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La fatiga pandémica parece haber llegado a las instituciones vascas y ha hecho saltar por los aires la tradicional unidad de acción que había hasta ... ahora. Tras varias jornadas de tensión entre el Gobierno vasco y los ayuntamientos de las tres capitales a cuenta de las cabalgatas, el resultado ha sido sorprendente: Vitoria y San Sebastián tendrán desfiles de Olentzero y Reyes Magos, pero Bilbao no. La urbe vizcaína es la única que ha atendido sin matices las recomendaciones del LABI. Dicho al revés, las otras dos han ido por su cuenta. De fondo está una tasa de contagios en máximos, pero también la presión social de una ciudadanía confundida ante restricciones que a veces parecen poco coherentes.
Ya se barruntaba que algo raro se estaba cociendo cuando, a principios de semana, el alcalde donostiarra, Eneko Goia, anunció por su cuenta que sí habría cabalgatas en su ciudad. Sorprendió el pronunciamiento porque hasta ahora las tres capitales siempre habían actuado de manera conjunta a la hora de resolver sobre la cancelación o no de fiestas y celebraciones. Era ese un mecanismo eficiente para diluir un poco la responsabilidad del impacto de las malas noticias de cara a la ciudadanía. También lo hacían tras el parapeto de las recomendaciones del LABI. En fin, que nadie cargaba en solitario con la impopularidad de la decisión.
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El jueves era el momento de definir qué se iba a hacer. Pero, contra todo pronóstico, la reunión entre los tres alcaldes y la consejera de Salud se saldó sin acuerdo. Sorprendió porque unas horas antes Gotzone Sagardui se había pronunciado de manera clara en contra de las masificaciones callejeras que propician las cabalgatas. Ahí se percibió la primera brecha. Todo apuntaba a que Goia y el gasteiztarra Gorka Urtaran (que también actúa como presidente de Eudel) apostaban por mantener los actos, mientras Aburto se alineaba con la máxima autoridad sanitaria de la comunidad.
Y ayer, finalmente, quedó a la vista el boquete. El LABI filtró a primera hora de la tarde un documento en el que explícitamente y por escrito recomendaba no celebrar desfiles. Algo que fue interpretado como una presión clara y de última hora a San Sebastián y Vitoria. Pero no cedieron y una hora después enviaron sendas notas en las que anunciaban que habría cabalgatas. Eso sí, con más medidas de seguridad, que en la capital alavesa se traducirán en un recorrido más amplio para contener aglomeraciones y en la supresión de la tradicional recepción y del saludo desde el balcón del Ayuntamiento. En la guipuzcoana se concretarán la semana que viene. Ahora bien, su nota se refiere únicamente a la fiesta de Olentzero.
Bilbao sí ha atendido las recomendaciones del LABI y ha cancelado los desfiles. En su lugar se diseñarán actos como los del año pasado. Olentzero y Mari Domingi participarán en una obra de teatro musical la mañana del día 24 en el Teatro Arriaga. Por su parte, los Reyes Magos estarán el 5 de enero en el Bilbao Arena. Las entradas para ambos eventos -a un precio que aún no se ha definido pero que el año pasado fue de dos euros- se pondrán a la venta el 21 y el 30 de diciembre, respectivamente.
Aburto apuntó que «con ilusión y esperanza también se combate el virus», y pidió no bajar la guardia: «Es importante seguir actuando con responsabilidad en estas fechas tan señaladas; es imprescindible seguir respetando las normas porque ahora más que nunca es necesaria la prevención».
¿Cómo justifican Vitoria y San Sebastián su decisión en sentido opuesto? Se agarran a una coletilla en la nota del LABI. Su literalidad «aconseja» que se «eviten» las cabalgatas y «cualquier otro acto de similares características al estilo acostumbrado hasta antes de la pandemia». Como tomarán medidas de seguridad adicionales, entienden que cambia el estilo y ya no es prepandémico.
Lo que revela todo esto es que han llegado a lo alto de las instituciones las discusiones que ya están en la calle a cuenta de las inconsistencia de determinadas medidas. ¿Tiene sentido mantener las cabalgatas cuando estamos en un nivel de contagios inédito, se están empezando a tensar los hospitales y además ya se ha cancelado Santo Tomás? Y, como argumento en contra, ¿tiene alguna lógica privar a los niños de estos eventos mientras se siguen celebrando conciertos con miles de personas en espacios cerrados y el metro en hora punta va hasta los topes? Hasta ahora, las distintas administraciones, todas en manos del PNV, se habían mostrado de acuerdo a la hora de hacer interpretaciones. Ya no.
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