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PANKRA NIETO
Sin tapabocas en la calle desde el 26 de junio

Ni contigo ni sin ti, mascarilla

Euskadi se resistió a aceptar la obligatoriedad de la protección buconasal y ha sido, en cambio, la comunidad que con mayor ahínco ha defendido su continuidad

Sábado, 19 de junio 2021, 00:48

La mascarilla se va. No se irá de la noche a la mañana y es muy posible que, aunque cueste creerlo, se la llegue a echar de menos. De momento, es una retirada parcial: solo en la calle. No son pocos los especialistas que aseguran ... que el próximo invierno, muchos ciudadanos volverán a ponersela en cualquier ámbito, en espacios cerrados o en la vía pública. Aunque no sea obligatoria, la eficacia que ha demostrado para protegerse de otras enfermedades infecciosas, como la gripe, lo justifica. Sin embargo, las autoridades sanitarias, especialmente las vascas, no siempre estuvieron convencidas de sus bondades. Y lo que un día no era necesario, otro lo convirtió en obligatorio.

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Quizás el titubeo que el Gobierno vasco expresó en torno a la protección buconasal tuviera que ver con la escasez de material con que sorprendió la pandemia a las distribuidoras europeas de material sanitario. Las dudas institucionales sobre si la infección se convertiría en un problema de salud pública para Europa y la tardía reacción ante la crisis sorprendió a los sistemas sanitarios sin el material necesario para afrontar la crisis. Los hospitales tuvieron que afrontar el aluvión de casos sin respiradores, ni equipos de protección y, claro, sin mascarillas.

La salvaguarda del personal sanitario se convirtió en uno de los dos primeros objetivos de la lucha contra el coronavirus. El otro, proteger a la población, se resolvió con un confinamiento domiciliario. Alguien se olvidó las residencias de ancianos, pero esa es otra historia. Faltaba material. Europa, y Euskadi con ella, tuvo que pedir auxilio a los países del Este, y en especial a China, donde comenzó todo, para intentar cubrir las necesidades. No importa que fueran productos sanitarios no homologados por la UE. Importaba sobrevivir.

«Por sí sola, no protege»

El discurso institucional vasco se fundamentó entonces en que la mascarilla no era una herramienta necesaria para combatir la pandemia. «Es un elemento que por sí solo no protege», proclamó la entonces consejera de Salud, Nekane Murga, mientras su Gobierno se enfrascaba en una de las primeras polémicas con el central por su reparto gratuito en el transporte público. A pesar del confinamiento, trenes, autobuses y metro continuaban abarrotados de gente que iba a trabajar.

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El uso de la mascarilla comenzó a hacerse cada vez más cotidiano. Recomendado incluso por la Organización Mundial de la Salud para protegerse de la infección, que en la primavera pasada alcanzó su mayor virulencia. Las muertes afectaban entonces en Euskadi a más del 10% de los afectados diagnosticados. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, comenzó a aparecer con la boca y la nariz tapadas en actos públicos. «Tendrá coronavirus», ironizó Murga en una entrevista con EL CORREO en una muestra de tozudez administrativa.

Era abril de 2020. Al mes siguiente, el 20 de mayo, en plena desescalada, el uso de mascarilla se convertía en obligatorio en espacios públicos y lugares en los que no fuera posible guardar la distancia de seguridad. Euskadi seguía manteniendo su discurso contrario a la obligatoriedad de la máscara, pero al mismo tiempo, comenzaba a tomar medidas. El Gobierno de Urkullu cerraba acuerdos con empresas para producir hasta 214 millones de unidades al año.

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Cambio de criterio

En el recuerdo de quienes vivieron la crisis de la gripe A quedaba entonces el momento en que el Gobierno vasco de Patxi López se deshizo en 2011 de los 47 millones de protecciones que la consejería de Gabriel Inclán compró por la inminente emergencia de la gripe A, que no fue tal. Euskadi había pagado por ellas 2,5 millones y se vendieron por 40.500 euros.

El confinamiento redujo la transmisión del virus de manera drástica, hasta los más bajos niveles conocidos, pero la llegada del verano, y las fiestas clandestinas comenzaron a cambiar el panorama. Las comunidades limítrofes comenzaron a adoptar la medida. Navarra, Cantabria, La Rioja... El Gobierno vasco, en cambio, siguió firme en contra de la mascarilla obligatoria hasta pasadas las elecciones autonómicas. Solo entonces, con los resultados electorales en la mano, la asociación de municipios vascos Eudel se atrevió a pedirla. Y, por fin, el 16 de julio, cuatro días después de los comicios, y con el mercado bien surtido de material, el Gobierno de Euskadi obligó a tapar la boca a sus ciudadanos, por razones sanitarias.

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«Ha llegado para quedarse»

Con el cambio de consejera, el discurso cambió de manera radical. De ser un elemento que por sí solo no protege, con Gotzone Sagardui, la mascarilla había llegado «para quedarse» Los chavales, de hecho, volvieron a las aulas después de medio año de clases telemáticas con ellas puestas, las manos engeladas y las ventanillas abiertas.

Todo había cambiado. El Grupo Mondragón había comprado maquinaria para fabricarlas; y la UE se preparaba para dar cerrojazo al material chino y exigir en territorio comunitario la venta únicamente de las que llevasen las siglas CE. El mundo de la moda se abrió a las mascarillas de tela; y el verano dio paso a un invierno largo, de continuadas oleadas de virus, que acabó por minar la paciencia de los ciudadanos.

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La llegada de las vacunas, o mejor dicho su expansión, lo cambio todo. Cuando el proceso de inmunización alcanzó la velocidad de crucero que necesitaba –cercano al 50% de la población protegida con al menos uno de los dos pinchazos que requieren la mayoría de los sueros– surgió del debate definitivo. ¿Ha llegado el momento de prescindir de las mascarillas, al menos en la calle? La polémica había comenzado a avivarse, en realidad antes, cuando se descubrió que los principales transmisores de la infección eran los aerosoles que se acumulan en espacios cerrados.

Los expertos no se ponían de acuerdo. «Hace falta llegar al 70% de la población vacunada», defendía el epidemiólogo y exdirectivo de la OMS Daniel López-Acuña. «El problema no está en la calle, sino en los portales», respondía el biólogo de la UPV/EHU Ugo Mayor. «A mediados de junio, podremos andar sin ella por la calle, pero con una en el bolsillo para los interiores», auguraba el microbiólogo Guillermo Quindós.

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El Gobierno vasco no las tenía todas consigo. No las tiene. «En los próximos meses no se debería prescindir de la mascarilla», dijo hace sólo cuatro días el consejero portavoz del Gobierno vasco, Bingen Zupiria. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha abierto definitivamente el melón. El 26 de junio, adios mascarilla. ¡Ojo, sólo en la calle! «Es una buena noticia. La gente tiene ganas ya de disfrutar del verano», afirma la portavoz del sindicato de enfermería SATSE Amaia Mayor. «Pero hay que recordar a los ciudadanos que aún hay mucha gente sin vacunar y el virus continúa en la calle. En los interiores, hay que seguir poniéndosela», insiste la enfermera.

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