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José y Marijo, junto a sus hijos. /
José y Marijo | Padres de una menor que sufre anorexia

«El cambio de nuestra hija fue brusco y repentino, llegó a pesar treintaipico kilos»

Una familia guipuzcoana denuncia que su hija, cuyo estado de salud empeoró en pandemia, no tiene un tratamiento adecuado en Euskadi

JON AGIRRE

Jueves, 13 de enero 2022, 08:21

La pandemia del coronavirus ha desnudado problemas que permanecían latentes. De primera mano, lo ha descubierto, por desgracia, una familia guipuzcoana después de que a su hija le hayan diagnosticado un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), «en concreto, anorexia» y en Euskadi no hayan ... podido recibir un tratamiento adecuado. «Necesita una unidad específica para trastornos alimentarios, que desgraciadamente Osakidetza no tiene». Y tras meses de espera y lucha, tocando todas las puertas habidas y por haber, han denunciado la situación a través de change.org, un portal de recogida de firmas.

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«Era una persona que estaba muy acostumbrada a estar muy activa: hacía deporte, tocaba un instrumento, realizaba varias actividades extraescolares que la motivaban y tenía un nuevo círculo de amigas con las que se encontraba feliz», relatan José y Marijo. Pero en marzo de 2020, con la explosión de casos de Covid-19, todo cambió de golpe. «Ha habido una especie de tormenta perfecta». Las restricciones impidieron que siguiera con las actividades extraescolares, le obligaron a refugiarse en su cuarto y con los cierres perimetrales no pudo mantener el contacto con sus amigas. «Solo a través de las redes sociales», recuerdan sus padres. «Todo esto acabó derivando en un trastorno alimentario».

«Necesita una unidad específica para trastornos alimenticios que desgraciadamente Osakidetza no tiene»

El cambio fue brusco y repentino. Notaron que andaba «triste y apagada» y dos llamadas de teléfono hicieron saltar las alarmas. La primera, del instituto y la segunda, de un amigo y compañero del centro. «Estuvimos hablando con ella y fue cuando descubrimos que tenía cortes en los brazos, que ella escondía para que no viéramos». Buscaron ayuda externa con una psicóloga, pero no surtió el efecto que buscaban y empezó a restringir la alimentación. «Todo fue muy rápido y al final tuvo que ingresar porque estaba en unos límites que era peligroso para su salud, pesaba unos treintaipico kilos».

Un año muy difícil

El último año ha sido difícil, con su hija «entrando y saliendo» de la unidad de agudos infanto-juvenil del Hospital Donostia «donde hacen lo que pueden», insisten. En su primer ingresó, pasó allí tres meses hasta que fue recuperando algo de peso y pudo salir. «Pero sale y el máximo tiempo que está fuera es 15 días y vuelta a ingresar». Una situación poco halagüeña y que solo puede mejorar con una atención integral en una unidad específica para trastornos alimentarios, reclaman.

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«Los psiquiatras de la unidad nos han dicho que no están preparados y no tienen los medios». El proceso pasaría por, primero, estar ingresada en un centro especializado y, después, pasar a un hospital de día en el que vaya haciendo una desescalada y progresivamente haga ingestas fuera. Otro factor fundamental es que el proceso esté regulado por especialistas, con una persona y/o equipo que realice el seguimiento al paciente. Algo que, en la unidad infanto-juvenil del Hospital Donostia no es posible, ya que solo está preparado para estancias cortas, según cuentan.

Pandemia

«Era una persona que estaba muy acostumbrada a estar muy activa, ha habido una especie de tormenta perfecta»

En esa tesitura han tenido que buscar alternativas fuera de Euskadi «tocando puertas y rogando para que nos la cojan». Han probado suerte en Madrid, Santiago, Valencia o Santander, pero solo han encontrado negativas. «Estamos en proceso para ver si la cogen en Albacete», un centro a 700 kilómetros de su lugar de residencia. «Tiene un plan de ingreso, hospital de día y control ambulatorio», destacan. Eso sí, cuando pase a hospital de día e inicie la desescalada, uno de los padres tendrá que mudarse allí «con el consiguiente trastorno familiar, social y económico. No es de recibo», denuncian.

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Petición en Albacete

La petición de derivar el caso de su hija a otra comunidad ha sorprendido en su entorno. Así, al ver el desconocimiento general sobre la situación, han decidido hacer público el caso. «Nuestro objetivo es difundirlo, porque cada vez que hablamos con gente cercana y les contamos la historia nos dicen 'pero no puede ser' y creemos que la gente desconoce la realidad de este asunto», en referencia al Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA).

Traslado

«Los centros privados cuestan hasta 5.000 euros al mes», dicen, y por eso están a la espera de plaza para ingresar en Albacete

También han buscado centros privados cuyos precios son prohibitivos, hasta «4.000 o 5.000 euros mensuales» en el caso de un centro de Barcelona, y sin posibles ayudas para sufragar los gastos. En otro centro privado de Salamanca, con precios más contenidos pero todavía elevados, les recomendaron tramitar la petición a través del seguro escolar con el fin de que cubriera una parte de los gastos. «La competencia fue transferida en 2020 a Euskadi y esa parte la han quitado. Si mi hija estudiara en Salamanca tendría una ayuda mensual de mil y pico euros a través del seguro escolar, pero al estar matriculada en Gipuzkoa no tiene ninguna», lamentan José y Marijo.

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Por eso reclaman que el Gobierno Vasco ponga medios de forma urgente para crear «una unidad específica pública de TCA». «Decimos que tenemos un sistema de salud buenísimo, pero... Tenemos que ir peregrinando por hospitales públicos para ver si la quieren coger ahí».

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