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Álex Serrano López
Martes, 27 de febrero 2024, 07:08
Los bomberos y los policías que estos días se adentran en los edificios calcinados de Campanar, primero para buscar cadáveres y luego para investigar el siniestro o recuperar efectos personales de los vecinos, atraviesan unas moles de hollín, pasillos oscuros y fríos donde corre el ... viento y una estructura que se ha mantenido en pie contra todo pronóstico. Algunos bomberos que han entrado estos días a las torres, donde las fotografías están terminantemente prohibidas, relatan un escenario de pesadilla: «Todavía huele a plástico quemado».
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El incendio ha dejado las torres prácticamente con la estructura a la vista, lo que genera espacios abiertos y a la vez oscuros debido al hollín que mancha todas las paredes. Los bomberos suben las escaleras, que se encuentran en un estado aceptable, pero es al entrar a los rellanos de los pisos donde descubren un mundo de luces y sombras provocado por el sol que llega del exterior y en el que el viento se cuela por las ventanas inexistentes sin que nadie ni nada se lo impida.
Antes de eso, han tenido que transitar por un zaguán de entrada sucio debido a las pisadas de las botas de los bomberos, manchadas de ceniza, y al agua que cayó de los pisos superiores durante las labores de extinción. Ya en la planta baja se pueden ver, tal como explican los bomberos, las lámparas derretidas, lo que da cuenta de la tremenda temperatura que se alcanzó en las torres, incluso en enclaves que no ardieron como los zaguanes. Hasta el mobiliario está fundido.
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Obviamente, la cosa no mejora conforme se suben los pisos. Aseguran quienes lo han visto que las paredes han desaparecido: sólo quedan los tabiques divisorios entre las viviendas. Los muros, de yeso laminado, se fundieron y ardieron, por lo que no hay división entre los distintos pisos. Las puertas, las que quedan, no tienen los números, que se derritieron. En el infierno en que se convirtieron los dos edificios el jueves, la temperatura de las llamas osciló entre los 800 y los 1.200 grados, mientras que la temperatura ambiente podía llegar, en determinados enclaves, a más de 100 grados centígrados. Una persona, incluido un bombero, no puede soportarla mucho tiempo.
Dentro de las viviendas, los especialistas consultados por este diario aseguran que los escombros son poco más que polvo. «Algunos pisos están un poco mejor porque ardieron menos tiempo, pero donde más fuego hubo, lo que queda es polvo. Sólo eso», cuentan. Las altas temperaturas, mantenidas durante horas, han calcinado los enseres domésticos hasta el punto de que los bomberos no tienen que trabajar con escombro de gran tamaño, fácil de retirar, sino con poco más de un polvo hecho de muebles, menaje o electrodomésticos reducidos a cenizas, que flotan en remolinos empujadas por el viento que se cuela por la fachada totalmente abierta.
Por suerte, todavía se han podido recuperar enseres personales de muchas viviendas, que los bomberos han bajado para que los habitantes del edificio los recuperaran este lunes. Lo cierto es que muchas de las viviendas todavía están en buen estado, sobre todo en la cara norte de las torres, aunque todas las fuentes consultadas coinciden en explicar que el hecho de que la estructura haya aguantado se puede tildar casi de milagro, porque tanto el jueves como el viernes había serias dudas de que los edificios aguantaran. Las torres ardieron durante horas porque con la cantidad de material que había dentro era imposible apagar el fuego hasta que se consumiera todo, incluida la pintura de las paredes.
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