional, también me sorprendió esbozar alguna que otra sonrisa y carcajada al revisitar ciertos segmentos impagables.

Porque sí, el desarrollo de esta Puerta Milenaria se mantiene inalterable: Mario acude a la llamada de Peach, quien encuentra el misterioso mapa de un tesoro para acabar nuevamente secuestrada. Nuestro cometido vuelve a ser sacarla de apuros -aunque aquí la fémina dio sus primeras muestras de autosuficiencia y valentía, desmarcándose de los gritos de auxilio que llevaba años profiriendo-, mientras recolectamos los 'cristales estelares' que conducen a la fortuna secreta en cuestión. No revelaremos más porque, insistimos, la narrativa lo es todo: cada uno de los 8 actos que la fragmentan se antoja más irreverente e inesperado que el anterior, transcurriendo todos ellos en ambientaciones diametralmente opuestas; mundos compuestos de varias pantallas libremente transitables con su respectiva mazmorra y jefe final. Esto último nos permite volver sobre nuestros pasos en cualquier instante de la aventura para descubrir secretos en forma de ítems o nuevas rutas, gracias a las habilidades que el fontanero va agenciándose. Un componente 'metroidvania' que sienta del lujo al gameplay y que seguramente os haga volver a cargar la partida más allá de los títulos de crédito, en busca de las piezas estrella, las medallas y los soles diseminados (además de conceder habilidades pasivas y subir de nivel a nuestros compañeros, desbloquean temas musicales e ilustraciones en el 'Diario' del menú de pausa).

Respecto a los combates propiamente dichos, aquí no hay inventos que valgan: batallamos por turnos con la posibilidad de potenciar los ataques (o defendernos) pulsando el botón correspondiente en el momento justo. Un sistema que dinamiza las refriegas en consonancia a los discretos minijuegos ('Quick Time Events') inherentes a cada movimiento. No os mentiré: nunca he casado demasiado con los turnos, pero lo comentado consigue aligerar la experiencia hasta el punto de no intentar esquivar a los enemigos cada dos por tres en los escenarios. Ayuda en este sentido un sistema de progresión basado en 'puntos estrella', que nos permite incrementar nuestro indicador de vitalidad, puntos mágicos o medallas por cada centenar recolectado (haciendo morder el polvo a los malos).

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No esperéis por tanto un esquema de juego profundo al nivel de cualquier Final Fantasy o derivado; se busca la accesibilidad y, si bien encontramos algún que otro pico de dificultad en los primeros jefes, ésta se rebaja conforme nos familiarizamos con los pilares del juego y las vulnerabilidades a según qué ataques. Tirando de lógica, incluso los menos duchos podrán completar la aventura en una media de 25 horas (hasta 40 si acometemos todos los encargos).

En general, el desarrollo sigue convenciendo de principio a fin salvo por algunas aristas que podrían haberse rebajado con motivo del remake: cierto capítulo se os puede hacer bola por lo reiterativo y encontramos algunas idas y venidas que alargan artificialmente la partida. Mero trámites compensados por la sensación de haber transitado un clásico atemporal de Nintendo, al que se han incorporado mejoras de calidad de vida como la alternancia de compañeros a un botón ('L') o la posibilidad de repetir un combate al morir, sin necesidad de continuar desde el último punto de guardado.

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Otros cambios menores pasan por una pantalla de título dinámica; las mentadas fonoteca y galería de arte; discretas variaciones en los nombres de algunos personajes y la opción de activar la banda sonora original. Y es que en La Puerta Milenaria de 2024 han cambiado tanto los gráficos (rediseñados a partir del motor de 'The Origami King') como la música y los efectos de sonido. Los primeros arrojan ahora texturas flamantes, repletas de brillos y transparencias efectistas a unos 30 frames por segundo (frente a los 60 fps originales, aunque no importa en exceso). En cuanto al audio, ya será cuestión de cada cual, pero los nuevos arreglos y composiciones nunca faltan el respeto a la nostalgia.

Paper Mario: La Puerta Milenaria (2024) cumple la misión de rescatar un clásico entre los clásicos del catálogo de Nintendo: la puesta al día audiovisual obedece a un trabajo esmerado más que a la típica capa de pintura, mientras que el guión se mantiene hilarante y el desarrollo variado. ¿Podrían haberse introducido cambios más profundos y limado algunas -pocas- asperezas? Desde luego, pero disfrutar esta joya de Intelligent System en modo portátil es uno de los mejores regalos que podíamos recibir en los estertores de Switch.

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