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«Resulta desesperante. Estamos ya en la sexta ola y los que nos dirigen no han aprendido absolutamente nada. Vale que nos pillara por sorpresa la primera, incluso la segunda, que era verano y no sabíamos cómo iba responder el coronavirus. ¡Pero ésta es ya ... la sexta que les pilla! ¡Han cometido seis veces los mismos fallos! Han hecho y deshecho sin contar para nada con los profesionales sanitarios, y como consecuencia de esa errónea gestión no podemos más. Médicos, enfermeras, todos los profesionales sanitarios estamos ya reventados».
La secretaria general del Sindicato Médico de Euskadi (SME), Mabel Arciniega, resumía ayer con estas palabras el agotamiento que reina en la plantilla de Osakidetza. Aunque las centrales sindicales carecen de datos oficiales «porque el Gobierno vasco se niega a facilitárnoslos», todas coinciden en que el estrés acumulado y el impacto de esta nueva oleada de coronavirus está haciendo mella en las plantillas de hospitales y centros de salud.
Un 80% de los pacientes que estos días llegan a servicios de Urgencias como en el que ella trabaja acuden porque sospechan que están infectados. La portavoz del sindicato de Enfermería SATSE en Bizkaia, Amaia Mayor, asegura que no hay organización sanitaria donde el covid esté provocando bajas laborales prácticamente todos los días. El problema, coincide con sus compañeras de otras centrales, no es solo el regreso de la infección, sino la existencia de plantillas muy cortas de personal, donde ni siquiera se hacen sustituciones, porque no hay quien las haga.
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«La situación ya era acuciante antes de la pandemia, pero el pasado octubre creyeron que esto se había acabado y decidieron prescindir de más de 4.000 rastreadores y sanitarios de apoyo, que han vuelto a sus casas o se han buscado otros empleos. No hay manera de sustituirlos porque las bolsas de trabajo -explica- están casi vacías; «y los pocos que vienen hay que formarlos», se lamenta. Como consecuencia, el trabajo se acumula cada vez más en una plantilla que está ya «al borde del agotamiento físico y psicológico». En este diagnóstico coincide también la portavoz de ELA Salud, Esther Saavedra. Los profesionales más «machacados», según cuenta, son los de Atención Primaria, con agendas de trabajo interminables, y los de las UCI, donde se atiende a los pacientes que se debaten entre la vida y la muerte. De no ser por el efecto de las vacunas, coincide con el resto de portavoces sindicales, Euskadi afrontaría en estos momentos una situación tan complicada o más que la de la primavera de 2020.
«En esta oleada de covid, con la mayor parte de la población vacunada, el trabajo se concentra sobre todo en los centros de salud», explica la sindicalista. Sus profesionales, detalla, trabajan con la sensación de que no llegan, «que se les escapan cosas que pueden ser graves». Se sienten muy presionados y «no tiran la toalla», porque se sienten sin recambio. «Conozco gente que acaba su turno llorando de impotencia y esto es cada vez más común».
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En ese hastío se suman el cansancio tras casi dos años de pandemia, las bajas por covid y unas condiciones laborales «que ya eran malas antes de la pandemia y la crisis ha empeorado», detalla Ana Vázquez, de UGT. Precisamente ayer, los sindicatos ELA, Comisiones Obreras, SATSE y LAB convocaron concentraciones ante los ambulatorios para protestar por el «colapso» de la Atención Primaria por falta de personal y de inversión. «Trabajamos como en las galeras de 'Ben Hur'. El ritmo del martillo se acelera y la gente cae exhausta a ambos lado. ¿Hasta cuándo van a explotarnos?», se preguntó Mabel Arciniega.
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