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La sociedad vasca siempre ha sido abierta a la llegada de población extranjera. Así lo ha reflejado desde 2014 con su Barómetro Ikuspegi el Observatorio vasco de Inmigración, entidad financiada por el Gobierno vasco dentro de la Universidad del País Vasco que analiza e investiga ... el fenómeno migratorio y realiza propuestas de actuación para las políticas públicas. En plena crisis de la Covid-19, esa tolerancia alcanzó «máximos históricos». En concreto, 65 puntos sobre cien, cuando en 2019, antes de la pandemia, se situaba en 60,67. Y, a día de hoy, está en cerca de 66,09, según refleja el Barómetro 2021. Casi un siete, en un examen sobre diez. «Hay ciertas cosas que se empiezan a asentar», subraya Gorka Moreno, director de Ikuspegi. Así, en el último año ha descendido muy ligeramente la percepción de la inmigración como problema tanto de forma espontánea (-1,5 puntos), como sugerida (-0,4 puntos), según el estudio.
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Olatz Hernández
«Existe una influencia positiva del fenómeno migratorio en nuestra economía. La población vasca ve que los inmigrantes trabajan en aquellos empleos donde la población autóctona no tiene tanta predisposición a trabajar y una mayoría no cree que la inmigración traiga más paro ni que haga que los salarios bajen», apunta por su parte uno de los sociólogos que ha llevado a cabo el Barómetro, Arkaitz Fullaondo. «La sociedad vasca ha constatado en los momentos más duros de la pandemia y el confinamiento la importancia que tiene el colectivo inmigrante en el mercado laboral. Cómo ha sido uno de los más relevantes en sectores como la agricultura, el comercio, el reparto...», señala. Los datos hablan. El 58% no cree que la inmigración traiga más paro y el 73% no considera que haga que los salarios bajen.
«Aunque pensemos que esta sociedad es muy insolidaria, ha mostrado y sigue mostrando rasgos y características de solidaridad. Hay un fondo moral que muchas veces no vislumbramos y que en situaciones críticas aparece de forma muy marcada. Ya se vio en el periodo de recesión económica. Esa idea de que nadie se quede atrás en términos de cohesión social ha calado fuertemente. Tendremos que ver si esta pauta de apertura de la sociedad vasca se mantiene», apoya Moreno. Porque no todo es positivo. De los datos del informe de Ikuspegi se desprende que «el islam no está bien visto» entre la mayoría de los vascos. «Existe un importante grado de desconfianza» hacia esta religión y hacia quien la profesa, como también «hacia el origen que apunta, Marruecos, Argelia o Magreb en general, que siguen generando antipatías y recelos en la convivencia diaria». Sobre la túnica, la chilaba, la kipá y el hiyab o velo islámico, no hay pegas, pero no así hacia el burka ni hacia el nicab, las dos vestimentas que ocultan el rostro de la mujer, según las conclusiones del informe. El chador genera cierta división de opiniones, aunque más de la mitad de la población (60,3%) la considera una vestimenta adecuada.
Hay cierta ambivalencia cuando se pregunta por las obligaciones y derechos que deben tener, como el acceso a la asistencia sanitaria, las ayudas sociales o las viviendas de protección oficial, un 22% cree que los autóctonos tienen que tener prioridad, a no ser que los inmigrantes tengan regularizada su situación. Ha aumentado respecto a otros años el porcentaje de las personas que consideran que habría que «dar papeles» a todas las personas independientemente de su situación, pero el porcentaje que lo ve así aún es de un 37,8%. Las posiciones más favorables a la acogida de los refugiados suben hasta el 35,2%, mientras cinco de cada diez vascos sostiene que hay que acogerlas con condiciones, ya sea comprobando si están realmente perseguidas (29,8%) o haciendo un reparto de cuotas (21,0%).
Respecto a las personas extranjeras menores de edad no acompañadas, los llamados 'menas', la mayor parte de la gente considera que las administraciones vascas deben atender a las personas extranjeras menores de edad sin acompañamiento familiar. Un 39,2% sostiene que hay que atenderlas hasta un cupo y otro 39,0% es partidario de proporcionarles pisos o residencias tuteladas. «No se nos tiene que olvidar que estos mal llamados 'menas', porque es una marca que deshumaniza a estos menores, son chavales que han puesto en marcha un proceso migratorio tremendamente traumático en soledad. Yo sólo diría que una familia vasca piense que su hijo de doce años se marcha a otro continente solo, ¿qué pensaría? Mafias, redes de trata... Es muy complicado y siempre se pone el foco en los aspectos negativos de esa realidad», apunta el sociólogo Arkaitz Fullaondo.
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