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Hay fechas que marcan tanto el rumbo de la Historia que uno siempre trata de recordar qué hacía ese día. En Euskadi muchos intentarán hoy acordarse de en qué ocupaban sus horas aquella tarde del 28 de febrero de hace un año cuando se confirmaron ... los dos primeros casos positivos de coronavirus. Uno era el de una joven guipuzcoana que había regresado de Italia y el segundo, el más preocupante porque golpeaba «al corazón del sistema», llevó a la exconsejera de Salud, Nekane Murga, a instalarse día y noche en la cuarta planta del hospital Txagorritxu de Vitoria. Una especialista de medicina interna se había contagiado y el sistema vasco de salud se enfrentaba antes que ningún otro en España a un escenario incierto: aquello afectaba de golpe a pacientes, a los profesionales que les cuidaban y a los familiares de todos ellos. «Nos dimos cuenta de lo vulnerables que éramos», relata la exconsejera.
«Yo estaba en mi despacho de Lakua -la sede del Gobierno vasco está muy cerca de Txagorritxu- cuando me confirmaron los casos y en diez minutos ya estaba allí con el equipo directivo del hospital. Se planteaba una situación compleja. Había protocolos, pero también incertidumbres. Te encuentras con espacios grises en los que no sabes bien cómo desenvolverte. Había que tomar decisiones, definir qué era un contacto estrecho en el personal de enfermería, las auxiliares, en quienes habían compartido guardias. Esto era muy importante. Había que saber a qué pacientes había atendido, cuándo se les había dado el alta...».
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Esa primera noche abandonó la mesa de crisis creada en Txagorritxu pasada la una y media de la madrugada. Una veintena de profesionales se tuvieron que ir a sus casas y confinarse hasta la llegada del equipo que les haría las PCR a domicilio y empezaba a alertarse también a pacientes y familiares. A las ocho de la mañana del día siguiente Nekane Murga, cardióloga especializada en insuficiencia cardíaca, estaba de nuevo instalada en el hospital. Otro médico había dado positivo y en las siguientes horas se supo de cinco casos más. En solo 48 horas, un total 102 personas estaban aisladas en la capital alavesa.
Empezaba a mostrar su cara una crisis sanitaria y socioeconómica sin precedentes. El domingo, Murga reunió en Bilbao a los gerentes de todas las demás OSI (organizaciones sanitarias vascas) «en lo que fue el último encuentro presencial colectivo, con distancia y sin mascarilla», recuerda. Debían prepararse y prestar apoyo en red a Txagorritxu, el hospital que tenía bajo cuarentena a todos sus internistas. El lunes enviaron refuerzos desde Bizkaia y Gipuzkoa a Vitoria.
exposición pública
Lo que estaba ocurriendo en Txagorritxu no pasaba en ningún otro sitio y arreciaron las críticas. ¿Se tardó demasiado tiempo en reaccionar? Murga es tajante. «No. Hasta entonces, según los protocolos que había, veíamos aquello como algo que pasaba en Wuhan, que podía venir de quienes habían estado en Italia, de personas que tenían fiebre alta... Y, sin embargo, nuestros primeros positivos apenas tenían sintomatología y en algunos casos solo habían estado en contacto con otras personas que habían estado de vacaciones en otra comunidad autónoma», justifica.
«Nosotros fuimos los primeros, lo detectamos más precozmente y luego se demostró que esto estaba en todas partes, enseguida se vio que Madrid, La Rioja o Castilla-León tenían lo mismo o más». Desde principios de mes, las alarmas habían saltado varias veces ante casos sospechosos que no se habían confirmado.
Asegura que lo de Vitoria fue diferente. «Lo que pasa es que a nuestros profesionales esto les sorprendió y sacaron unas analíticas para un caso que en los protocolos que se establecían no marcaba como de riesgo. Eso nos hizo dudar y pensar en que la enfermedad estaba delante de nosotros sin verla. Empezamos a realizar más pruebas a pacientes que estaban con cuadros clínicos no habituales o neumonías y es cuando fuimos capaces de detectar precozmente y parar algo que podría haber sido más grave dentro de nuestros hospitales». En el caso de Vitoria, en el pico de la primera ola llegó a haber más de 370 personas ingresadas a la vez por cuadros respiratorios derivados del covid.
A partir de ese lunes 2 de marzo comenzaron para ella ocho meses sin descanso como cabeza visible de la gestión sanitaria de una pandemia de la que fue apartada tras el verano, con la designación del nuevo Gobierno de Urkullu. La exconsejera subía a las siete de la mañana al coche que la llevaba a Lakua y por el camino llamaba a cada hospital para saber cómo era su situación. Más tarde se informaba de cada brote y foco. Para cuando cada mediodía se enfrentaba la rueda de prensa, tenía ya datos exactos de la evolución de la enfermedad y de la situación de los hospitales. «Recuerdo que por la mañana se abría una planta nueva para pacientes covid en Urduliz, por ejemplo, y a la una de la tarde ya habían ingresado a otros 30».
De cara al público, aparecía templada. «Siempre traté de dar una información clara». «¿Agotada? No tengo la sensación de haber estado agotada; yo dormía mis 6 o 7 horas bien, dando vueltas a las cosas, pero con el convencimiento de que hacíamos lo que podíamos. Me metí a vivir el día a día». No había suficientes equipos de protección en el mercado para los sanitarios, lo admite, y tampoco reactivos ni hisopos como para hacer cribados masivos. Y, aun con esas condiciones, alaba «la labor increíble de los profesionales, que se brindaban a trabajar un día y otro, y sin horarios. Todavía me emociona».
el contagio
Viajó a cada OSI cada vez que se detectaba algún nuevo foco y también visitó algunos de los centros de atención primaria que se destinaron solo a pacientes covid, los de los 'circuitos sucios', y se puso en contacto con los gerentes de las residencias de ancianos más golpeadas. «Viví muy de cerca las situaciones, y eso me daba fuerza. Yo me sentía fuerte y respaldada».
Profesionales sanitarios con los que había compartido mesa y despacho los primeros días cayeron contagiados. Y ella misma lo dispuso todo para, en caso de dar positivo, poderse aislar en su despacho del edificio Ledo de Bilbao. «Tiene ducha, una nevera y cafetera, así que con un sofá cama podía aislarme y trabajar mediante videoconferencia». Pretendía así proteger a su familia, a la que ha intentado ver cada día a la hora de cenar. «Planteábamos la cena en primera convocatoria a las nueve y en segunda a las nueve y media. Pero algunos días no llegué», confiesa.
«¿Que si me arrepiento de algo? Ojalá hubiéramos sabido antes que los contagios eran por aerosoles y no por gotículas. Los protocolos cambiaban, pero creo que en muchas ocasiones fuimos por delante. Yo creo que la gente es consciente de que pusimos muchos medios».
Nekane Murga Eizagaechevarria. Bilbao, 1963. Fue consejera desde marzo de 2019 hasta septiembre de 2020.
Otros cargos. Directora de Planificación Sanitaria. Su plaza es la de jefa de sección de Cardiología Clínica en Basurto
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