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violeta santiago
Jueves, 17 de agosto 2017, 10:13
«Acabé con la camisa ensangrentada de aguantarle la cabeza. Estaba muy mal, no reaccionaba», solo tenía espasmos de vez en cuando «y cada vez que convulsionaba, echaba sangre por la boca. Esa noche dormí poco o nada. No se me va a olvidar ... nunca». Carlos Revilla, 40 años y vecino de Liendo, fue de los primeros en detectar en la madrugada del martes que algo había ocurrido en una esquina de la plaza Navedo, donde se celebraba una disco-verbena, en la que participaban cientos de personas que no se enteraron de la agresión que se había producido a muy escasos metros.
Revilla justificó ayer esa ignorancia: «Es que la zona se encontraba un poco apartada de donde estaba todo el mundo y es un sitio en el que no se ve nada». Él se enteró porque salía del bar La Plaza con un grupo de amigos y su novia y vio correr a una persona. Le llamó tanto la atención cómo corría que se acercó al lugar del que se marchaba aquella persona. Solo por ese instinto que tuvo descubrió al joven atacado «tirado en el suelo totalmente inconsciente. Otro chico y yo intentamos moverle, pero fue imposible. Le subimos a un banco y le lavamos con agua, pero nada. Yo le aguantaba la cabeza. En un primer momento no llamamos a nadie porque pensábamos que reaccionaría, pero tampoco nada. Alguien alumbró y entonces vimos que tenía una brecha en la cabeza por la que estaba sangrando».
Según cuenta este vecino de Liendo, que trabaja en Bilbao, el herido estaba «empapado de sangre» y lo único que demostraba que estaba vivo «es que de vez en cuando convulsionaba». Al principio, las dos personas que intentaron atenderle no llamaron a nadie porque pensaron que le harían espabilar. «Yo he tenido un accidente, estuve inconsciente, y sé que tardas un rato en darte cuenta de las cosas», dice. «Pero enseguida vimos que no era el caso porque no se movía. No se movió en el minuto uno y seguía sin hacerlo cuando llegó la ambulancia».
A los servicios de emergencia se les llamó un poco después, cuando ya se arremolinó más gente en torno al joven, incluidas dos enfermeras. Le bajaron del banco al suelo y las dos profesionales sanitarias dieron alguna indicación para mantenerle lo mejor posible.
Revilla contó ayer esta historia por teléfono, todavía muy conmocionado. Había relatado todo lo que vio a la Guardia Civil, «aunque ya les he dicho que no valgo nada como testigo, porque estaba todo muy oscuro y lo único que vi fue gente correr y de espaldas. En ningún momento les vi las caras». A toro pasado, a Carlos Revilla le extrañan varios detalles de los que se ha ido dando cuenta a medida que se aleja en el tiempo la madrugada del martes. Por ejemplo, le deja pasmado que el chico madrileño «estaba solo. En ningún momento se presentó allí nadie que dijera que estaba con él». Le sorprende, además, que la persona que le ayudó a él en un primer momento a subir a la víctima al banco «luego desapareció sin más. No le volví a ver».
Aunque más le da que pensar lo que después le contaron de que el chico finalmente detenido por el ataque «estaba en el corrillo de gente que miraba lo que pasaba mientras esperábamos a la ambulancia y la Guardia Civil. De hecho, es curioso que siguiera en la plaza cuando le detuvieron porque hacía más de media hora que había pasado todo».
También le ha quedado la sensación de que la ambulancia «tardó muchísimo» en aparecer. Es consciente de que quizá sea una percepción, porque él se dio cuenta en un determinado momento de que era «muy urgente» que llegara la asistencia. «Me agobié porque veía que pasaba el tiempo y el chaval necesitaba ayuda. Será por eso, pero se me hizo eterno».
Ahora, Revilla lo único que quiere es que el chico «se recupere, que salga del hospital y que se esclarezca lo que pasó». Él dice que no lo sabe. Se limitó a estar allí, a su lado, haciendo lo que pudo.
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