La transexualidad en la infancia era algo de lo que apenas se hablaba hace una década. Permanecía oculto. En Euskadi esta cuestión comenzó a tener mayor visibilidad a partir de 2015. Aquel año nació Chrysallis en el País Vasco, la antecesora de la actual Naizen, ... la asociación de familias de menores transexuales. 2015 fue también el año en el que la Unidad de Identidad de Género (UIG) de Osakidetza, situada en Cruces trató por primera vez a un niño con terapia hormonal. Leo tenía entonces 11 años. Este vecino de Irun abrió un camino que han seguido decenas de chicos y chicas que nacieron con un sexo que no se correspondía con el de su personalidad. Desde entonces el número de niños y adolescentes que han acudido a este equipo ha ido a más. Hasta convertirse en el principal grupo dentro de los de nuevos pacientes. Más de la mitad de las personas que han iniciado en los últimos años un tratamiento para cambiar de sexo en esta unidad eran menores de edad.
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Así se recoge en un informe enviado por el Departamento de Salud al Parlamento vasco, a petición de Ikoitz Arrese, de EH Bildu. En este documento se indica que el 54,7% de los pacientes que desde 2018 han iniciado este tránsito en Osakidetza no habían cumplido aún los 18 años cuando comenzaron a ser atendidos por estos profesionales. Desde su creación en 2009 esta unidad ha atendido a uno total de 1.236 personas, según detallan desde la Dirección Médica de Cruces. De ellas 21 llegaron de otras comunidades. En concreto desde Cantabria, La Rioja, Navarra, Castilla y León y Valencia.
En estos 15 años este servicio ha vivido varias etapas. Durante primera trataban de media a una treintena de nuevos pacientes al año. Eran los inicios de uno de los servicios de reasignación de género pioneros en el Sistema Nacional de Salud. Entonces todas las personas atendidas eran adultas. En 2018 se produjo el primer gran aumento de pacientes. Aquel no fue un año más. En febrero de ese 2018 se suicidó Ekai, un adolescente de Ondarroa, mientras Osakidetza valoraba si autorizaba su tratamiento. Aquella muerte llevó a Salud a darle una vuelta a la UIG y a asumir el modelo holandés. La puerta de entrada al servicio dejó de ser el área de psiquiatría. Ahora lo más frecuente es que ese papel lo lleven a cabo los endocrinos.
Desde entonces cada año atiende a más de un centenar de pacientes. En 2021 se alcanzó el pico máximo hasta la fecha, con 258 nuevos usuarios. Algo que se debe en parte a que la UIG absorbió aquel ejercicio a parte de las personas a las que no pudo comenzar a tratar el curso anterior por la pandemia y el confinamiento.
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55% de las 1.236 personas transexuales
tratadas por la Unidad de Identidad de Género de Osakidetza, con sede en el hospital de Cruces, eran menores de edad cuando iniciaron el tratamiento para confirmar su género.
43 vaginoplastias
y 6 faloplastias han realizado desde 2009 los cirujanos plásticos de Cruces.
21 personas
de otras comunidades han sido atendidas por UIG.
En opinión de Bea Sever, portavoz de Naizen, el hecho de que la transexualidad en la infancia y la adolescencia sea una realidad que lleve años encima de la mesa y se conozca facilita que las personas trans lleguen antes a la UIG. Sever sostiene que la unidad «da prioridad» para iniciar el tratamiento a aquellas chicos y chicas que están en «una edad prepuberal», antes de que comience a salir el vello facial o el pecho.
«Es más fácil bloquearlo a los 11 o 12 años que a los 15», explican desde Naizen, asociación que agrupa a 320 familias de menores transexuales de Euskadi y de Navarra, pero que durante su trayectoria ha contado con muchos más socios que ya son adultos. En Cruces nunca empiezan la terapia hormonal antes de que los niños hayan cumplido 10 años.
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«La identificación de la condición de transexualidad en la infancia se hace a través de la escucha activa del propio relato del niño o niña, posibilitando la expresión de su propia identidad», explican desde Cruces.
Las personas derivadas a la UIG son citadas por los endocrinos del equipo, que valoran cada caso, solicitan pruebas y definen el tratamiento. Se ofrece a los pacientes apoyo psicológico durante todo el proceso.
Desde la creación de la unidad han sido 373 las personas trans a las que se les ha realizado una operación quirúrgica de confirmación de género. Todas mayores de edad. Como ocurrió con los nuevos pacientes atendidos, el 2021 fue con 61 el año con mayor número de intervenciones. De todas las diferentes operaciones que realizan los cirujanos plásticos de Osakidetza a pacientes trans la más frecuente es la extirpación de mama. «Se realizan semanalmente», detallan desde el servicio de Cirugía Plástica de Cruces.
Los tiempos de espera para las intervenciones de confirmación de género no son cortos. Para la mayoría de ellas hay que esperar entre 100 y 400 días de media. Pero para las más complejas el plazo es aún mayor. Para una faloplastia lo habitual es aguardar 617 jornadas. Para una vaginoplastia los tiempos aún son mayores. Superan los dos años. 740 días para ser exactos desde que se solicita la operación hasta que esta se realiza. Algo que se debe a que se requiere de una gran cantidad de recursos humanos y materiales, que también son necesarios para otro tipo de procesionales «de igual o mayor complejidad y urgencia médica», según explica la Dirección del hospital. En el ámbito privado estas operaciones tienen un elevado coste que pueden llegar en algunos casos a los 20.000 euros.
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Las personas del colectivo LGTBI han sufrido en lo que va de año un total de nueve agresiones homófobas. De ellas seis acabaron en ataques verbales y físicos, uno de los cuales fue de carácter sexual. Los entornos de ocio y festivos concentraron la mitad de estas agresiones. También hubo episodios de acoso prolongado y otro de pintadas homófobas en una propiedad de la víctima. Por sexos seis de las víctimas fueron varones -una de ellos menor de edad-, otras dos mujeres y la última una persona intersexual. Los datos hechos públicos por la consejera de Bienestar, Nerea Melgosa, a petición de EH Bildu, recogen también que dos de los agresores eran menores de edad, en otra ocasión fueron los propios progenitores de la víctima los autores de las vejaciones y en una más los jefes de su empresa.
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