Sin miedo al virus, con rechazo hacia las instituciones y jóvenes

Para Estibaliz Linares, profesora de la Universidad de Deusto experta en conductas juveniles, precisamente la edad es uno de los motivos que explica este menor seguimiento. «No creo que los jóvenes tengan menos concienciación ni sean antivacunas, porque la mayoría nos hemos vacunado desde niños para otras enfermedades. Pero sí puede haber algo inherente a la juventud, que es el hecho de asumir riesgos, cuando además los síntomas que sufren si se contagian son leves», analiza. También apunta en esa línea el doctor Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología. «Piensan que son indemnes a sufrir una infección grave».

Imanol Zubero, sociólogo de la UPV/EHU, añade que un hecho diferencial entre España y otros países de Europa o Estados Unidos es que mientras aquí el grueso de la gente que no se vacuna son jóvenes, en esos otros territorios «suelen ser personas más maduras y de ideologías más cercanas a los extremos, en especial a la extrema derecha».

Pero hay otros aspectos que influyen en que casi un 10% de la población vacunable de Euskadi y España no quiera sumarse a la campaña. Y no todos son jóvenes. Hay personas que han ignorado las recomendaciones de las autoridades sanitarias en todas las franjas de edad. De este 10%, solo la mitad se declara abiertamente antivacunas en las encuestas realizadas por el Instituto de Salud Carlos III.

¿Qué pasa entonces con ese otro 5%? Zubero apunta que hay otros condicionantes a tener en cuenta. «Por un lado entender la ciencia no es algo sencillo para la ciudadanía y en esta pandemia nos hemos encontrado con discrepancias entre los especialistas. Por otro, hace falta confiar en las instituciones y en estos momentos nos encontramos en un momento de desafección hacia ellas», indica. Y es que son las propias administraciones las que promueven la vacunación. Por último, añade, «muchos de los que no se vacunan es porque tienen un individualismo exacerbado y no quieren hacer algo que no les apetece, sin importarles lo que suceda. Es algo que se ve también en personas que no quieren usar la mascarilla en espacios donde sí hay que hacerlo. Hay una parte de egoísmo en ello».