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Javier Guillenea
Martes, 18 de abril 2023, 07:30
El bar Bergara, en el barrio donostiarra de Gros, está sopesando la decisión de solicitar una señal económica cada vez que algún cliente les haga una reserva, después de que una mujer les encargara un centenar de pintxos y no acudiera a recogerlos. De tomar ... esta decisión, el establecimiento seguirá los pasos de otros, que piden un adelanto económico a la hora de reservar mesas para hacer frente a las pérdidas si el cliente no acude a la cita.
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La sentencia favorable al restaurante de San Sebastián Amelia, que cobró una fianza de 510 euros a un cliente que había reservado mesa para tres y no se presentó a cenar, ha puesto de relieve un fenómeno temido por los hosteleros que en el gremio se conoce como 'no show'. Esta voz anglosajona se emplea en la industria de la hospitalidad –restauración y alojamiento– para la persona que ha hecho una reserva o a la que se espera, pero que no aparece y no avisa de su falta de asistencia, o no lo hace con suficiente antelación. Los restaurantes sin estrella pero de categoría alta también han empezado a exigir tarjeta de crédito como medida disuasoria. A su pesar, el bar Bergara también se plantea sumarse a esta corriente. «Nunca habíamos funcionado de esa forma, pero te obligan a hacerlo. Hemos aprendido la lección», recalca Monty Puig-Pey, que regenta el bar Bergara junto con Esteban Ortega.
La clienta, una mujer extranjera, apareció tres días seguidos por el bar, donde pedía un blanco especial Muga que acompañaba con un pintxo. El último día encargó que le prepararan cien. Dijo que se los llevaría el sábado y dio su número de teléfono. «La verdad es que no comprobamos el número, nos fiamos de ella», admite Monty.
El día convenido aguardaban en el bar 35 pintxos de aguacate con salmón, 35 de falsa lasaña de anchoas y 30 de txipirones encebollados, todo ello por 300 euros. La mujer había quedado en pasar a recogerlos a las tres de la tarde, pero llegó la hora y no apareció. «Se habrá retrasado, llegará en cualquier momento», pensaron. Pero pasaron los minutos y la clienta seguía sin aparecer.
«A las tres y media la llamamos por teléfono y no coge. Dejamos un mensaje en el contestador y nada. Volvemos a llamar, tampoco. Vemos que tiene whatsapp, le decimos que pase a coger los pintxos, lo lee y no nos responde», recuerda Monty. Mientras tanto, a su lado los pintxos comenzaban a estropearse. «El aguacate se oxida enseguida y los txipirones hay que tomarlos caliente, en el momento, porque luego ya no valen para nada». Cuando ya perdieron toda esperanza, acabaron reconociendo lo que durante todos esos minutos les había costado asumir. «Nos la había metido doblada».
«Estafa es la palabra que primero nos viene a la boca», dice Monty. «Los pintxos nos los comimos con patatas», añade. Pudieron reciclar algunos, pero la mayoría de ellos acabaron en la basura. «Del dinero perdido nos olvidamos pronto, pero es que te han hecho daño y no sabes cómo ha podido ser. Es algo que sabe muy mal».
No se imaginan qué pasó por la cabeza de la mujer. Desconocen si encargó los pintxos a sabiendas de que no volvería a por ellos, si pensaba haberlos recogido pero a última hora se echó atrás o le sucedió algo que le impidió presentarse en el bar. Lo que sí sabe Monty es que «el sábado tuvimos a una cocinera preparando los pintxos a la hora punta del aperitivo, cuando teníamos un volumen de trabajo importante».
Es consciente de que han abusado de su confianza y de que al menos deberían haber comprobado el número de teléfono que les dio la clienta, pero son cosas que se piensan después, cuando el destrozo ya está hecho. «Somos un bar de barrio. Tenemos mucho turismo, pero conocemos a nuestra clientela habitual. Aquí funcionamos siempre con pedidos de pintxos para bautizos o comuniones. Esto nunca nos había pasado y encima a ese volumen», asegura.
«Hemos guardado la factura como recuerdo», revela Monty. A partir de ahora ya nada será igual. Es como si hubieran perdido la inocencia, como si hubieran descubierto que la confianza es una mala compañera de negocios. «Vamos a tener que atar todo, amarrarlo al detalle, no como antes. Hay que aplicar medidas correctoras muy serias», insiste. «A partir de ahora, a confirmar por teléfono, pero tampoco lo puedes asegurar al cien por cien. Yo creo que la mejor medida es pedir una señal».
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