Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Fue poco tiempo, pero el cielo se vino literalmente abajo sobre el interior de Bizkaia y las zonas adyacentes de Gipuzkoa la tarde del pasado lunes. Llovió mucho, pero sobre todo apareció el granizo con una violencia inusitada. «No recuerdo una cosa igual en 60 ... años», resumía ayer María Ciruelo, propietaria de una tienda de electrodomésticos de la calle Uribarri de Durango, uno de los municipios más afectados. Aitor Pérez tuvo que detener su coche en plena A-8. «La luna resistió de churro».
Noticia Relacionada
Aunque la previsión de la Agencia Vasca de Meteorología anuncia que la inestabilidad y la lluvia pueden volver hoy, en ningún caso se repetirá lo ocurrido hace 48 horas. Lo del lunes tiene pocos precedentes. Fue una tormenta «inusual» por su virulencia, una combinación de factores extraña en estas latitudes. Más propia de la Pampa argentina o las Grandes Llanuras estadounidenses.
«Esperábamos lluvias muy fuertes -se emitió una alerta naranja cuando casi nunca se pasa de la amarilla-, pero no el grosor que alcanzó el granizo», explicaba ayer José Antonio Aranda, responsable de Euskalmet. Algunas pelotas de hielo superaron los seis centímetros y se asemejaron a «bolas de billar». ¿Qué ocurrió? La explicación oficial es que una gran corriente de aire frío de trayectoria «errática» irrumpió desde Burgos e impactó de lleno en la fuerte borrasca que cruzaba Euskadi de suroeste a noreste.
45,5 litros
por metro cuadrado se acumularon en una hora en Mallabia. En Ermua se contabilizaron 43,7.
El fenómeno se conoce en el argot meteorológico como 'supercélula'. Su avance en espiral, algo así como un tornado, la hizo ubicarse entre la tormenta que se aprestaba a descargar sobre el territorio y el mar, que mantiene a estas alturas una temperatura excepcionalmente alta. Una mezcla explosiva. «Se liberó mucha energía», resume Aranda. La suma de vapor, 'supercorriente' y tormenta hizo el resto. Las columnas de nubes verticales alcanzaron los 12.000 metros de altura, mucho más de lo habitual. Y cuanto más alto, mayor fiereza al lanzar hielo y agua. Y llegó lo que llegó.
El Departamento de Seguridad del Gobierno vasco contabilizó en poco más de hora y media balsas de agua, arquetas desbordadas y reventones de cañerías en trece municipios, desprendimientos y socavones en otros diez, e inundaciones en viviendas, talleres, calles y terrazas en otros catorce, según el balance que hizo público ayer. Las imágenes del frontón de Ermua inundado, del alcantarillado de Iurreta colapsado y la de decenas de coches con las lunas rotas en todo el Valle de Arratia acreditan la gravedad de lo ocurrido.
Para hacerse una idea del susto sirve también conocer que el 112 recibió casi 1.500 llamadas, un 30% más de lo habitual, y que los avisos por accidentes de tráfico se quintuplicaron. Aunque los daños económicos aún están por cuantificar, alcaldesas como la de Igorre se plantean incluso solicitar la declaración de zona catastrófica.
El pedrisco dejó allí destrozos considerables, a una mujer herida y mucho miedo. Como en Mallabia, donde se registraron 45,5 litros por metro cuadrado en una hora. En el entorno de Ermua fueron 43,7, y en la frontera con Gipuzkoa los expertos calculan que la precipitación superó los 50. Por comparar: un día de estos desapacibles y lluviosos que se registran en el territorio en invierno pueden acumular unos 20 litros por metro cuadrado... en 24 horas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.