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La denominada neuromodulación del nervio sacro se realiza por fases, una primera de prueba y una siguiente de implante. Con una pequeña operación quirúrgica se ... implanta bajo la piel, en la parte superior de las nalgas, una llamémosle 'pila' (neuroestimulador) del tamaño de una moneda de cincuenta céntimos. La paciente (por lo general son mujeres) puede manejarla por bluetooth con un mando a distancia para adaptarla y, según el momento, conseguir estar lo más confortable posible. Se pone con anestesia local y en unas horas recibe el alta y se va a casa.
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Esta pequeña batería sirve para estimular los nervios apropiados en la zona del suelo pélvico -que es como la hamaca flexible de apoyo para una serie de órganos, la vejiga, la uretra, la vagina, el útero y el recto- por medio de impulsos eléctricos suaves o moderados. Eso que el cerebro ordena pero el cuerpo es incapaz de materializar tras, por ejemplo, un parto complicado donde se ha perdido mucha sensibilidad. Es decir, sirve para restaurar la coordinación entre el cerebro y el suelo pélvico, la vejiga o el intestino y los músculos del esfínter.
También resuelve el estreñimiento crónico, el síndrome de resección anterior, el síndrome de intestino irritable y el dolor pélvico crónico debido a «lesiones medulares incompletas, radiculopatías, esclerosis múltiple, diabéticos...». Patologías que también sufren los varones. Para ellos también está pensado el neuroestimulador, una técnica a la vanguardia de las opciones de tratamientos disponibles que se implanta en la Unidad Multidisciplinar de Suelo Pélvico del hospital de Galdakao, donde especialistas en el tratamiento del dolor, ginecología, urología, diagnóstico por la imagen, fisioterapeutas y psiquiatras se unen para abordar las patologías relacionadas con esta dolencia, ofreciendo un diagnóstico y tratamiento individualizado, sobre todo a mujeres.
«Probablemente haya muchas preguntando a distintos especialistas qué les ocurre y, seguramente les hayan dicho que su problema no tiene solución. No es así. No están locas. Su problema tiene nombre y, lo más importante, tiene tratamiento. Lo que les ocurre se llama dolor pélvico crónico», apuntan Ane López e Izaskun Badiola, cirujana y uróloga en el hospital de Galdakao.
Dolor crónico y otros síntomas. Entre los más comunes, sensación de pesadez, hinchazón, tirón o dolor en el bajo vientre o en la zona de la entrepierna que se agrava al final del día. Además, manchado de la ropa interior y secreciones ya sea por la vagina, la uretra o el ano. Verse obligada a usar compresas a diario para la orina o las heces. Notar que hay un bulto en esa zona y que necesitamos ayudarnos con el dedo para vaciarnos a la hora de ir al baño. Usar laxantes a diario por un estreñimiento. Molestia importante a la hora de defecar, sangrado, pérdida de orina, escape de gases o heces. «Detectar el problema y no resignarse a convivir con él es el primer paso», añaden estas especialistas sobre un asunto que afecta a «gente activa de 55 años de media».
«El suelo pélvico sigue siendo un gran desconocido tanto para pacientes como para profesionales. La inmensa mayoría de la población no es consciente de la importancia de tener esta zona sana, fuerte y bien organizada hasta que aparecen algunos síntomas que pueden llegar a incapacitar y alterar la vida del paciente. Es un área del organismo de la mujer olvidada hasta que se produce el momento del parto y en el hombre hasta que, a partir de cierta edad, comienzan a presentarse problemas de incontinencia, dolor u otros síntomas», explican. «Engloba tanto el área sexual, como la digestiva, la ginecológica y la urogenital», concluyen.
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