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TERRY BASTERRA
Domingo, 5 de enero 2020, 23:15
La artrosis es un problema crónico. Afecta a las articulaciones, provoca dolor y llega a limitar el movimiento. Es una de las principales causas de incapacidad entre las personas mayores. Los Sysadoas son un grupo de medicamentos que tradicionalmente se ha utilizado para tratar ... esta patología, pero el Ministerio de Sanidad ha decidido dejar de financiarlos. ¿Por qué? Recientes estudios -incluido uno en el que ha participado el Departamento vasco de Salud- cuestionan su eficacia y la sitúan en un nivel similar al de los placebos. La noticia no ha sentado bien en el seno de la industria farmacológica, aunque no ha cogido por sorpresa a nadie en el sector. Es más, voces autorizadas abogan por limitar los medicamentos que se prescriben a estos pacientes y apostar por tratamientos no farmacológicos. Los consideran la «clave del éxito» para reducir las molestias en rodilla, cadera o franja lumbar y no perder más movilidad -cuando no recuperarla en parte-.
Una de las recomendaciones es que los pacientes que la sufren no acumulen sobrepeso. La Sociedad Española de Nutrición, la de Reumatología, la de Rehabilitación, la de Cirugía Ortopédica y la del Estudio de la Obesidad advirtieron hace unos años que el porcentaje de enfermos de artrosis -están diagnosticados un 40% de los mayores de 60 años- es mucho mayor entre la gente con exceso de kilos.
Pero hay más alternativas y parte de ellas son muy sencillas. «No hay que rehusar a utilizar un bastón para no sobrecargar esa rodilla afectada», apunta Juan del Arco, director técnico del Colegio de Farmacéuticos de Bizkaia. Los vendajes funcionales también logran buenos resultados, al igual que la termoterapia. «Colocarse calor es muy eficaz», destaca Del Arco. No hay que olvidar una buena «higiene postural» y practicar ejercicio de forma frecuente y en sesiones de corta duración, siempre dentro de las posibilidades de cada persona. Y la acupuntura. «Hay ensayos que demuestran su eficacia en determinados casos». Todo ello, apunta, ayuda a que el problema no vaya a más.
Cuando ya se opta por acudir a los fármacos para tratar el dolor moderado la recomendación es utilizar antiinflamatorios no esteroideos de aplicación tópica. No afectan a la función renal y siempre se evitan riesgos para las personas con problemas cardiovasculares. Cuando la molestia es severa la respuesta sanitaria es otra. Se opta por medidas como inyecciones de corticoides intraarticulares. En los casos más graves hay que optar por la solución quirúrgica.
¿Y dónde quedan los Sysadoas? Este medicamento de acción lenta aporta componentes naturales propios del organismo, uno de ellos la glucosamina. Durante años se consideró que, pese a no curar la artrosis, sí lograba un alivio sintomático de sus dolores. Es un condroprotector, esto es que retrasa el deterioro del cartílago articular. Pero los estudios recientes no acreditan clínicamente que produzca tales beneficios. Tampoco efectos adversos sobre el organismo y hay pacientes que aseguran que a ellos sí les reduce el dolor. Por eso se va a seguir permitiendo su venta, pero desde el Ministerio de Sanidad se ha decidido dejar de financiar su prescripción. Aunque fuentes gubernamentales añaden que se trata de un proceso que «lleva su tiempo».
España seguirá así el camino ya emprendido por otros países europeos como Francia, Austria, Bélgica, Dinamarca, Irlanda, Noruega u Holanda. En algunos de ellos este grupo de medicamentos ha pasado a ser considerado suplementos dietéticos o fármacos que se adquieren sin la necesidad de una receta.
312.000 vascos padecen artrosis según las industrias farmacéuticas, el 17,5% de la población en edad adulta.
Según un estudio. Hace una década se llegaron a consumir 300.000 dosis diarias por millón de habitantes.
Euskadi es una de las comunidades autónomas en las que no se fomenta su prescripción. A finales de la década pasada se disparó su consumo de Sysadoas en todo el Estado. El estudio realizado por Sanidad y el Gobierno vasco lo fija «en más 300.000 dosis diarias por millón de habitantes». Aquel año su financiación supuso para las arcas públicas un gasto de 1,7 millones de euros por millón de habitantes en facturación en receta médica oficial.
Fue entonces cuando se decidió empezar a revisar los estudios clínicos que avalaban su uso. Comenzaron a detectarse irregularidades en los mismos y se realizaron otros nuevos que han echado por tierra esos efectos beneficios para una enfermedad que afecta a 7 millones de pacientes en España y a 312.000 en Euskadi.
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