Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Kimetz Renteria es una de las personas que comenzó a ser atendida por la Unidad de Identidad de Género de Osakidetza cuando aún era menor de edad. A sus 22 años recuerda aún con cierto pesar aquellos años de desconcierto que vivió de niño y ... durante su primera adolescencia hasta que entendió qué es lo que le pasaba. «Llegué a pensar incluso que estaba loco», afirma. «La primera vez que me planteé que no podía ser cierto que fuese una niña tenía 6 años. Sabía que había algo diferente en mí pero no podía ponerle nombre. Me faltaba información. Era solo un crío», recuerda.
Fue creciendo y aquella sensación lo hizo con él. La llegada de la regla le afectó a nivel psicológico. «Cada vez que la tenía me creaba mucha inseguridad», relata. Fue una época de muchas dudas que le pasó factura en su salud mental. «Tuvo un impacto en el desarrollo de mi autoestima», reconoce.
A los 14 Kimetz tenía claro que era transexual, pero le costó casi un año verbalizarlo. «Se lo conté primero a unos amigos. Después lo dije en el instituto y ese mismo día lo hablé con mi madre», recuerda. La reacción de las personas que le quieren no pudo ser mejor. «Todo el mundo se lo tomó muy bien. Algunos se lo esperaban, a otros les cogió por sorpresa, pero en lo que todos coincidían es en que querían que fuese feliz. Para mí decirlo fue una liberación», señala.
Pero entonces se abrían otras incógnitas. «Tenía 15 años y miedo, porque no sabía los pasos que debía dar ni cómo era el proceso» para lograr que el género de su cuerpo correspondiese al de su identidad masculina. En ese tránsito fue muy importante la compañía de su madre. Contactó con la asociación Naizen y sus integrantes «nos orientaron y arroparon». Así conoció la Unidad de Identidad de Género ubicada en Cruces. De la mano de sus profesionales inició el tratamiento de cambio de sexo. Decidió hormonarse. Bloqueó así que le viniese la regla y desarrolló a su vez los cambios propios de la pubertad masculina: le cambió la voz, le creció vello facial... Ya con la mayoría de edad se quitó el pecho.
«Desde el momento en el que dije que era trans me sentí mejor. Es algo que no oculto y la mayoría de la gente que me conoce lo sabe, pero no tienen una importancia real en mi día a día. Tengo una vida completamente normal. Estudio Psicología. Voy al gimnasio y me cambio en el vestuario como cualquier otro chico. Trabajo. Toco la guitarra. Juego a fútbol… Soy un poco culo inquieto. No paro quieto», comenta entre risas.
Kimetz cuenta que la mayoría de personas transexuales como él «saben desde niños que algo diferente les pasa, y si entonces no son capaces de ponerle nombre lo hacen de adolescentes. Ahora gracias a asociaciones como Naizen hay más información ya desde los colegios». La infancia y la adolescencia son «los dos momentos claves en el desarrollo de la personalidad». De ahí también, indica, que más de la mitad de las personas que inicia los tratamientos de cambio de sexo en Euskadi lo hagan antes de cumplir los 18 años.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.