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Los educadores deben tratar con la compleja adolescencia, un periodo vital crítico y en el que se dan perfiles distintos. «Los menas son como nuestros ... padres hace 40 años, autosuficientes y con autonomía. Tienen muy claro que deben ponerse a trabajar cuanto antes y a los 21 años ya tienen hijos», explica un profesional con más de 15 años de experiencia en la calle.
Frente a estos chavales, que buscan un mejor futuro, se encuentran los «autóctonos, que con 18 años salen de casa y se caen. No saben valerse. Son niños de cristal, hijos de médico o ertzaina, que lo han tenido todo», contrapone. «Los padres han estado ausentes y nos los dejan para que les arreglemos al niño y se lo pongamos nuevo», critica. Cada vez «son más agresivos» y se dan más situaciones de «violencia filoparental». Esos chicos suelen mejorar su comportamiento en los pisos, pero «cuando vuelven a casa reproducen las mismas acciones». «Necesitan límites y un control».
«Hay más autolesiones no suicidas, como cortes en brazos, que agresiones a compañeros o educadores. Y eso nos preocupa», alertan desde Berriztu.
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